| CAPÍTULO 22 [II] |

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- Las señales de vida son solo eso,
señales.


Llego a superficie terrestre antes que Markus y cuando el general ya está bajo conmigo decidimos ir avanzando cómo podemos.

- Saltaremos de un tejado hacia el otro - ordena el alemán y yo afirmo ya que creo que es la mejor forma de llegar hasta allí antes de ser descubiertos.

Los italianos estarán observándonos para saber cuándo deberán empezar a atacar desde las alturas además de calcular las probabilidades para no herir a nadie de nuestro equipo.

Cruzamos sin ninguna dificultad las primeras dos terrazas, nuestras botas resuenan por las cantidades huecas que quedan entre el piso en el que saltamos y el de debajo, además de salpicar los restos de agua que quedan en pequeños charcos por las lloviznas recientes.

Mientras nosotros continuamos recorriendo las terrazas los primeros soldados alemanes caen en el suelo. Puedo vislumbrar al teniente Daniel Collins y la capitana Lucía Martínez, los cuales se mueven sigilosos por la calle a través de las sombras, como si fueran una más de estas.

Gracias a la hora que es y a la oscuridad que nos recorre alrededor es difícil ser descubiertos tanto por los transeúntes como por los hombres de la mafia que tan solo están a varios metros de distancia de nosotros.

Cuando llega la tercera terraza la cruzamos sin ningún esfuerzo pero la cuarta parece tener más distancia y el general salta llegando muy justo al otro lado.

Yo cojo impulso y carrerilla para llegar mejor pero en algún momento debo resbalar y salto con fuerza insuficiente, quedando así cogida solamente por mis manos al tejado del edificio mientras me esfuerzo por subir pero no lo consigo.

Las palmas de mis manos empiezan a enrojecerse por la presión que están soportando y los pequeños trozos sobresalientes de piedra de los que están hechos los muertos se clavan en mi piel, haciendo que mis manos empiecen a resbalarse.

Voy a caerme.

- Alessia, dame la mano - ordena el general y sé inmediatamente lo que pretende con tan solo mirarlo a los ojos.

Con agilidad hago fuerza con una de mis palmas para llegar más arriba y levanto una de manos hacia su dirección hasta que en ese mismo momento me sujeta de esta y estira de mi hacia su cuerpo, impulsándome hacia arriba.

La fuerza con la que tira mi cuerpo hacia él hace que ambos caigamos en el suelo del tejado del que casi caigo, haciendo que yo quede encima de su cuerpo.

En un rápido auto reflejo sus manos cogen mi cintura con fuerza y nuestras ojos quedan tan solo a un par de centímetros.

Mi respiración se acelera por la adrenalina del momento, la caída desde esta terraza es mayor de siete metro y caer de forma errónea podría ser mortal. En el mejor de los casos tal vez me podría haber partido varios huesos.

Por primera y última vez doy gracias al pasamontañas que cubre mi cabeza ya que cubre mis mejillas, las cuales empiezan a calentarse por el agarre de sus manos en mi cintura.

Y sé que si mi boca quedara descubierta, hubiese sido yo quién no hubiese soportado la lejanía que nos separa y la hubiese roto.

Me levanto con rapidez ya que no me puedo permitir entretenerme o distraerme en ninguna de las misiones y él hace lo mismo cuando sale de su aturdimiento.

- Gracias general - él no responde, ni siquiera me mira y en realidad ese gesto me rompe.

Decido seguir avanzando por dónde camina, seguir sus pasos intrépidos por lo alto de los tejados sin hacer ni un mínimo ruido, ser sigilosos es la única opción que tenemos.

ÁCRUX ✅ [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora