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[***]
—¡Kirishima!
Exclamó el cenizo, llamando por tercera vez a su dragón, era raro, ya que a la primera el animal de escamas rojizas aparecía por el cielo, yendo hacia su jinete.
Nada, no aparecía, y por más que el pelirrojo se quedara dormido, le hubiese avisado al rubio, ya que era costumbre esa comunicación entre ellos.
—Tetsutetsu.
El de cabellera plata se giró.
—¿Dónde está Kirishima? —preguntó Bakugō.
Negó.
—No lo he visto desde que fui a dormir, pensé que habían salido a explorar.
Katsuki tensó su mandíbula.
—¿Pasa algo? — preguntó Tetsutetsu.
[***]
—Vieja bruja.
Llamó a su madre, quién le atinó a lanzarle un cuenco de madera en la cabeza por llamarle así.
—¡Ya eres todo un adulto y sigues con tus mañas, Katsuki!— sermoneó la mujer.
—¿Viste al pelo pincho? —se acercó a su progenitora con el cuenco de madera en mano, mientras que con la otra se sobaba la zona golpeada.
Mitsuki pensó.
—Ah, si, le pedí que buscara unas hierbas especiales para un paciente, tú estabas dormido y es por eso que no te avisó.
—No responde a mi llamado.
Su madre se tensó.
Kirishima no era un simple dragón, venía de una familia y descendencia especial, su raza era especial. Bakugō se enfrentó a él por unos motivos desconocidos, Eijirō al ser vencido, se convirtió en el dragón de Katsuki. Hicieron como un pacto de sangre, y fue ahí donde, aquel cenizo se volvió su jinete.
—¡Tetsutetsu! —salió Mitsuki de su tienda, viendo a todos lados.
