Capítulo cuarenta y cinco

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Emma

Cuando Aiden me dijo que el tipo que intentó matarlo estaba en el mismo lugar que nosotros, mi sangre se heló de inmediato. Claro, hubo un solo segundo en el que creí que me estaba jugando una broma, una de muy mal gusto, pero por la expresión y la palidez en su rostro, él no estaba bromeando. Di la idea de llamar a la policía, pero Aiden no quiso hacerlo.

—No lo veas —ordené, pero el terco de Aiden no me hizo caso—. ¿Qué hacemos? Hay que llamar a la policía —le dije, porque no podíamos quedarnos de brazos cruzados.

Aiden estaba muy nervioso, podía verse en su mirada. Y estoy segura de que esto le traía muy malos recuerdos de todo. De hecho, a mí también me traía viejas sensaciones de cuando él estuvo en el hospital, luchando por su vida. Era muy difícil no pensar en ello, no cuando la persona que intentó matarlo se encontraba a metros de nosotros. Además de sentir miedo, sentí mucha rabia creciendo dentro de mí. Esa impotencia recorriendo cada parte de mi cuerpo, ese odio y esas ganas de que el tipo pagase por lo que hizo.

Aiden realizó una denuncia en el pasado para que buscaran a quien lo apuñaló, y la policía, como casi siempre, no hizo nada. Dejaron el caso casi en el aire y terminaron cerrándolo porque no había pistas de quién pudo haber sido, ya que no había cámaras de seguridad en la zona ni en el edificio donde se situaba el departamento de Aiden. Y Aiden no se quejó... simplemente dejó estar el tema y no reclamó nada, no insistió en que siguieran buscando pistas.

Ahora que lo pensaba bien... creo que fue porque él ya tenía planeado marcharse a Los Ángeles con su padre.

—No... tú tranquila —respondió Aiden.

No podía estar hablándome en serio. ¿Cómo se supone que iba a estar tranquila si había un asesino cerca de nosotros? Y no era cualquier asesino.

—¿Cómo podría estar tranquila con lo que me acabas de decir? —estaba muy nerviosa.

Aiden siguió mirando al tipo, pese a que le hacía señas con mi cara para que dejara de hacerlo. Noté cómo su cuerpo se tensaba más, por lo que supe que algo malo estaba pasando. Un hombre pasó por nuestro lado: era alto, musculoso y, por más que no le vi a la cara, sentí el miedo que generaba ese hombre. Siguió de largo.

Aiden suspiró pesadamente y se removió incómodo en su asiento.

—Es él, ¿no?

—Sí, es él.

—¿Estás seguro de que es?

—Emma, no podré olvidar su rostro nunca en mi vida.

—¿Te vio?

—Sí, me vio. Creo que me reconoció.

—Quizá se está preguntando por qué sigo con vida.

—Debemos irnos —ordené, casi levantándome de la silla. Y lo hubiera hecho, de no ser porque él me tomó de la mano e hizo que me quedara quieta.

—Espera un momento, no podemos ser tan obvios. Y tú estás siendo muy obvia, Emma.

—¿Qué esperabas? Ese hombre me asusta.

—No quiero que llamemos su atención.

—Pues déjame decirte que ya lo hiciste, porque te lo quedaste viendo y él te vio, Aiden.

—Cuando él se siente, nos levantaremos y nos iremos. Sin ser exagerados para que no note nuestro miedo. ¿Puedes ver dónde está el hombre?

Busqué al tipo, pero no di con él hasta un momento después. Había mucha gente en el restaurante, y algunos mozos caminaban de un lado a otro. Di con la figura del hombre a un lado de la puerta, tenía su teléfono en la mano y apoyado a su oído.

La profundidad de su mirada #D4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora