Capítulo 13

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**EZEQUIEL**

No he debido hacerlo, siento que he perdido el control de mi vida. No soy yo, es ella quien me domina. ¿Qué ha hecho conmigo? Hacer el amor con ella ha sido sin duda lo más increíble que he hecho nunca. Su cara, su expresión, su niñez. Hace unos años desvirgué a un par de chicas, sin yo saberlo claro, pero nada como esta vez. Nadie como ella. Su inexperiencia, su bajo control, su dejarse llevar, su confianza en mi... ¡Maravilloso! Y ahora no creo que pueda parar nunca.
Hubiera estado follando con ella toda la noche, y luego toda la mañana, pero no he querido parecer un salido o que iba a lo que iba. Quiero que se sienta bien y a gusto. Fíjate, si es que no parezco yo. Normalmente soy un capullo con las tías. Busco mi placer y hago todo porque se corran pero después del sexo, no quiero caricias, ni ver películas abrazados a ellas, quiero más sexo y luego adiós.
En cuanto Lucia se me ha subido encima la polla me ha dado tal sacudida que no he podido reprimirme de besarla. Pero no debo seguir, le va a doler. No la tengo pequeña y estaba muy muy prieta. ¡Joder! Es recordarlo y se me pone aun más dura. Tengo que sacarla de encima de mi o va a notarla. La tengo como una piedra. Pero su lengua... sus manos en mi pelo. Está desatada, quiere más, quiere de mi lo mismo que le di anoche. Puedo dárselo, quiero dárselo, pero no debo. Aparto su boca de la mía. Me mira. ¡Mierda!
— Lucia, te va a doler — Se lo digo, no quiero que piense que es por que yo no quiero.
— Eze...— se queda callada y suspira, mueve un poco las caderas y creo que está sintiendo mi bulto. Le sale un pequeño gemido involuntario y cierra los ojos, ¡Joder niña! Me mira, y se muerde el labio — No pares, por favor — ¡A la mierda!
La agarro del culo y la llevo a la cama. Para ser cuidadoso necesito una cama, ya habrá tiempo de follármela en el sofá, o en la ducha o en el coche. Ahora quiero hacer las cosas bien. Y primero voy a jugar con mi lengua en su precioso y prieto coño.
Siempre me ha sorprendido la variedad de sabores que tienen los jugos de la mujer. No se si será cuestión de la persona o de lo que comen, pero son tan distintas entre si que me abruma. Lucia sabe a pureza. Tiene un sabor suave y un olor casi neutro. Sabe como a frescor. Me gusta. La degusto con ansia y puedo ver como se retuerce. Que niña es. No se toca los pechos, no se los estruja, no arquea la espalda, no me tira del pelo, no sujeta mi cabeza con sus manos. Solo se deja llevar. Su vientre sube y baja y sus pezones están duros. Gime. Le meto un dedo y la miro. Ella tiene los ojos cerrados. ¡Joder Lucia, ¿qué estás haciendo conmigo?!
Su inexperiencia me desata de una manera que antes no me había pasado. Quiero hacerla vibrar. Necesito que sienta que no es una más. Es que no es una más. La estoy tocando y pienso que quiero seguir haciéndolo mañana, y la semana que viene. No quiero parar. Me tumbo a su lado mientras la sigo masturbando con mis dedos. La beso en el cuello. Me gustaría que me la chupara. Debe de estar preciosa con la boca en mi polla. ¡Uf... ! Solo de pensarlo voy a correrme y creo que ella también así que subo la intensidad de mis movimientos y la beso. Se corre. Esos pequeños espasmos que le dan y la risa tonta que le sale al final me hacen saber que si. Sonrío pero sin despegar mis labios de su boca. La miro y observo como poco a poco recupera el aliento. Abre los ojos y me mira. ¡Joder, que bonita es!
Si fuera otra, estaría cogiendo su cabeza y guiándola hasta mi polla. Pero con ella no. No voy a ser así, no voy a pedirle hoy nada. No quiero que se vea forzada a hacer nada solo por complacerme. Hoy quiero que sea ella la que disfrute.
— ¿Quieres seguir? — No me reconozco. Yo nunca pregunto. Actúo. Por supuesto leo las señales de las mujeres y si veo que no estás predispuestas no sigo, pero nunca pregunto. Con ella siento la necesidad de estar seguro de que todo lo que hace es porque quiere. Me dice que si y me pongo el preservativo.
Me mira mientras lo hago y pienso que un día querré que me lo ponga ella. ¡Oh si! Y con la boca. La polla me da una sacudida y siento que voy a explotar. Me encantaría metérsela y follármela duro y fuerte, como me gusta, pero hoy no. Ya habrá tiempo.  La penetro lo más suave que puedo pero aun así se queja. Sabía que iba a dolerle. Ya la he avisado. Aprieta los ojos. Le duele demasiado. Paro, me quedo quieto dentro de ella. No se relaja. No cede el dolor y la saco. Se queda unos segundos con los ojos cerrados y se muerde el labio.
— No te sientas mal rubia, ya te dije que te dolería — Me mira. Creo que se siente mal. La beso. No quiero que esté mal.
Mientras la beso con mi mano le masajeo el clítoris. Si, esto si que te gusta princesa. Lo veo. Gime. Paro de besarla y acerco mi boca a su oreja.
— Un día no te dolerá y follaremos bien duro rubia, ahora disfruta de las pequeñas cosas — No me reconozco.
Se corre en mi mano y no puedo evitar sonreír al ver como infla las fosas nasales cuando se corre. Preciosa.
Me quito el preservativo. Hoy ya no va a haber más sexo. Se queda tumbada, desnuda. La observo y me tumbo a su lado. Le acaricio la piel y siento como se le ponen los pelos de punta.
— Nadie me había tocado — Me dice. ¿No? Pensaba que era virgen pero solo eso, pensaba que había jugado un poco. Me sorprende mucho.
— ¿Y tu sola? -- Imaginármela tocándose ha sido mala idea. Se me está poniendo dura otra vez y no llevo ropa interior.
— Bueno... alguna vez — Mírala. Lo dice con vergüenza. Increíble. Es Increíble su pureza.
— No sientas vergüenza. Tocarse uno mismo es algo natural, y te aseguro que a los tíos veros como os masturbáis es una experiencia increíble— Me encantaría ver como te tocas Lucia, y te lo pediría. Pero hoy no. Ya habrá tiempo para eso. 
La tapo con la sabana y la sigo acariciando. Durante un rato hablamos. Me cuenta con alegría lo de irse a vivir al piso de Pablo, me encanta la idea, está solo a dos calles de mi piso y eso me gusta. Me imagino colándome en su casa por las noches para ir a follármela y se me vuelve a poner dura, así que me excuso y voy al baño. Necesito una ducha y una paja.
Me estoy duchando, pensando en ella, en su sabor, en sus gemidos, en su piel y mientras me estoy masturbando.
No se cuanto tiempo lleva ahí, no se porqué ha entrado, no sé que se le pasa por la cabeza pero cuando abro los ojos veo a Lucia mirándome. Me asusto. Dejo de tocarme y le pregunto que hace ahí. Me mira a los ojos y a la polla y luego vuelve a mirarme a los ojos.
— ¿Por qué te estás masturbando? — ¡Vaya! Creo que no es consciente de que me he quedado con un buen dolor de huevos. Paro el agua y salgo de la ducha mientras cojo una toalla y me tapo un poco.
— Yo no me he corrido Lucia y no por falta de ganas, cuando eso pasa, me duelen los huevos si no descargo tensiones — ¿En serio no lo sabías?
No sé que es lo que está pensando. Se queda unos segundos callada delante de mi hasta que se acerca, se pone de puntillas y me besa. La agarro de la cadera y me aprieto contra ella. ¡Joder sus labios! La toalla se me cae y de pronto siento sus pequeñas manos sobre mi polla. ¡Joder! Mueve la mano torpemente, pero no quiero que pare, necesito más, necesito correrme. Le agarro la mano sin dejar de besarla y le enseño como quiero que me toque. La guío un rato hasta que se la suelto y dejo que siga ella sola. ¡Sí, así! Lleva mi camiseta puesta pero me da igual. La aparto un segundo de mi, tiro de ella y la meto conmigo en la ducha. Enciendo el agua y la vuelvo a besar. En un primer momento su mano no vuelve a mi polla, pero cuando lo hace se me escapa un gruñido. No pares Lucia, por favor. Me sorprendo diciéndolo en voz alta.
El agua corre por nuestros cuerpos. Sus labios sobre los míos, su lengua en mi boca y su manos en mi polla y no puedo más que voy a estallar. Se lo hago saber. Le digo entre susurros que voy a correrme y lo hago. Se aparta de mi boca y me mira. Mira como expulso todo el placer que con su mano me ha dado. Sigue tocándome hasta que la paro. Me muerdo el labio. La miro. ¡Joder si! Le quito la camiseta mojada sin pensarlo demasiado y me meto uno de sus pechos en mi boca. Y luego vuelvo a besarla, le acaricio el clítoris y le introduzco un dedo. Está empapada y siento que será fácil meterle otro dedo. Lo hago y grita. Paro y la miro.
— No pares Eze — Sonrió. Vuelvo a meter los dedos y la masturbo mientras la beso. No tarda en correrse y la sujeto porque le flaquean las piernas.  
Se ríe. Me encanta su risa tras el orgasmo. Es tan involuntaria. Le enjabono el cuerpo con mimo y ella para mi sorpresa hace lo mismo con el mío. Me gusta. Podría acostumbrarme a esto. 

Descubriendo a LuciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora