Capítulo treinta y cinco

2.2K 213 71
                                    

Emma

—Buenos días —murmuró en mi oído, acariciando levemente mi brazo.

Me costó un momento comprender por qué estaba escuchando la voz de Aiden, pero cuando abrí los ojos y miré a mi alrededor y lo vi a mi lado, recordé todo lo que había pasado la noche anterior. Seguía sintiéndose demasiado irreal, el estar juntos fue algo que ambos esperamos durante bastante, y ahora, yendo juntos contracorriente, habíamos vencido uno de nuestros temores y decidido tomar la opción de avanzar y arriesgarnos.

Le sonreí con ternura y algo de vergüenza. Estaba completamente desnuda y él ya llevaba puesto su pantalón.

—Buenos días —me cubrí los pechos con las mantas.

—No, no te tapes, déjame verte —pidió en broma, sonriendo por lo colorada que me puse.

—Pervertido.

Me besó la cabeza. Tomé asiento en la cama, fijando mi vista en la bandeja con comida que estaba sobre el colchón, a los pies de la cama.

—¿Qué es eso? —sonreí. Era una pregunta estúpida, pero me resultaba adorable que Aiden me hubiese preparado el desayuno.

—Preparé el desayuno para ambos.

—Eres demasiado tierno cuando no te comportas como un idiota, ¿sabías eso?

—Tengo que aprovechar este momento para pedirte disculpas por todo lo que te he hecho pasar, por haberte hecho confundir tanto... Sé que no me he portado nada bien contigo.

—Estás perdonado —afirmé—. Pero no quiero que volvamos a lo de antes, a esto de ocultarnos cosas, a tu ensimismamiento. Eso ha traído muchos problemas en el pasado. Quiero que podamos contar el uno con el otro como hacen las parejas que tienen una relación sana. Sé que lo sabes, pero me parece correcto recordarte que yo estoy para ti en lo que necesites.

—No hay nada que desee más, Emma —se acercó para besarme en los labios—. ¿Puedo... hacerte una pregunta? No es por sonar celoso, pero... ¿Cuándo terminamos, conociste a algún chico?

Sonreí algo triste, pero era una tristeza efímera.

—No pude. No tenía ganas. Me da vergüenza admitirlo, pero que me dejaras fue como una cachetada. Es que no me lo esperaba. Creí que después de que casi murieras todo iba a estar bien, parecía que la relación iba en buen camino. Pero sí me pongo en tu lugar y entiendo por qué te fuiste, mis padres no iban a estar contentos si tú tenías adicciones.

Durante mi respuesta, su mano se mantuvo sobre mi cabello, acariciándolo mientras me miraba hablar.

—¿Crees que tus padres estarán de acuerdo si se enteran que estamos juntos de nuevo?

—Bueno... —me mordí el labio—. El fin de semana lo pasé con ellos y les comenté sobre mi relación con Ashton... ellos saben que es tu hermano. No se lo tomaron mal, pero tampoco es que les haya agradado mucho por el hecho de que... ya sabes...

—Es mi hermano —terminó por mí, asintiendo.

—Sí.

—O sea, tu padre y tu madre me odian —supuso.

—No te odian —negué, arrugando las cejas.

—Pero tampoco me quieren —replicó.

—Exacto —me encogí de hombros—. Tendré que hablar con ellos sobre esto.

—No, los dos tendremos que hacerlo. Necesito que se ganen mi confianza otra vez, si quiero que esto funcione de verdad.

Este Aiden era completamente diferente al que ayer me había abierto la puerta para que me largara. Debo admitir que, antes de quedarme dormida sobre él anoche, tuve miedo de que, al despertar, todo se tornara igual de incómodo que esa vez. Tampoco era loco temer que él terminase arrepintiéndose cuando saliera el sol, Aiden podía ser muy cambiante en cuanto a sus pensamientos y emociones. Que siguiésemos hablando tan tranquilamente, siendo capaces de comprendernos el uno al otro, era un alivio para mi corazón.

La profundidad de su mirada #D4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora