Capítulo 37

359 33 1
                                    

**MARÍA**

Torturarme por haberme olvidado de algo tan importante no va a solucionar nada. Las quería...las quiero, pero el hecho de tener a Lucas y a Lucia me ha ayudado a cerrar su herida. Nacho por lo que se, ha estado solo. Perdió a Lila, su mujer, al irse a vivir a Australia por tal de no perderse ver crecer a su hijo, luego la muerte de Julia, la madre de su hijo, lo que hizo que él tuviera que criarlo solo, allí, tan lejos de toda su familia, tan lejos de nosotros. No entiendo porque no volvió. Porque en ese momento no me llamó. No me pidió ayuda.
Aun habiendo pasado tantos años, estoy enfadada. Me dejó... era mi amigo. Y me abandonó sin explicación ninguna. Dejó de llamarme. Tampoco me informó de la muerte de Julia, que si bien tuvimos nuestros roces, al final, nos hicimos amigas, y no solo yo, Dunia y Lorena también. Éramos todos una familia. Se fueron.
Ahora ha vuelto y muy dolido tiene que estar para empeñarse en ponernos a todos en su contra. Que yo lo conozco muy bien. Conozco a mi Nacho. Se ver más allá. Se cuánto debe estar sufriendo ahora. Veo porque está atacando así a Adrián. Es como un animal herido. Indefenso... ataca para que no le vean vulnerable. Pero yo si le veo.
Hoy a las 11 lo veré. Todos nos veremos las caras. Vamos a velar a mis hijas. Un año más, en el aniversario de su muerte y a dos días de cumplir su treinta  y dos aniversario. Treinta años de su muerte. Seguramente estarían casadas. Mía antes que Leah. Siempre me lo había imaginado así. Treinta años y no se olvida un hijo. El dolor, el recuerdo vive en ti... cada maldito segundo del día.
Diego viene a buscarme a las 9 a la habitación pero yo ya estoy despierta. No se sorprende a pesar de que cualquier otro día me encontraría durmiendo y despertarme sería toda una odisea. Pero él sabe que a mi los nervios me atacan al sueño.
— Cariño... — le miro al través del espejo en cuanto oigo que me llama, al que llevo una hora mirándome intentando encontrar la mejor manera de combinar esta falda color burdeos que me compré hace dos semanas — ¿te ayudo?—
Treinta años y este maldito día sigue doliendo casi como el primer día. El resto del año el dolor se suprime casi hasta hacerlo invisible. Vives, porque si no... mueres en vida y tienes a más gente a la que cuidar, por la que vivir. Pero hoy... cada año, el mismo día, me permito abrir esa ventana y sufrir. Aunque solo sea un poquito.
Es una reunión íntima. Dani, Dunia, Adrián, Pablo, Lorena, Sergio, que a pesar de vivir lejos cada año hace lo imposible por venir, Diego, todos nuestros hijos y este año... Nacho.
En cuanto llamé a Sergio para informarle de lo de Nacho no se lo podía creer. No es la primera vez que Nacho desaparece, pero nunca tanto tiempo y me da miedo pensar que él no sepa perdonarlo. Ni Nacho se ve solo aquí, si Sergio no es capaz de perdonarle, quizá se hunda.
Me gusta llegar antes que nadie. Sentarme junto a la tumba de mis niñas y observar sus estatuas, aquellas que Adrián hizo tallar con su forma y semejanza. Las acaricio. Les hablo. Me permito llorar un poco antes de que nadie más llegue. Diego... se queda unos pasos atrás. Se que me ve llorar, pero siempre hace ver que no. Antes de que todos empiecen a llegar me recompongo, desde el primer aniversario de su muerte, pedí que en todos y cada uno quería alegría, que no quería ver tristeza ni caras largas. Que a mis hijas se las recordaba con alegría.
Nunca hemos contado a nadie que Nacho también es padre de estas niñas, que las crió y cuidó como suyas y que a ojos de la ley, son eso, suyas. Nunca he hablado de Nacho a mis hijos. Ni a nadie más que a los que ya lo conociamos. Hoy espero no tener que hacerlo. Espero que él no me obligue a hacerlo. Espero que a mi no me intente hacer daño.
A medida que todos llegan nos vamos colocando alrededor de las tumbas. Será rápido. Les dedicamos unas palabras, y luego nos vamos al jardín de mi casa todos juntos a celebrar lo que hubiera sido el cumpleaños de ellas. Así lo hemos ido haciendo todos los años. Estoy a punto de empezar creyendo que estamos todos cuando recuerdo que falta Nacho. Y de pronto lo veo llegar. Se me hiela el corazón. ¿Cómo puede ser que no me diera cuenta el otro día cuando fui a verle?
Nacho aparece con el que diría que es su hijo, Nil. Sí, debe ser él, porque es igual que Nacho de joven. Nil empuja a Nacho que va en una silla de ruedas. Aprieto a Diego de la mano. Siento que cuando lo hago, me mira.
— ¿Lo sabias? — Le pregunto bajito. Pero no me responde.
Como si no hubiera nadie más en el mundo Nacho tiene los ojos clavados en mi y yo los tengo clavados en él. ¿Porqué no me dijo nada de esto cuando fui a verle? ¿Qué le ha pasado? Siento que me flojean las piernas y vuelvo a apretarle la mano a Diego que me la sujeta fuerte.
La pequeña ceremonia empieza con mi cabeza dando vueltas y Nacho mirándome fijamente. Por suerte Adrián toma las riendas. Habla.
— Un año más, gracias a todos por estar aquí, recordando a Mía y a Leah, estas niñas — dice mientras señala sus bustos — que en el poco tiempo que estuvieron aquí, hicieron de nosotros personas muy afortunadas... — sigue hablando pero dejo de escucharle.
Nacho está junto enfrente de mi. No parece tener nada grave. Pero si que cierto que no veo que mueva las piernas. No sería capaz de mentirme... ¿no? ¿Llevará así desde el accidente de Julia? ¿También iba él en el coche? ¡Dios mío! La cabeza me da vueltas.
Sin darme cuenta vuelvo a estar montada en el coche. No se ni como he llegado aquí ni cuanto rato a pasado. Me he perdido toda la ceremonia. he estado ausente.
— Diego... — Le digo en cuanto veo que se baja del coche.
— Cariño... Habla con Nacho, aclara lo que tengas que aclarar y luego entra en casa — miro a mi alrededor y veo que estoy en la calle de nuestra casa, ¿cómo he llegado hasta aquí? ¿Cuánto rato ha pasado? Nacho está en la acera... — Los demás están dentro ya. Te esperamos. Cuando entres, hazlo serena. Por favor.—
Diego se va sin darme su beso. Ese que tanto me tranquiliza. Me siento... abrumada. Nacho sigue mirándome y a mi creo que se me ha olvidado respirar. Bajo del coche y me acerco a él. Tener que mirarle desde arriba y verle sentado en una silla, se me hace ... extraño.
— ¡Vaya! — dice de golpe — Si que te ha impactado pequeña...—
— ¿Por qué no me lo dijiste el otro día? — me tiembla la voz. Me duele no haber estado a su lado en estos momentos tan duros. Me duele que me haya apartado.
— La silla estaba en el salón... viste solo lo que querías ver — No sé que decir.
— Pero... — Me tiemblan las piernas. Como estamos bajo la sombra de un árbol aprovecho y me apoyo en él.
— Hace tres años haciendo surf con mi hijo cogí mal una ola, me fui para las rocas y... nada, acabé así — me quedo sin aire — puedo caminar... bueno, podré volver a caminar. Poco a poco con rehabilitación. Mira... — me dice, se coge con sus manos una pierna, la levanta y veo que mueve mínimamente un poco el pie — estoy avanzando mucho — vuelvo a respirar de nuevo.
— ¿Es reversible?—
— Tuve mucha suerte — dice sonriendo.
— ¿Por qué no me llamaste Nacho? — Me agacho justo delante de él y apoyo mis manos en sus rodillas. Necesito mirarle directamente a los ojos.
— Lo hice... Cuando pasó lo de Julia no, es cierto que ahí a quien llamé fue a Adrián, estaba tan jodido que, solo pensé en él y... bueno, no pensé que él no os diría nada la verdad — no me puedo creer que Adrián hiciera eso, ni que motivos le impulsaron a hacerlo — pero me centré en Nil y simplemente me olvidé de todo lo demás... perdóname María.—
Se me encoge el corazón al oírle. Perdonarle por luchar por su hijo. Por tirar adelante su vida solo... en todo caso que me perdone él a mi por haberme rendido tan deprisa con su ausencia.
— ¿Y con tu accidente?—
— Necesitaba verte. Te llamé, pero cogió el teléfono tu hija. Vuestra voz por teléfono es muy parecida, ¿Sabes?... — se permite un momento para coger aire— no le dije nada, se me hizo un nudo en la garganta y pensé que era mejor decírtelo en persona...Llevo unos meses viviendo aquí, pero no he sido capaz de venir a verte, supongo que esta a sido mi excusa—
— Nil... es — digo al recordar haberlo visto en el cementerio — igual que tú.—
-. Si... ¿es increíble verdad? Tu hija...también— deja de hablar y pone sus manos sobre las mías — te he echado de menos pequeña — dice de pronto.
Le miro a los ojos. Los que había dejado de mirar por un instante para mirar sus manos. Parece sincero. Muy sincero. Me pongo de pie y me agacho un poco para poder abrazarlo. Es incomodo hacerlo, pero me da igual, necesito sentirle, hacía años que no le sentía. Noto como Nacho coge aire cuando me aprieto contra él y hace fuerza con su brazos haciendo que me caiga sobre sus piernas, me quedo sentada encima de ellas.
— Te voy a hacer daño...— Le digo.
— A penas siento María... abrázame fuerte— Lo hago. Con todas mis fuerzas.
No se cuanto rato pasa. Lo necesitábamos. Veinte años sin sus abrazos. Hasta hoy no me había dado cuenta de cuanto lo echaba de menos. Nacho ha sido, durante toda mi vida, él hombre de mi vida. Incluso cuando solo era un amigo de mi hermano mayor, Nacho era más que eso. Él siempre estaba ahí, a mi lado, protegiéndome, ayúdandome, cuidándome, entiendiéndome... 
— La espera ha merecido totalmente la pena ...— dice de pronto. Me aparto un poco de él y le miro. Sus ojos están cristalinos. Seguramente de estar aguantándose las ganas de llorar. Yo siento lo mismo.
— ¿Piensas irte de nuevo?— Le pregunto con miedo, no me siento capaz de volver a perderlo.
— A ningún lado pequeña... hace muchos años te prometí que a mi nunca ibas a perderme...—
— Mentiste...—
— Quiero remediarlo — Repone enseguida — si me dejas.—
— No me dejes nunca más— Me quedo encima de él, entre sus brazos un buen rato. Que sensación. Nacho acaricia mis brazos.
— Te quiero María — le miro. Veinte años y yo le sigo queriendo igual que entonces. Mi primer amor. Mi primera vez.
— Yo nunca he dejado de quererte — Sin darnos cuenta nos miramos los labios. Se lo que quiere, se lo que quiero... pero aquí no puede ser. No ahora. Ni tampoco debo, así que me levanto y me pongo bien la falda intentando disimular mi nerviosisimo.
Cuando entramos en mi casa no puedo evitar sentirme nerviosa y apenada por Nacho, a fin de cuentas le voy a enseñar toda una vida que él no ha tenido por culpa de la muerte. Pero me digo a mi misma que yo le voy a dar la familia que perdió cuando se fue y voy a encargarme de que todos vuelvan a aceptarlo. Parece que con Sergio no va a ser muy difícil porque nada más vernos entrar camina hacía él directo y aunque su tono es de enfado, yo, que conozco a mi hermano, veo en su cara amor, también dolor... pero amor. Y la alegría que siento al verle es tremenda. Sergio le quiere tanto como yo. Nacho siempre fue importante en nuestras vidas y ahora nos necesita, eso lo sabemos ver.
- Nacho, eres un cabrón impresentable... pero joder, gracias por volver. Nunca es tarde amigo.—
No creo que con los demás corra esa suerte, pero habrá que intentarlo poco a poco. Y yo voy a estar a su lado.

Descubriendo a LuciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora