Capítulo 12

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**LUCIA**

He perdido el control de mi misma. Eze saca lo peor de mi. Todo esto ha sido por su culpa. Yo jamás me he emborrachado, pero ha sido verle con esas tías haciéndose fotos y coqueteando con ellas que no he podido parar. Teo es un gilipollas, pero Eze no debería de haberle pegado, no hasta que me ha visto en el coche con él. Teo se ha pasado, yo le he dicho que me sentía mal y pensaba que me estaba sacando a la calle para ayudarme, pero ha querido aprovecharse de mi. Quizá las chicas hacen eso, pero yo no. Yo no quería. No quiero. No con él. Eze me ha salvado, no se que hubiera pasado si no hubiera aparecido.
Oh dios, he vomitado delante de él. Yo, doña perfecta. Yo, doña que nunca bebe. Yo, doña puritana, o así me llamaban en el instituto. Yo. Yo he vomitado y él me ha sujetado el pelo. Tengo un sabor de boca horrible. Eze me da un poco de agua y hago gárgaras. Me da vergüenza mirarlo.
Sigo muy mareada y no puedo ir a casa así. No quiero que me vean así, así que le pido a Eze que me lleve a su casa. Será lo mejor. En el coche mientras conduce, aunque me siento muy mareada cojo el móvil y le escribo un mensaje a Jimena. Le digo que Teo es un imbécil y que me voy a casa que me encuentro mal. Pronto me responde con que va a patear a Teo y que mañana me llama.
Eze me pregunta un par de veces si estoy bien. Le digo que si. El aire fresco de la ventanilla me está sentando bien.
¿Sabes esas veces en las que te das cuenta de que algo no va bien pero aun así te empeñas en seguir adelante? Porque te sientes bien, porque esto no está tan mal y porque si voy a caerme que sea desde bien arriba y contenta. Que no pasa nada, ya me levantaré. Pues creo que esto es una de esas veces.
En casa de Eze me siento algo mejor. Me ha traído agua y un paracetamol y me dice que me de una ducha. Me deja sola en la habitación y me desnudo. Miro su cama. Siguen las mismas sábanas en las que dormí el otro día. ¿No las ha cambiado?
Dejo caer el agua sobre mi cuerpo un buen rato. ¡Dios! Como he podido dejar que todo llegue tan lejos. No me gusta beber. Yo nunca bebo. Tampoco salgo ni me subo a ningún sitio a bailar y mucho menos salgo a la calle con ningún tío. Teo es un gilipollas. En cuanto me encuentre bien pienso ir a cantarle las cuarenta. ¡Ya le vale! Sigo en la ducha que Eze llama a la puerta.
— ¿Todo bien? — Le digo que si — Es que estás tardando mucho y me he preocupado.
Voy a parar el agua y no se que hago que me resbalo y me caigo en la ducha. Grito. ¡Joder que daño! Eze de pronto entra. Estoy desnuda y me intento tapar como puedo con las manos.
— Perdona Lucia — Se gira — He oído el golpe y tu grito y me he asustado.
— NO MIRES, DAME UNA TOALLA! — Le grito. ¡Auch! Que daño.
Me tira la toalla y me tapo como puedo, entonces se gira y me ayuda a levantarme. Madre mía, que dolor de culo. Salgo y me duele tanto que hasta me caen un par de lágrimas. Eze me mira y me seca las lágrimas con sus manos. Me pregunta donde me he hecho daño y cuando el digo que en el culo se ríe. ¡Vaya tela! Le pego un puñetazo en el hombro y se ríe aun más.
— Eso te pasa por beber — Vuelve a reírse y yo enfadada me voy hasta la habitación y le cierro la puerta.
Se queda detrás de la puerta.
— Perdona Lucia, no te enfades — Me dice desde el otro lado. Le digo que se calle. Ya le vale. Me duele un montón.
Cuando salgo de la habitación con una camiseta suya y unos calzoncillos que me ha dejado para quitarme mi ropa que estaba vomitada, oigo que se está duchando él. Me siento en el sofá y pongo la tele. Ya me siento mucho mejor y tengo hambre así que voy a la cocina y rebusco en la nevera. Veo un poco de queso, me corto unas lonchas y cojo un trozo de pan. Cuando sale me ve en el sofá comiendo.
— Veo que ya te encuentras algo mejor — Le miro. Uf, está con un pantalón corto y juraría que no lleva calzoncillos porque lleva el pantalón muy muy abajo y no veo ni rastro de la cinturilla del calzoncillo. No lleva camiseta y aun tiene algunas gotas de humedad y el pelo mojado.
No lo puedo evitar, mi cuerpo reacciona solo, como si su cuerpo me provocara electricidad estática, noto los vellos de mi cuerpo como se erizan y una pequeña descarga entre mis muslos. Le digo que si con la cabeza y sonríe. Se sienta a mi lado con el cuerpo girado un poco hacía mi y una pierna doblada. Yo miro la tele pero me siento observada así que sin mirar le pregunto si le pasa algo. Oigo como suelta una carcajada. Le miro. Esos ojos. ¡Joder Eze, vale ya!
— Lucia, quiero besarte otra vez — Trago saliva. Y yo que me beses Eze, y yo. Pero no se lo digo — No se cuando ha pasado, cuando he dejado de verte como una niña pero... mírame — Lo hago — No puedo resistirme a ti.—
— No soy un juego Eze, no soy como las demás chicas con las que te acuestas.—
— Lo sé rubia— Suspiro. Creo que va a besarme porque está mirando mis labios.
Creo que nunca me habían besado igual. Que tampoco me han besado mucho. Pero Eze parece que le pone ganas. Me aprieta contra su cuerpo y siento sus manos sobre mis caderas, bajando por mi culo. Me lo estruja y hace fuerza para moverme, me dejo llevar y me sube encima de sus piernas. ¡Oh dios! No quiero que esto pare nunca. Eze lo pone fácil, seguirle el juego es maravilloso. Su lengua busca a la mía y cuando la encuentra la saborea. Su saliva en mi saliva, sus labios apretando los míos, su piel rozando la mía. Me respira en la boca e inhalo su aliento. Me gusta. No pares por favor, nunca. No dejes de hacerlo. Noto como hace fuerza con la camiseta y me la levanta un poco para tocarme debajo de ella. Me dejo hacer. Me gusta. Tiene las manos calientes pero aun así siento frío. Me hace cosquillas. Me toca la espalda y luego la barriga y sube hasta llegar a mis pechos, pero siento que para, que no me los toca.
— No pares — Le digo sin vergüenza, sin miedo. Porque lo quiero todo de él.
Mueve sus manos y me toca los pechos. Los aprieta pero con suavidad. No para de besarme y me alegro. Su boca es genial. Deja de tocarme los pechos, no se cuanto rato ha pasado pero también para de besarme. Abro los ojos y le miro. Me cuesta respirar, mi corazón va a mil y me siento como si acabara de pegarme una carrera de las largas. Resopla.
— ¿Que pasa? — Ya va a volver a dejarme. Lo veo.
— Si no paraba ahora, no se si iba a poder parar— No quiero que pare.
— Pues no pares — Se muerde el labio de abajo y se chupa el de arriba. Me sujeta el culo y lo aprieta.
— Lucia... - Suspira. Creo que ya se que le pasa. Soy virgen y no querrá ir más lejos. Por si no quiero.
— Estoy lista Eze, no pares.—
— No soy el indicado para tu primera vez rubia — sigo encima de él, siento la presión de su erección clavándose en mis muslos. Le miro. Se muere de ganas tanto como yo.
— ¿Por qué?—
— Por que soy un gilipollas.—
— Me da igual Eze, ahora lo necesito, no me dejes así por favor, mírame, estoy deseosa — me remuevo encima de él y aprieto mi sexo contra el suyo. Veo como aprieta los dientes y yo sin querer suelto un pequeño gemido.
— Lucia... — Dice entre gemidos.
— Hazlo... fóllame— No se de donde saco el valor para decirlo, pero lo hago, Quiero que me folle. Quiero que lo haga. Y veo en su mirada como quiere hacerlo porque se muerde el labio y vuelve a besarme, se levanta del sofá conmigo en brazos. Grito y me río al mismo tiempo. Camina conmigo en brazos hasta la habitación y me tumba en la cama despacio.
— Voy a mimarte mucho rubia — Y si ya le quería con esto que ma acaba de decir me ha comprado totalmente.
Hacer el amor con Eze ha sido la mejor experiencia que he tenido jamás. Ha sido cuidadoso en todo momento y me ha hecho sentir una mujer. Después de tumbarme empezó a recorrer todo mi cuerpo con sus labios. Me hizo vibrar y gemir sin tan siquiera haber tocado mi sexo. Cuando me quitó la camiseta, a pesar de todo lo que siempre me había imaginado yo de cuando llegara este momento, todas esas inseguridades que yo creía que iba a tener y esos miedos, no estaban. Ni rastro. Me sentía segura y bonita bajo sus caricias. Me miró el cuerpo y no tuve ganas de taparme. Y cuando me quitó el  calzoncillo que llevaba puesto y me acarició pude notar que lo hacía con cariño. Primero me metió un dedo. Y me preguntó si me dolía. No Eze, no me duele, solo siento placer. Le dije que nunca nadie me había tocado y recuerdo ver su sonrisa. Sí, eso le gustó saberlo. Cuando me penetró me preguntó varias veces si estaba lista y me repitió que le dijera si me dolía. Me dolió, un poco, pero no le dije nada. Aun así paró. Se quedó con la polla dentro de mi. El peso de su cuerpo en mis caderas, sus brazos en tensión apoyados al lado de mi cabeza. Su respiración sobre mi boca.
— Tranquila, no me voy a mover hasta que deje de dolerte— Se quedó quieto hasta que me relajé y entonces empezó a moverse. ¡Dios santo! ¡Que placer! Fue lento al principio, luego fue subiendo de intensidad y yo empecé a gemir. De vez en cuando me besaba, otras se incorporaba un poco para mirarme y otras lamía mi cuello.
Mágico. Maravilloso. Ideal. Ni en mis mejores sueños.
Cuando acabamos se tumbó a mi lado. Recuerdo su gruñido final, se me ponen los pelos de punta y vuelvo a sentir como me humedezco. Yo gemí con mas fuerza. Siempre había pensando que esto de gritar era fingido, pero no, sale, sale solo, sientes tanto dentro de ti que necesitas expulsarlo de alguna manera. Me corrí... él me hizo llegar al mejor orgasmo que he tenido en mi vida y me besó al acabar.
Le quiero con toda mi alma y haber esperado tanto tiempo ha merecido totalmente la pena. Porque siempre he oído experiencias malas con la primera vez, momentos embarazosos, dolor, poco respeto, ir al grano, con gente que no merecía la pena... pero yo no. Yo he conseguido la perfección a la primera.
Nos quedamos dormidos abrazados, yo sobre su pecho y cuando me despierto estoy tumbada de espaldas a él y me agarra de la cintura. Me puse la camiseta pero no me puse bragas y tengo su cuerpo pegado a mi. Me muevo un poco y le despierto.
— Buenos días rubia — Me agarra del hombro y me gira, queda un poco sobre mi y me da un pequeño beso en los labios. Esto es genial. No está pasando de mi y me alegra — ¿Te duele?
Respiro hondo e intento sentir mi cuerpo. Pues si, me duele un poco. No pensé que esto pasaría. Creo que debe ver mi cara de sorprendida porque añade:
— Tranquila, es normal. En un par de días se te pasará — ¿Un par de días? Yo pensaba repetir hoy otra vez. ¿Y porqué sabe tanto del tema? ¿Habrá desvirgado a muchas chicas? Seguro. Yo no iba a ser especial, claro.
Me aparto de él y me siento sobre la cama. No me encuentro bien. Pensé... ilusa de mi pensé que iba a ser su primera en algo, que quizá esto de desvirgar a una chica iba a ser nuestro. Pero no. No soy más que una chica más en su vida. Una de tantas. Se sienta detrás de mi y me abraza. Me pregunta que me pasa pero no respondo. Me insiste y al final le digo:
— Para mi has sido el primero y nunca voy a olvidarte pero yo para ti solo soy una más — Sale de detrás de mi y se agacha en el suelo justo delante de mi. Me agarra el mentón y le miro.
— Ni por un momento pienses que eres una más Lucia. Si, claro que me he acostado con muchas chicas, tantas que ni sabría decirte cuantas, pero... ninguna es como tu. No lo dudes nunca.—
Te voy a querer siempre, no hay nadie como tú, eres especial, son palabras que decimos a la ligera, pero no podemos saberlo, nunca podemos saber si realmente esta vez es la definitiva, si eso que sentimos lo vamos a sentir siempre, si nuestro amor será duradero. Yo se que le quiero desde que tengo uso de razón. Se que al principio era distinto, claro, no le quiero de la misma forma ahora que con 5 años. Pero yo siempre he querido casarme con él. Si es que me acuerdo y me da la risa.
Tenía unos 9 años. Tío Pablo estaba organizando el cumpleaños de mamá, una tradición que él nunca ha querido perder ni ceder a nadie. Yo le estaba ayudando y Eze también, él por aquel entonces tenía 16 años y ya había salido con alguna que otra chica. Me cogió la mano para cruzar la calle y recuerdo que me imaginé con él subiendo al altar. Me puse nerviosa y me empezó a sudar la mano, se dio cuenta, me miró y me preguntó si estaba bien.
— ¿Tú quieres casarte algún día? — Le pregunté sin más. Me dijo que no, y aunque en un primer momento me puse triste luego recuerdo que pensé que no importaba, que seguro que algún día me querría y entonces si querría casarse conmigo. ¡Que fácil era todo! Y que gran autoestima la mía. ¿Cuándo la perdí?
Como decía... yo se que mi amor por él, si seguimos el patrón y nos remontamos al pasado, a los hechos y a lo sucedido, yo le he querido siempre y parece más creíble que vaya a hacerlo en un futuro. Pero él... justo acaba de mirarme distinto. ¿Cómo puede saber que no hay ninguna como yo?
Me da rabia, me molesta no poder tragarme sus palabras y sentirme bien y feliz. Que en un primer momento me gusta pero luego le doy vueltas a la cabeza y es una mierda. No voy a ser especial en su vida, ni la única en nada, ni nadie a quien recordar. No voy a ser nada.
Pasamos el día juntos. Yo no tengo que ir a trabajar y él tampoco tiene nada importante. En un par de ocasiones coge el móvil y graba un par de story's para instagram, pero nada más. Le miro de lejos. Cuando graba parece otro.
A la hora de comer llamo a mamá, estaba durmiendo y la despierto. No se porque no he heredado su faceta de dormilona. Lucas también es un dormilón. Yo soy más como papá. Me pregunta donde he dormido pero me pongo nerviosa y le digo que con Jimena. Eze me mira y cuando cuelgo me increpa.
— No deberías mentir — Tiene razón, pero no he podido evitarlo. Quizá si hubiera sido Adrián o papá me hubiera salido decir la verdad, pero con ella no.
Nada ha sido raro entre nosotros, aunque yo en un par de ocasiones he sentido vergüenza al recordar lo que hicimos anoche. Después de comer me dice de ver una peli. Acepto. Vamos al sofá y es él quien me agarra para que me acurruque en su hombro. Me gusta. Me gusta que lo haya hecho. Llevamos 20 minutos de película, de la que a penas me estoy enterando porque no paro de pensar en su piel rozando la mía cuando su mano derecha, la que me rodea el cuerpo, empieza a acariciarme por la clavícula. ¡Uf, que calor! No se dónde va a llegar esto, pero no quiero que pare.
La verdad es que no sabría explicar de donde he sacado el valor, supongo que mi cuerpo ha reaccionado solo. Todo aquello que antes no me atrevía a pedir o hacer era porque no conocía las consecuencias de ser más atrevida. Ahora si, se que si sigo, que si no paramos, quizá vuelva a pasar lo de anoche y no hay nada que me apetezca más en este momento. No tengo miedo, ya no. No tengo vergüenza. Ya no. No con él, no ahora, no porqué siento calor, siento deseos de él. Y lo siento así con una sola caricia. Eze puede hacerme esto con solo una caricia. Me subo encima de él. Puedo distinguir en su rostro sorpresa y alegría. Si, parece que le ha gustado que lo haya hecho.

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