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Eran simplemente tan diferentes, tan opuestos el uno del otro.

Ella tan... Dulce, preciosa en todo el sentido de la palabra, amable con cada persona que pudiera conocer, gentil hasta con el peor monstruo de las profundidades oceánicas, llena de amor y esperanza que podía ser contagiada con una simple sonrisa.

Porque simplemente, Hanabi era un ser de luz tan hermoso, intocable y angelical que nadie merecía tocar. Solo apreciar desde su sitio, admirar sus rasgos tan delicados y aspirar a siquiera ser visto por las hipnotizantes orbes doradas suyas.

Por otro lado, Katsuki era... Todo lo contrario a la felina.

Su rasposa voz siempre enojada y estruendosa. El ceño fruncido que parecía estar plasmado para siempre en su rostro que mostraba algunas arrugas en el mismo sitio por sus expresiones tan fuertes. Carácter tan explosivo y hostigante, molesto e intimidante que solo alejaba a la mayoría por el miedo generado de su tan sola presencia sombría.

Más de un chico había caído rendido ante la dulzura tan magnífica de la más baja, hasta chicas de otras clases en sí. Incluso, los muchachos de su misma clase se peleaban por conquistar su corazón, no por una competencia entre niños inmaduros, no. Si no, que Yoshida era simplemente... Especial, diferente.
Y todos sabían que su futura pareja, tendría la suerte más grande de todo el mundo.

—¡Buenos días! —saludó aquel ángel que cruzaba la puerta.

Todos la saludaron de vuelta, enternecidos por el regalo que había preparado la noche anterior.

—¡Mochis! —sonrió Mina, viendo cómo cada uno tenía un color diferente para sus compañeros.

—No puedo con tanta dulzura y perfección.

Denki, con los ojos brillantes, tomó con una servilleta el mochi color amarillo entre sus manos, le daba mucha pena comérselo. Más de uno estaba de acuerdo con el rubio de mechón negro, así que decidieron tomarse una foto antes de degustar lo preparado.

—Yoshida-chan, ¿qué es eso?

El peliverde, que mordió su mochi, señaló una pequeña caja de cartón en el escritorio frente al suyo, colocado en el lugar del cenizo bocón.

—Son los de Bakugō. —la menor sonrió, moviendo su colita gatuna con felicidad.

—¿Ah? —Sero se expresó confundido. —¿Por qué Bakugō tiene una caja especial?

Algunos varones, recelosos por aquel privilegio que estaba recibiendo su compañero, pararon la oreja para escuchar la respuesta de la oji ámbar.

—Sero, creo que no deberías preguntar. —Tenya comentó desde su sitio, aún con el mochi azul entre manos, cuidadoso de que no se le caiga. —Yoshida-san debió tener sus razones.

𝐁𝐚𝐤𝐮𝐠𝐨 𝐊𝐚𝐭𝐬𝐮𝐤𝐢→𝐞𝐬𝐜𝐞𝐧𝐚𝐫𝐢𝐨𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora