Capítulo 29

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**MARÍA**

Diego ha llegado de trabajar a las 7 de la mañana. Se ha metido en la ducha sin decir nada, seguramente porque piensa que estoy durmiendo. Pero no, no he pegado ojo en toda la noche. En unas horas he quedado con Nacho, mi Nacho, en nuestro antiguo ático, dónde criamos a nuestras hijas, Mía y Leah y siento que el corazón se me va a salir del pecho. Tengo, desde que me llamó, un nudo en la garganta que no me ha dejado comer a penas. He perdido un par de kilos y Dani, que se ha dado cuenta me ha echado bronca. Diego creo... a penas ni me ha mirado. Si supiera cuanto lo quiero.
Mientras se ducha, le espero sentada en la cama. Necesito hablar con él. Nuestro matrimonio no puede acabar aquí. Y siento como cada día se aleja más de mi. Tarda más de lo normal. No puedo esperar, así que me desnudo y voy con él. Si algo se nos ha dado bien, es solucionar nuestros problemas en la cama. Con el sexo.
Abro la puerta del baño. El vaho y el calor me sofocan. Camino hasta el fondo. Y lo veo... dentro de la ducha, a mi hombre, bajo el chorro, con los ojos cerrados, con los brazos apoyados en la pared y dejando caer el agua sobre su nuca y espalda. Creo que no me ha oído, así que me acerco a él despacio. Tanto que cuando llego a él y le abrazo siento que se asusta un poco, pero enseguida aprieta mis brazos con fuerza. Creo... creo que estaba llorando. Enseguida me cuelo delante de él y le abrazo bajo el agua. Me cuelo entre sus pelos mojados, ya demasiado largos y le miro. Si... estaba llorando. Mi Diego. Mi marido. Mi hombretón.
— Cariño... — Le digo cogiendo con mis manos su cara.
— Siento haberte tenido enjaulada María — Se me rompe el corazón verle así. Le abrazo con todas mis fuerzas y él hace lo mismo conmigo. Apoyo mi mejilla en su pecho, donde descansa el tatuaje que se hizo en nuestro décimo aniversario, cuando se tatuó el corazón con una llave y una pequeña M dentro. Me dijo que yo siempre tendría la llave de su corazón. Y que desde el mismo momento en que me vio yo ya la tenía.
Le beso, con fuerza. Por que si algo hacemos bien es querernos físicamente. Me devuelve el beso que me sabe demasiado salado por sus lágrimas. Sentirle llorar me hiela. Solo he visto llorar a Diego en dos ocasiones si contamos esta, y la otra fue la muerte de su madre.
Me coge del culo, yo me agarro con mis piernas a sus caderas, le rodeo con ellas y me penetra. Hacemos lo que mejor sabemos hacer. Diego sigue llorando un rato mientras me empotra contra la pared. Yo grito cuanto le quiero mientras le araño en la espalda. Quiero grabárselo en el corazón y en la piel. Que le quede claro, que no se le olvide. Que es mío y yo suya.
Cuando acabamos le digo que se siente en el suelo y le enjabono el pelo. Me gusta hacerlo. Lo lleva casi tan largo como yo y me gusta desenredárselo con el peine y el suavizante bajo el agua. Y a él le gusta que se lo haga. Es la vez que más largo lo ha llevado, y con las canas que tiene y su color rubio le hacen tener una melena realmente sexy.
— Podemos cambiar las normas... o quitarlas. Lo que tu prefieras. Podemos volver a ser los cuatro, si así eres más feliz, pero no quiero perderte— Oírle decir eso me rompe. Se cuanto tiene que costarle decir eso. Me lo dejó claro hace más de veinte años. Me dijo que él no quería esta vida. Que él se había cansado de jugar. Que él quería una familia normal. No quería más juegos. Que alguna vez puntual estaba bien... pero que ya había follado demasiado y que teniéndome solo a mi le bastaba.
El problema soy yo... lo sé.
A mi no me basta.
Soy yo...
— Cariño... eso no es lo que tu quieres.—
— Pero si lo que tú quieres — desenredarle el pelo mientras hablamos de esto hace que todo parezca mucho más calmado.
— Yo te quiero Diego. Eso parece que se te ha olvidado. Que te escogí a ti por encima de todos los hombres que había en mi vida, porque era a ti a quien necesitaba...—
— Tu lo has dicho... necesitabas... —
— Se que es egoísta pedirte esto, por eso no te lo voy a pedir... no te voy a pedir que te quedes a mi lado, aunque es lo que quiero que hagas. Pero yo soy así Diego. Yo te quiero, eres mi marido y quiero seguir teniendo la vida que tengo contigo, pero también quiero volver a mi vida de antes, sin normas... quiero seguir follando a mi antojo. Pronto no voy a poder o no voy a tener ganas, cada día tengo más años...— De pronto Diego se gira, me agarra del culo y hace que me sienta sobre su regazo.
— Cariño... para eso a ti aun te queda mucho, tienes las hormonas de una adolescente... mira — me dice mientras sube lentamente su mano desde mi tobillo, pasando por mi rodilla, por el muslo hasta llegar a mi vagina — cuando mi mano llegue a tocarte ya estarás totalmente preparada para mi.—
Y así es, cuando su mano llega y me toca estoy totalmente mojada y un dedo se cuela dentro de mi. Juega con el dentro de mi y yo gimo.
— Aun así... —
— Ya no tienes suficiente conmigo...—
— Solo digo que echo de menos a Adrian y a Dani y poderlos tener cuando quiera — le suelto de golpe.
— A Dani ya lo tienes cuando quieres — puedo ver en su cara el dolor que siente mientras lo dice, le estoy haciendo tanto daño que no me merezco su amor — Y Adrián fue él quien decidió irse.—
— Porque no aceptaba las normas — Le digo. Suspiro. No quiero seguir hablando. Me voy a levantar pero Diego me agarra fuerte.
— Voy a seguir a tu lado hasta que me rompas el corazón María — No puede hacerme esto. No puede dejar la pelota en mi tejado. No solo yo debo tomar una decisión. No es justo.
***
En todo el día Diego y yo no hablamos más. Él se fue a dormir y yo me fui al salón. Cuando llegó la hora de irme a mi cita con Nacho entré al vestidor a cambiarme y me di cuenta de que Diego no estaba. Se había ido y ni me había dado cuenta.
Cojo el descapotable de Diego ya que él se ha llevado mi Lexus, salgo con tiempo, se como se pone el trafico de Barcelona a estas horas y no quiero llegar tarde. Mientras estoy en el coche me entra una llamada de Adrián.
— Supongo que vas de camino — Me dice.
— Así es... y estoy demasiado nerviosa Adrián. Encima Diego y yo hemos discutido y se ha ido de casa sin avisarme...—
— Diego está aquí ojazos, tranquila... — Menos mal. Tampoco estoy siendo tan egoísta. Hemos hecho lo que él ha querido durante muchos años. He sido infiel a mis principios, a mi vida, a mi yo... por él, por su amor, por nosotros. Podría hacer él ahora lo mismo por mi. 
— ¿Te ha contado algo? — se me están acumulando las cosas y al final me va a dar un ataque de ansiedad. Me noto el pecho oprimido.
— Ojazos, vamos.... relájate...—
— No puedo Adrián... — Tengo los ojos encharcados.
— Si me alejé de ti fue porque pensé que era lo mejor, si llego a saber que te estaba haciendo daño... — se por su voz que está dolido, que el simple hecho de saber que estoy sufriendo, él está sufriendo también y eso hace que aun me sienta peor por todo esto. Al final las lagrimas brotan por mis mejillas y me obligo a relajarme, no quiero que Nacho me vea así, no quiero que piense que estoy así por él.
— Adrián... — le digo casi sin voz— no quiero que te alejes — nos quedamos callados unos segundos hasta que me doy cuenta de que estoy por llegar ya y justo tengo un aparcamiento — oye, ya he llegado, por favor, no le digas nada a Diego, no sabe que he venido.—
— Ten cuidado y llámame cuando salgas, por favor.—
— Lo haré... te quiero Adrián.—
— Y yo ojazos.—
En cuanto cuelgo y aparco estoy a punto de echarme atrás. Si, es Nacho. Si necesito y quiero verle. Pero no... no creo que se merezca él verme a mi. No es justo. Fue él quien se fue. Fue él quien cortó toda comunicación y ahora porque vuelve... ¿yo acepto como si nada hablar con él?
Bajo del coche y echo la vista arriba. Creo que en estos últimos 15 años no había venido por aquí a pesar de que Pablo vive a solo dos calles de aquí. Que de recuerdos. Compramos este ático cuando Adrián desapareció poco después del nacimiento de Mía y Leah, cuando escuché a mi corazón y me fui corriendo a los brazos de Nacho. Lo pienso y... No se como me han dejado cometer tantos errores en mi vida. NO se como Adrián siempre me ha dejado tanta libertad para tomar mis decisiones. Al fin y al cabo eran sus hijas y prefirió alejarse de ellas por encima de mi felicidad. Para él, por encima de todo siempre ha estado mi felicidad.
Son las siete menos 5. Llamo al interfono. La voz de Nacho suena al otro lado.
— Sube María — El corazón me late tan deprisa que creo que se me oye desde fuera.
Mientras subo en el ascensor pienso con que juega con ventaja. Ya me ha visto a través de la cámara del portero. Ya se ha hecho una idea de como el tiempo nos ha cambiado. Ya ha perdido la sorpresa, pero yo no, a mi se me va a notar todo en la cara y no es justo. Cuando el ascensor llega arriba y las puertas se abren me niego a bajarme. Me aferro al bolso, como si este pudiera salvarme. No quiero. Pero los pies se me mueven solos. Salgo, voy hasta la puerta que está entornada. La abro un poco y un peculiar aroma a cítricos inunda mis fosas nasales.
— ¿Nacho?—
— Entra María — Oigo que dice desde dentro.
Paso y cierro tras de mi. El ático... mi precioso y estimado ático. Lo redecoró cuando se casó con Lila, pero aun guarda su encanto. Ahora está todo muy desfasado, se nota que tan solo ha estado aquí para quitarle el polvo y está rehusando los mismos muebles con los que dejó el piso, pero está como nuevo. Entro al salón... y lo veo. Me quedo helada. Ha envejecido, claro, pero sigue siendo él. Tiene el pelo blanco, muchas mas arrugas en la cara, pero sigue musculoso y tiene muchos más tatuajes en los brazos y en el cuello de los que logro recordar. Aunque su forma de mirarme sigue siendo la misma.
— ¡Vaya! Estás preciosa pequeña—
No se que decir. Sigo de pie como una tonta enfrente de él. Él sentado en un sillón mirándome.
— Nacho... — dijo finalmente. En cuanto lo hago en su cara se esboza una sonrisa.
— La de tiempo que llevo esperando este momento pequeña... —
— Te fuiste, te olvidaste de mi y de todos — digo de golpe.
— Siéntate — Me dice tranquilo.
— Estoy bien de pie.—
— Héctor y Julia tuvieron un accidente, Nil viajaba con ellos — Me llevo la mano al pecho, como me diga que Nil está muerto no lo voy a poder soportar, no haber estado a su lado en la muerte de otro de sus hijos... — fue el único superviviente y di toda mi vida por él. Aun así estaba tan jodido María que me alejé de todos. —
— ¿Hector y Julia están muertos? ¿Porqué no nos dijiste nada? — La cabeza me da vueltas.
— No lo se... Fue todo muy rápido. Me encontraba solo en Australia, a miles de kilometros de toda mi familia. Y solo pensaba en Nil. Tenía 6 años.—
— Joder Nacho... — Resoplo — Eso no se hace... — le miro y veo en su cara el dolor que sintió en el ese momento. Y creo que le entiendo. Así que dejo caer el bolso al suelo y me acerco a él. Como veo que no se pone en pie para recibirme, como si no hubiera pasado el tiempo, me siento sobre su regazo y le abrazo. Él me recibe abriendo sus brazos.
— Pequeña... — Me susurra.
Nos quedamos así un buen rato. Sintiéndonos. Cuando le suelto, me aparto y me siento junto a él en una silla.
— Siento mucho que tuvieras que pasar por todo eso tu solo Nacho.—
— Ya está pasado. Nil es un chico increíble María, es lo que importa.—
— ¿Dónde esta? — Cuando le pregunto, noto que se pone nervioso.
— Aquí... ha venido conmigo. Vamos a quedarnos en Barcelona, al menos un tiempo.—
— Que bien — consigo decir.
— ¿Y tú que tal? Lo último que se es que estabas embarazada.—
— Tengo dos hijos. Lucas y Lucia. Y sigo con Diego — Cuando lo sigo veo como agacha la cabeza un segundo. Me duele a mi decirlo. ¿Como es posible? Nacho aun sigue ejerciendo poder sobre mi. Será cierto eso que dicen de que el primer amor nunca se olvida.
— ¿Y Adrián? — Me extraña que pregunte por él.
— Todos aquí seguimos igual Nacho, él único que se fue fuiste tú. —
— María... llamé a Adrián unos meses después. Pero me dijo que no tenía contacto con vosotros. Él sabe todo esto — Se me para el corazón.
— Estás mintiendo...— le digo en un hilo de voz.
— ¿Por qué iba a mentir? — La cabeza me da vueltas. ¿Por qué motivo iba a mentirnos? ¿Por qué iba a escondernos la muerte de Julia?
— Tendrás que preguntárselo a él... — Lo haré, por supuesto, pero ahora me interesa más saber porque él está aquí ahora. Después de tantos años tiene que tener una razón de peso.
— Nacho... — cojo aire, hablar con él me remueve muchos sentimientos y no quiero resultar ni muy arisca ni muy petulante al decir según que cosas, pero lo que pensé que sería un encuentro incluso romántico, se me está atragantando — lo que me interesa saber es porque motivo apareces tú a estas alturas del cuento.—
Veo que tuerce el gesto. Se le ensombrece la mirada, si no le conociera de toda la vida, diría que algo le está doliendo profundamente en el alma.
— Aparte de porque tenía ganas de verte, en unos días hará treinta años que murieron las niñas... pensé... — dios, se me seca la garganta.
¿Cómo he podido olvidarlo?
Jamás me he olvidado de la fecha de su muerte. Jamás olvidaría ese día ni aunque quisiera, pero ... no llevaba la cuenta de los años que hacía. Mi felicidad me impedía quizá llevar tan al día ese detalle. ¿Soy una mala madre? Empiezo a temblar. Nacho coge mi mano y a mi me arde su contacto. Él... sin ser su padre realmente. Sin haber estado aquí, cerca de donde ellas vivieron, cerca de toda su familia, de su vida... las ha tenido mucho mas presente que yo.
¿Acaso Adrián tampoco se acuerda? ¿ O también me ha escondido ese detalle?
— ¿No ... te acordabas pequeña? — me dice con la voz suave. Le miro con los ojos encharcados.
— El día si... los años no — Le digo totalmente rota.
— No fui capaz de venir en su décimo aniversario, ni en el vigésimo... pero tras mi accidente...—
— ¿Que accidente? — Le corto de golpe.
— No importa... La cosa es que, no quería perderme este por nada del mundo.—
— Por dios Nacho... no puedo con esto — Le digo tragándome toda la rabia y mis lágrimas — Tengo que irme — Recojo el bolso del suelo y sin mirar atrás ni darle tiempo a que me frene me voy.
Cuando salgo a la calle no puedo contener más las lágrimas y las dejo brotar sin freno alguno. Me escuece la garganta, el pecho y me quema el corazón. Llamo a Diego. Lo necesito en este momento. Necesito a mi amor. A mi marido.
En cuanto descuelga le sollozo sin poder remediarlo.
— ¿Que pasa cariño?— Me dice preocupado.
— Por favor... ven a buscarme — es lo único que consigo decir, no me salen las palabras.
Supongo qeu Adrián le cuenta donde estoy porque pronto aparecen los dos en un coche. Yo estoy dentro del coche, llorando sin poder pararlo. De pronto Diego me abre la puerta del coche y me coge en brazos. Seguramnete la gente nos mire. No me importa. Estoy tan rota. Creo que Adrián conduce porque Diego va detrás conmigo en el Lexus y yo voy sentada en su regazo. Lloro. Él me acaricia y me acuna. Ninguna me pregunta que me pasa. Solo me acuna y me cuida. Él, mi hombre. Mi amor. Yo cuando me rompo lo necesito a él, siempre ha sido así.

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