Capítulo 25

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** LUCIA**

En cuanto me subo al coche Nil me mira. Es un Jeep. Muy parecido al que tiene en Menorca. Pero este es de color negro.
— Ya sabes lo que tienes que hacer — me dice.
— No quiero despedirme aun — Le digo ofuscada. Estoy cachonda. Joder. Y enfadada.
— Te ibas. Y ahora te vas a ir — Le miro y tiene la polla dura. Y pienso que si él juega conmigo, quizá yo puedo jugar con él.
El coche es alto y aunque pase alguien por al lado no podría vernos. Se desabrocha el botón del pantalón y me deja ver su tremenda y deliciosa erección. Me relamo los labios. Me remuevo en mi asiento y aprieto los muslos.
— Vamos, dale el beso — me exige.
Agacho la cabeza y me la meto en la boca sin titubear. Le oigo gruñir. Enseguida me coge del hombro y me separa.
— No. Dale el beso— Vuelve a exigirme. Pero yo vuelvo a metérmela en la boca y cuando intenta separarme de ella la succiono con fuerza. Gruñe con fuerza. Yo gimo.
— No quiero irme Nil. Quiero tu polla.... me dijiste que la ansiaría. Que la pediría. Y te la estoy pidiendo. La deseo. Dámela — Me mira. El pecho me quema. El clítoris me palpita y siento que estoy mojando el coche.
— Abre las piernas — Hago lo que me pide. No hay pudor. Necesito contacto. Me toca y en cuanto lo hace me retuerzo sin esfuerzo y gimo. Inmediatamente saca la mano. Le miro abatida. ¡No por favor! — Chúpamela mientras conduzco. No pares.—
Hago lo que me pide. Lo hago con tanto gusto que creo que podría correrme solo haciéndolo. Él gruñe mientras lo hago. De vez en cuando su mano sujeta mi cabeza y pide más profundidad. Me gusta. ¡Joder! Como me gusta. Pronto para el coche. No sé donde estamos, pero no me importa. Me aparta un poco y tira el asiento del coche lo más atrás posible y me dice que suba encima de él. Creo que él también está ansioso. Lo veo. Lo noto. Me tiene ganas.
Me subo encima de él y busco con mi entrada su punta. Cuando la encuentro me gruñe que me quede quieta. Le miro.
— Por favor — Le suplico.
— Solo cuando yo quiera te correrás. Relájate. Estás muy ansiosa — Respiro hondo. Y empiezo a buscar profundidad. Cuando la tengo toda dentro tiro la cabeza hacia atrás y Nil aprieta mis pechos, los estruja — Me encanta que no lleves sujetador.
Empiezo a moverme, pero despacio. No quiero correrme. No aún. Siento la necesidad de hacerlo solo si él me lo pide. Mi cuerpo me lo pide así y aunque tengo unas ganas irrefrenables de correrme, no quiero hacerlo aún. Su manos ahora sujetan mi culo.
— No ha estado bien tu actitud desafiante de esta noche — me dice mientras me ayuda a moverme — debería castigarte, pero no puedo negar que estos días sin ti me han hecho perder las fuerzas — Le oigo gruñir ante una sacudida mía. Creo que voy a correrme y aprieto las paredes de mi vagina. De golpe me da una cachetada y me devuelven a la realidad — No te corras Lucia — Me dice.
Oh dios mío, no se cuanto más lo voy a poder aguantar. Apoyo mis manos en sus hombros y acelero mis movimientos. Necesito correrme. Lo necesito ya. Nil mete una de sus manos entre nuestros cuerpos y con el dedo pulgar alcanza a tocar mi hinchado clítoris. Lo presiona y en cuestión de segundos estallo de placer. Él parece que también. Paro de moverme cuando el cansancio me vence y apoyo mi frente en su hombro.
— Esta vez has conseguido lo que querías... disfrútalo. No creo que vuelva a pasar — me dice.
Sigo dentro de él un rato. Sus manos acarician mi espalda bajo el vestido. Me acuerdo de Eze y maldigo haberle tratado así. Me acabo de convertir en él y he hecho eso que tanto odio que él haga conmigo. Quizá se lo merecía. Pero yo no soy así.
— Levántate — Me dice. Lo hago. Vuelvo al asiento del copiloto y le miro su tremenda erección. Sigue apuntando hacía arriba. Fuerte. Imponente. Dura y preparada —  Y límpiame.—
Así lo hago. Estoy a su merced. Lo que me pida lo voy a hacer. Soy suya. En estos momentos lo soy.
— Me ha gustado verte restregando ese bonito culo, sedienta de placer, contra el cuerpo de tu amigo — me dice mientras ahondo su polla en mi boca. Me gusta la mezcla de sabores que tiene. El suyo, que gotea por todo el duro tronco y el mío que ha quedado impregnado por todos lados.
— En tus normas, decías que mi cuerpo era tuyo y que no debía magrearme con nadie — le digo apartándome un segundo de él.
— Le tocabas a él, pero me estabas seduciendo a mi. Me mirabas a mi princesa. Te estabas corriendo del gusto por mi... — Dice sin más. Con la mano me pide más profundidad. Le gusta tanto como a mi. Se me escapa un gemido al sentir su capullo en lo más profundo de mi garganta. Le oigo gruñir — Más rápido. Voy a correrme — Dice.
Cuando noto toda su corrida en mi garganta vuelve a darme una arcada. Nil me aparta un poco y me recuerda que debo respirar por la nariz. Así lo hago. Cuando me calmo, sujetándome por el pelo, me acerca de nuevo a su miembro y hace que lama las pocas gotas que caían por el tronco. No me gusta. No sé si voy a llegar a acostumbrarme a esto.
— Te acostumbrarás — siempre parece saber lo que pienso — Y si no... lo acabarás haciendo por mi, porque a mi si me gusta.—
Me relamo los labios. Me siento los labios hinchados. Le miro. Parece tan normal que no logro entender como puedo someterme a él de esta manera. Como consigue que haga todo lo que me pide y que parezca que sea yo quien quiere hacerlo.
— Nil... — con él me siento valiente, seguro que ya sabe lo que quiero decirle, siempre parece saberlo — quiero más...—
— ¿Quieres comérmela más? — Me pregunta levantando las cejas.
— No... quiero que me folles...— le miro pero no se inmuta — Necesito que me folles... — veo que sigue sin inmutarse — por favor.—
Sigue quieto. Joder. No sé que tengo que hacer pero estoy demasiado caliente. Abro las piernas y meto mi mano entre ellas. Me toco. Nil levanta una ceja y me mira. Creo... creo que le gusta lo que ve y a mi lo que estoy sintiendo.
— ¿Lo has hecho alguna vez? — Me pregunta — Masturbarte delante de alguien — Le digo que no con la cabeza — Bien... veamos como lo haces princesa.
Coloco la espalda apoyada en la puerta y me quedo abierta hacia Nil. Levanto las rodillas  y meto mi mano derecha entre ellas. Acaricio mi clítoris. Está muy hinchado. Nunca me lo había tocado así. El pelo, tras habérmelo rasurado Nil, ha empezado a salir y ahora raspa un poco. Bajo un poco el dedo a mi hendidura para mojarlo y vuelvo a subirlo. Nil me me mira la mano. Yo le miro a él a los ojos. Presiono suavemente mi botón eléctrico, así lo he llamado yo siempre, con el dedo indice y corazón y un gemido involuntario se me escapa. Y como se que me gusta, empiezo a mover en círculos mis dedos. Poco a poco, luego ya empezaré a coger velocidad. De vez en cuando me mira a los ojos y no puedo evitar ruborizarme. Mis gemido aumentan. Su respiración también. Lo veo en su pecho.
— Metete un dedo — Nunca lo he hecho y no quiero parar de tocarme, siento que voy a correrme pronto.
— Nunca lo he hecho — Le digo.
— Hazlo — me exige. Paro de tocarme y meto un dedo dentro de mi. Está caliente. Apretado — Muévelo.—
Lo hago. Meto y saco el dedo tal y como él hace conmigo cuando me masturba. Me gusta lo que siento, pero ni por asomo es como cuando él me lo hace. Saco los dedos y vuelvo a mi botón eléctrico. Me gusta más lo que siento cuando me toco ahí.
— ¿Por qué has parado?—
— Me gusta más esto — le digo entre jadeos — o cuando me lo haces tú.—
Estoy desesperada por correrme. Veo como se acerca a mi y lleva su mano a mi sexo y me introduce un dedo, luego dos.
— No dejes de tocarte — me exige. No pensaba hacerlo.
Entre sus movimientos y los míos enseguida estallo acabando por mis incontrolables espasmos y cerrando las piernas de golpe. Me río. Y Nil se acerca para besarme.
— ¿Te llevo a casa o quieres entrar y conocer a mis amigos? — Nil a cada momento me sorprende más.
La idea de conocer a los amigos de Nil me seduce. Poder ahondar más en su faceta de chico normal, sociable, no dominante me llama la atención. Aunque el hecho de no llevar bragas y de estar en un lugar donde me conocen me abruma un poco.
— No quiero irme a casa — Le digo.
Volvemos a  Terry's y no puedo evitar sentirme nerviosa. El coche de Eze no está y me siento mal al volver a recordar como le he tratado. En cuanto llegue a casa le llamaré. Necesito aclarar con él ciertas cosas. Somos amigos y no me he portado bien.
Nil como siempre coge mi mano y tira de mi, lo hace con autoridad aunque yo vaya a su lado él siempre me domina. Me resulta un tanto incomodo estar aquí, cogida de su mano. Me da la sensación de que todos me miran al pasar. Y ya no se si me miran a mi, incrédulos, por ver que estoy con alguien como él, o le miran a él por su espectacular belleza. Su altura, además, le hace sobresalir por encima de la gran mayoría de la gente.
Sus amigos son normales. Es absurdo que lo diga, pero así es. Jorge es casi tan alto como él, moreno con ojos negros como el carbón, o al menos aquí lo parece. Y Yan es ... japonés, diría. No lo sé. O chino. No sabría decir. Aunque habla perfectamente nuestro idioma. Es mucho más bajito. Solo es un poco más alto que yo. Los tres hacen un conjunto peculiar. No me esperaba para nada esto.
Me los presenta como una amiga. Me sorprende. No se porqué... me esperaba que quizá dijera alguna otra cosa, aunque no hay otra cosa que decir. No somos nada. Son simpáticos. Sobre todo Yan. Estamos un poco apartados de la pista, a un lateral y hablar se hace más llevadero, aunque tenemos que alzar la voz bastante. Tengo la garganta seca entre tanto grito y  por habérsela estado chupando a Nil. Necesito beber algo. Nil una vez más me sorprende con su poder de leerme la mente y me pregunta si quiero tomar algo. Le pido una botella de agua. Es lo que el cuerpo me pide.
Me lo paso bien. Me sorprendo. Pensé que sería diferente. Nil es divertido. Sus amigos también. Bailamos. Bueno, yo me muevo sin más. No bailo, a pesar de que Nil me incita un poco. Pero no está jugando conmigo. Delante de sus amigos no parece que quiera ponerme en un compromiso, ni ponerme cachonda, ni nada. Se lo agradezco.
A las 5 de la mañana estoy muerta. Me duelen los pies, a pesar de no llevar tacones, no me quiero ni imaginar como deben de sentirse todas esas chicas que día tras día se calzan unos taconazos de 15 centímetros.
Salimos todos juntos. Nil coge mi mano. Me gusta que lo haga incluso estando con sus amigos. Subimos a su coche. Me subo detrás con Jorge. Yan sube delante con Nil. Bajamos las ventanillas, hace calor y salimos sudados de la discoteca.
— Tío... me muero de hambre — Dice Jorge.
— Si.. yo también. Pásate por el Mc Auto — De pronto recuerdo que tengo la casa para mi sola. Y que con este calor podríamos darnos un bao en la piscina.
— Nil... Si os apetece... podemos comernos las hamburguesas en mi casa y luego darnos un baño en la piscina.—
— Joder — Exclama Yan — ¿Tienes piscina?—
— Sí — le respondo. Nil me mira a través del espejo retrovisor. No alcanzo a ver bien su cara, hay poca luz. ¿Le habrá gustado la idea? No dice nada.
— ¿Y tus padres? — Pregunta de pronto.
— No están.—
— Oye... ¿y no tienes alguna amiga para mi? — Me pregunta Jorge de repente obligándome a dejar de mirar a Nil.
— Pues... a la que pueda llamar a estas horas, me temo que no — le digo entre risas.
Nil sube la música y parece que la conversación se tiene que acabar. Pedimos en el Mc Auto, Nil está un poco distante. Mientras aprovecho y miro mi movil. No tengo nada. Lo guardo. Cuando tenemos el pedido en el coche y oigo como me rugen las tripas por el olor que desprende Nil me dice que le guíe. Y así lo hago.
Durante un rato conduce bajo mis directrices. Cuando por fin llegamos lo miro y veo que escribe un mensaje a alguien en el móvil. Mantengo las distancias. No quiero inmiscuirme. Yan y Jorge alucinan y halaban mi casa. Yo les pido silencio hasta que entremos en la propiedad. No quiero despertar a los vecinos.
Les acompaño hasta el jardín de atrás y enciendo les digo que esperen un segundo. Entro en casa y enciendo las luces. Todas las bombillas que descansan sobre los árboles se encienden. He dado a las más tenues. También he encendido las de la piscina y desde dentro oigo como a Yan le gusta. Cuando salgo, han colocado la comida sobre la mesa y me esperan para comer.
Me siento justo en frente de Nil. Está un poco raro. Me mira y le miro a los ojos, intento hablarle con ellos, preguntarle si le pasa algo, pero creo que no me entiende, eso o no quiere responderme. Quince minutos después tengo la barriga que me va a explotar. Yan y Jorge me piden permiso para bañarse y les digo que adelante. Que lo hagan sin miedo. Se quitan toda la ropa menos el calzoncillo y se marchan al agua. En cuanto se meten. Nil me mira desafiante.
— Ven aquí — Me dice. Por fin un poco de atención — Siéntate encima de mí— Así lo hago. Me rodea con sus brazos y me da un pequeño beso en el cuello — ¿Que hace que te fíes tanto de mi? — Su pregunta me deja de piedra. No me la esperaba. Tampoco la entiendo. No se a que viene. ¿Quizá porque lo he traído a casa?
— ¿Por qué no iba a hacerlo? — Me da un toquecito en la pierna para incitarme a que me siente a horcajadas sobre sus piernas. Lo hago. Hago todo lo que me pide. Siempre.
— Hoy me apetece darte algo... — se queda callado lo que me parece una eternidad. Mira a sus amigos como se bañan y luego vuelve a mirarme a mi — Creo que Yan y Jorge pueden quedarse un rato solos.... Vamos, llévame a tu habitación — ¡Si! Esto se pone interesante.
Nos cogemos de la mano y esta vez soy yo quien tira de él. Le guío el camino. Aun así, tengo la sensación de que es él quien sigue teniendo el poder. Cuando llego y cierro la puerta, me suelta la mano.
— Desnúdate — me dice. Lo hago. Mientras lo veo mirar alrededor.
Mi habitación es mi santuario. Siempre ha sido así. Es el lugar donde mejor me siento. Las paredes están pintadas en un tono amarillo pastel, la cama es de metro cincuenta de madera blanca y en el cabecero repleto de cuadros de paisaje varios. A un lado mi escritorio al que le rodean dos grandes librerías repletas de libros y apuntes. Al otro lado la puerta del vestidor que además lleva al baño. Tengo fotos por toda la habitación y en algunas salimos yo y Eze. Las miro cuando veo que las mira. Espero que no le incomode que estén ahí. Eze es mi amigo. Unas cortinas en azul celeste le dan un toque de color a la habitación, a juego con los cojines que descansan sobre la colcha blanca.
Cuando me he desnudado Nil se acerca a mi y me acaricia el cuerpo, primero empieza por los hombros, los brazos, y sigue por mi tripa, la espalda, las caderas, coge mi culo y lo aprieta.
— Hemos follado... — Dice de pronto. Ahí está de nuevo esa voz que tanto me aviva — Ahora quiero hacerte el amor. Me apeteces.—
Me tumba despacio en la cama mientras con su boca recorre cada centímetro de mi cuerpo. Me estremezco. Su lengua me lame y el contacto de su saliva me deja una estelada de pequeños microorgasmos en mi piel. Se deleita con mi ombligo. Con mis pechos. Con mis muslos. Con sus manos me abre las piernas, me las sujeta por debajo de los muslos y me las eleva. Yo las doblo dejándole así todo mi sexo a la vista. Lo mira. Me sopla. Me retuerzo. Acerca la boca y pasa suavemente la lengua por mi clítoris.
— Estás muy excitada — Me dice. Espero que me diga que no puedo correrme. Pero no dice nada.
— Tú lo provocas — le digo. Su lengua me acaricia mi hinchado botón y enseguida me corro sin poder remediarlo. Cuando lo hago. Posa su mano en mi barriga y con la otra busca mi mano y entrecruza sus dedos con los míos. Es... es... no tengo palabras para describir este momento. Nil puede ser maravilloso.
Lo que me hace sentir...
Como me hace sentir...
Siguiendo con su camino de besos llega hasta mi boca. Nos besamos. Lo hago con ansia. Le deseo. Siento como, mientras, se desprende del pantalón. Su polla está ya dispuesta, rozando la entrada de mi sexo. ¡Si! Muevo mis caderas buscándola. Espero que me riña. Que me diga que soy una ansiosa y que debo esperar. No lo hace. Solo me besa. Sus manos me acarician. Juegan con mi pelo. Y me penetra. Lentamente. Cuando lo hace, deja de besarme y me mira. Sus ojos... sus preciosos ojos color miel. Tan intensos que duele mirarlos. Me muerde el labio y luego vuelve a mirarme. Se mueve despacio, haciendo también círculos dentro de mi.
Lo gozo...
Lo disfruto...
Se lo hago saber con cada gemido que sale de mi garganta. Clavándole las uñas en su espalda. ¡Oh si! No para. No deja de mirarme. Yo no dejo de mirarle tampoco. Se aprieta contra mi y con sus movimientos empieza a rozar su cuerpo contra mi clítoris. Esto es fantástico. Nunca había sentido nada parecido. Con Nil siempre es toda una experiencia. Siento que viene. La oleada de placer llega. La noto. Aumenta su velocidad un poco y los empellones son también más profundos. No puedo mas. Voy a correrme.
— Me voy contigo princesa — Me dice.
Estallamos los dos. Le oigo gemir. Que no gruñir. Y yo tras él ahogo un grito en su boca. Le muerdo el labio. Cuando deja de moverse apoya la frente en la mía y sin darme cuenta siento que me caen lágrimas de los ojos. Nil me mira, y me las seca. Me besa en los labios. Suave.
— Esto... es hacer el amor — Me dice.

Descubriendo a LuciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora