Capítulo 31

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**LUCIA**
Hacía demasiado que no estábamos todos juntos. Es lo que más me gusta de mi familia. Que a pesar de todo. Siempre estamos. Dunia y Dani están en pleno divorcio, amistoso, en nuestra familia no hay cabida para malos rollos y si han dejado de quererse como marido y mujer, no implica que hayan dejado de hacerlo como amigos, como personas o como miembros de nuestro grupo. Así que dejando de lado todo aquí están, en la playa. Dunia está charlando con Lorena bajo la sombrilla y Dani tomando una cerveza con mi padre junto a la orilla.
Adrián ha venido solo, una vez más. No le culpo. Sigue enamorado de mi madre, se le nota demasiado y me lo ha dejado caer demasiadas veces. Aunque nunca le falta compañía femenina, para los momentos importantes, solo estamos nosotros. Además supongo que con su "negocio" de tráfico tampoco tiene tiempo para parejas estables. Mi padre y mi madre están mucho mejor. Cuando los he visto llegar juntos, de la mano, con ese brillo especial que siempre han tenido pero que últimamente habían perdido me ha sorprendido, para que engañarnos. Me temía un divorcio más. Parece que la soledad de la casa les ha venido bien.
Pablo y Lorena siempre están bien, mi tío es atento y Lorena es un cielo. Blanca se parece mucho a ella. Me sorprende que hoy esté aquí, teniendo en cuenta que habrá estado trabajando hasta bien bien las 7 de la mañana. Fran, su novio también ha venido, está charlando con Julen, su cuñado. Si es que hoy estamos todos.
Lucas y Marta aun no han llegado. Porque se habían ido a casa de los padres de ella a cenar y de paso se habían quedado a dormir allí y llegan con retraso. Pero también vienen. Carla, la pequeña de los primos está tomando el sol hablando por el móvil con alguna de sus amigas. Es toda una rebelde. Está en esa fase en la que estar con la familia un domingo por la mañana le molesta más que gustarle. Se le pasará. A todos en algún momento nos ha pasado. Bueno, menos a mi. Yo siempre he sido la nota discordante. A mi la familia me ha tirado mucho. Muchísimo.
Eze y yo hemos venido juntos. Claro, hemos dormido juntos. NO es la primera vez. No pasa nada. Nadie ha notado nada raro. Nadie ha pensado nada raro. Aunque yo si me he sentido diferente. Ayer... me abrí más a él de lo que nunca lo había hecho. Ayer me sentí mejor que nunca entre sus brazos. Eze me hizo sentir fuerte. Me hizo sentir que tenía el poder. A diferencia de con Nil, con él me siento libre, fuerte y con voluntad. ¡Ojo! No desmerezco a como me siento con Nil. Me gusta como me siento con él, el placer, las sensaciones que me poseen cuando Nil me controla. Pero lo de ayer me elevó a un nivel distinto. Y creo que Eze sintió algo... también.
Yo, como siempre estoy bajo la sombrilla. Odio el sol con todas mis fuerzas. Es notarlo sobre mi piel y me sofoco. Me cuesta respirar. Me ahogo. No se como puede la gente pasarse las horas bajo el como si nada, empezando por mi madre, que lleva desde que hemos llegado, tumbada sobre la toalla sin a penas moverse.
Todos van y vienen del agua, yo no. Me da por recordar cuando Nil me llevó a la cueva y consiguió que me metiera en el agua. Pienso... que si Eze me cogiera y fuera con él, quizá sería capaz de bañarme. Desecho enseguida la idea. Están mis padres, mis tíos, sus padres, mis primos... ¿Que cojones me pasa? De pronto me suena el móvil. Es Nil.
Se me corta el aire. Nunca había tenido que hablar con él con tanta gente presente. Así que me levanto y lo cojo mientras me alejo sintiendo como Eze se me queda mirando.
— Hola — le digo en cuanto descuelgo.
— Buenos días princesa — Me dice con su voz arrolladora — NO estás en casa, deduzco por el sonido de fondo. ¿Dónde estás?—
— En la playa... los domingos siempre vamos a la playa en familia.—
— ¿Y a que hora puedo hacer uso de tu cuerpo princesa? — Se me cierra la glotis de golpe y un cosquilleo recorre toda mi entrepierna. Jesus, que poderío tiene conmigo.
— Suelo llegar a casa cuando anochece, me gusta cerrar la playa... —
— ¿A las 11 entonces? —Parece que lo tiene claro. Hoy quiere verme. Trago saliva. Juraría que solo de pensarlo ya estoy húmeda. Me giro para mirar a los demás y veo a Eze mirándome fijamente. Mierda. ¿Habrá notado algo? Aprieto los muslos y al segundo lo deshago recordando lo que NIl me dijo, lo de las señales.
— Te llamo luego Nil... — Digo sin más y cuelgo. En cuanto lo hago cojo aire, lo retengo y lo suelto despacio.
Tengo que hacer algo. Eze se levanta y se acerca a mi. Si se ha dado cuenta, me muero... porque se va a enfadar y con razón.
— Si estás cachonda... yo puedo ayudarte — me dice, en la oreja, susurrando. Se me ponen los pelos de punta. Me aparto un poco de él y lo miro.
— Pero... —
— Ya empiezo a conocer esa faceta de ti... la que me quedaba — Dice todo orgulloso. Me muerdo el labio. Ganas no me faltan — ¿Quieres dar un paseo en moto? — Me susurra de nuevo en la oreja. Se aparta de mi y me guiña el ojo. 
Se aleja de mi y va de nuevo hasta donde están todos. Voy tras él, cuando llega veo como se acerca a Julen y Fran.
— Chicos... ¿os hace un paseo en moto? — Luego mira a Adrián — ¿Adrián, nos dejarías tú moto para Fran? — Veo como le dice que si. Julen y Fran se levantan. Blanca dice que también se apunta.
Yo sigo con el miedo, pero se que Eze no dejará que me caiga y al final me acabó gustando. Lo único que hizo que entrara en pánico fue cuando se tiró al agua, que está vez no lo haga y punto. Cuando están por irse, veo que Eze me echa una mirada y digo que también me apunto.
— Vaya Lucia... ¿quien te ha visto y quien te ve? — Dice Blanca mientras me tiende su mano para que se la coja.
Volver a subirme a la moto de agua con Eze hace que sienta un cosquilleo especial dentro de mi. Aquí fue nuestro primer beso. En cuanto me subo y él se sube detrás de mi y me abraza, todos mis sentidos se ponen alerta. Le siento tan cerca como anoche cuando cogía mis manos con las suyas y tocábamos juntos mi cuerpo.
— No voy a dejar que te caigas, ¿lo sabes verdad Rubia? — su voz me saca de mis pensamientos a la vez de que eriza cada poro de mi piel. Su aliento en mi garganta, sus labios casi rozando el lóbulo de mi oreja. Tengo que reprimir un gemido y tengo que darle una orden a mi corazón para que se tranquilice.
El paseo en moto es muy distinto al de la otra vez. La compañía hace que todo sea diferente. Todos nos conocemos de toda la vida. Julen, Blanca y yo incluso somos primos. En realidad, con Eze, aunque esté pasando esto ahora, como tal, siempre nos hemos comportado como si fuésemos unos primos más.  Así hemos sido todos como una pequeña familia. Lo nuestro nunca podría ser. Y me doy cuenta justo ahora.
Justo ahora...
En este preciso instante cuando creo que no lo puedo querer más. Después de haberlo besado, sentido y tenido.
Mientras conduce la moto, tras de mi, rodeándome con sus brazos, siento su aliento en mi piel. De vez en cuando, lejos de las miradas de los demás, sus labios se posan en mi cuello. Entiende lo mismo que yo. Que lo nuestro nunca podría ser.
El nudo en la garganta que se me crea me dura todo el día. Tanto que cuando Eze los logra despistar y se aleja de ellos lo suficiente para que no nos vean, para la moto y hace que lo mire yo solo tengo ganas de llorar.
— ¿Tienes miedo? — Me dice al ver mi cara.
Me gustaría poder decirle cuanto le quiero, desde siempre. Me gustaría que supiera lo maravilloso que es y la gran persona que me hace sentir cuando estoy a su lado. Me encantaría poder decirle que quiero sus besos cada día en mi cuerpo y sus manos en mi piel. Y que no hay nada que me apetezca más que comer comida de guarros con él todas las noches.
Pero no.
— Vámonos Eze — Se queda un segundo mirándome. Se que a él no puedo engañarle. Pero también se que me respeta y que sabe escuchar mis silencios.
***
El día de playa acaba más pronto que otras veces. Normalmente cierro la playa, pero hoy no estoy de humor. Así que cuando todos se van, sobre las 7, yo me voy también. Como Eze me ha traído en su coche. Es él quien dice que me lleva a casa. Al final el día ha estado bien. Muy bien.  Cuando llegaron Lucas y Marta, Adrián llamó a su restaurante para que nos trajeran unas paellas. La cara de la gente de alrededor al vernos colocar una gran paella, tamaño para 10 personas, encima de una de las toallas, e ir sirviéndonos en platos, y comer, no tuvo precio. Estuvimos riéndonos un rato.
En la puerta de casa, Eze mete el coche en el parking. Tengo una plaza de parking para mi moto, pero la dejo metida al fondo y así él ha podido meter su coche.
— Vamos te ayudo a subir tus cosas — me dice. Coge mi mochila.
Cuando llegamos arriba le digo que deje la mochila ahí mismo en el suelo. Hace menos de 24 horas estábamos los dos ahí, en mi cama, jadeando. Y aquí estamos de nuevo. Voy directa a la cocina, a por un vaso de agua fresca de la nevera mientras le pregunto si él quiere uno. Pero justo antes de llegar siento sus manos en mis caderas, me gira de golpe y me besa. Y vaya beso. Solo me separa un momento para hablarme.
— Llevo todo el día con ganas de ti — Y yo.
Subo mis manos hasta su pelo. Estamos salados, pegajosos y sudados. Nos besamos con ansia. Nuestras lenguas juegan. Se conocen. Se necesitan.
— Vamos a la ducha Lucia. Déjame enjabonar tu cuerpo — Me dice. Voy delante de él. De vez en cuando me giro y le sonrío maliciosamente. Él se muerde el labio y cada ocasión.
Cuando llego al baño me voy a quitar la ropa pero me para.
— Yo lo hago — Me dice.
Se acerca a mi y me levanta los brazos suavemente, coge mi vestido por la parte de abajo y tira de él para sacármelo por la cabeza. Cuando lo hace yo cierro los ojos y los abro cuando siento sus labios en mi nariz besándola, para luego besar mi boca. Me atrae hacía él. Me aprieta contra su cuerpo y seguimos nuestro beso mientras me desabrocha el lazo del biquini sin tener siquiera que mirar lo que hace con sus manos. Que destreza. Cuando lo consigue, deja de besarme lo justo para quitármelo por la cabeza y vuelve a la carga mientras sus manos acarician mis pechos. Yo no se que hacer... no sé que hacer con mis manos, así que las mantengo quietas a mi lado. Me siento tonta. Pero esto me pilla de nuevas y solo estoy sintiendo lo que me hace, lo que me hace sentir. Se aparta de mi y se quita la camiseta sin sacarme los ojos de encima. Ahora estamos igual. A ambos nos quedan las partes de abajo. Se acerca a al ducha y enciende el agua.
El baño es una de las mejores cosas de la casa. Es grande y luminoso. No tiene ventana, pero en el techo tiene una gran lampara de led cuadrada que simula una claraboya. La ducha tiene un tamaño considerable, con toda la mampara de cristal trasparente.
Eze vuelve a besarme y de pronto caigo en la cuenta de que no he hecho pis. Y que voy a tener que hacerlo pronto.
— Eze para un segundo — le digo. Me mira con desconcierto. Agacho un segundo la cabeza y veo como su erección es ya más que evidente — Necesito hacer pis un segundo — Empieza a reírse. Tanto que hasta me cabrea y le doy un puñetazo en el hombro.
— Como tu no hay ninguna rubia — Veo que sale del baño — avísame cuando estés. Voy a la cocina.—
Cuando aviso a Eze de que puede xentrar yo ya estoy sin la parte de abajo del bikini y metida bajo el chorro de la ducha. Le miro a los ojos cuando entra. Quiero ver como reacciona. Sonrío al darme cuenta de que le ha gustado que lo hiciera. Abre muchos los ojos y se quita rápido el pantalón del bañador. Cuando lo hace puedo ver su polla ya erecta y apuntando hacia mi. Creo que, a pesar de que tras hacer pipí con el papel me he secado a conciencia, vuelvo a estar húmeda en tal solo estos segundos de diferencia.
Eze llega junto a mi con ansia y vuelva a juntar sus labios con los míos y su manos vuelven a clamar mi cuerpo. Su polla ahora roza mi vientre y a mi se me escapa un gemido tras otro. No lo puedo evitar. Esto es increíble. Como el simple hecho de tenerle cerca... de sentirle. Sin pudor, mientras nuestras lenguas recorren la boca del otro, meto una mano entre nuestros cuerpos y agarro su polla sin vacile alguno. Noto como se tensa bajo mis dedos. Como se pone más dura. Eze jadea en mi boca y me muerde el labio inferior al sentir como aprieto con mi mano.
— Me vuelves loco rubia... — me dice separando sus labios de los míos. Dejándolos hinchados, calientes y húmedos. El agua cae por nuestros cuerpos y a veces por la cara, según como nos movamos. Se mueve un poco. Haciendo que pierda el equilibrio y apriete fuerte su polla. Me sujeta y se ríe — Cuidado dónde aprietas — dice. Me lleva hasta la pared y me apoya en ella. Esta fría pero no me importa.
Agarra un pecho con una de sus manos y se lo lleva a la boca, succiona el pezón. Yo sigo moviendo mi mano. Le masturbo. A Eze le gusta. Lo noto. Su polla se tensa bajo mis dedos.
Suena el timbre... Miro a Eze.
— ¿Esperas a alguien? — Le digo que no. Su boca vuelve a mi pecho justo cuando el timbre vuelve a sonar.
— Tendré que abrir, no sea mi madre. No salgas Eze — Le digo.
Salgo. Con todo el dolor del mundo y con la entrepierna mojada. Me pongo el albornoz, me seco un poco los pies y salgo del baño cuando justo vuelve a sonar el timbre. Menuda insistencia. Me da por mirar el reloj. Son casi las 11 de la noche. Por dios.
Cojo el interfono pero justo suena de nuevo y me doy cuenta de que el timbre que suena es el de la puerta de arriba, no el de la portería, que raro. Abro poco a poco, para poder mirar por una rendija y que no me vean en albornoz, quizá sea un vecino o algo pidiendo huevos. No sé.
Se me para el corazón al ver a Nil al otro lado de la puerta.
— Hola preciosa — Dice sin más.
Abre más la puerta, entra y cierra tras él. Yo me aparto para darle camino mientras miro hacia el baño. No me puede estar pasando esto a mi.
— Pensaba que ibas a llamarme — Me dice en tono tranquilo. AL menos no parece enfadado.
— Ahora en cuanto me duchara iba a hacerlo. Me has pillado en la ducha.—
—Ya lo veo ¿Quieres que pille algo de cenar mientras te duchas? — Veo que va hacía el sofá y empieza a ponerse cómodo. No, esto no me puede estar pasando a mi.
Me quedo quieta junto al biombo del recibidor. Es la parte más lejana a la puerta del baño. El agua de la ducha sigue corriendo. Nil al verme parada ahí  se da la vuelta y se acerca a mi.
— ¿Todo bien? — Se acerca un poco más a mi y me da un pequeño beso en los labios. Joder. Respiro hondo. Nil me mira y entrecierra los ojos — ¿Que pasa?—
Estoy nerviosa, no lo conozco lo suficiente como para saber como reaccionaría si le cuento lo de Eze. Lo mejor es poner una excusa y que se vaya.
— No me encuentro bien. Me duele la cabeza y prefiero descansar — Espero que por fuera haya sonado mejor que en mi cabeza, si no... estamos jodidos.
Sigue de pie junto a mi. Pero no dice nada. Solo me observa. Se me está haciendo eterno y quizá solo llevamos un minuto hablando.
— Vale... — dice de pronto — solo déjame que me despida de él un momento — dice, no entiendo a quien se refiere hasta que mete la mano entre mis piernas, estoy tan húmeda que su dedo entra de golpe. Dios... se me escapa un gemido de golpe y me tiemblan tanto las piernas que Nil tiene que sujetarme por el codo para que no me caiga — ah... sabía que estabas preparada para mi — introduce otro dedo y juega con los dos dentro de mi. Oh dios. No quiero que pare. Me masturba con fuerza. Los mete y los saca sin miedo. No quiero que pare.
— Si... — consigo decir.
— ¿Te gusta verdad cielo? — Le digo que si con la cabeza y le abro un poco más las piernas.
— ¿QUE MIERDA ES ESTA? —me giro y veo a Eze ya vestido aunque con el pelo mojado  y viendo la escena mas vergonzosa de mi vida. Le miro mas avergonzada de lo que nunca podría estarlo. Pero él no me mira. Nil saca los dedos de dentro de mi y veo como se los chupa mientras mira a Eze — FUERA DE AQUÍ — le grita Eze.
— Es su casa, ella decidirá quien se va — Dice Nil algo más tranquilo. Esto no puede estar pasando. Nil me mira. Creo que está esperando a que responda. Pero Eze no, creo que no es capaz de mirarme. Le debo dar asco. Seguramente es eso.
No se que decir. Nil empieza a reírse y Eze hace algo que no había visto jamás en él. Se abalanza sobre él y le pega un puñetazo. Grito. Esto empieza a asustarme. Nil se toca el pómulo, creo que tiene sangre, veo que aprieta el puño y le devuelve el golpe a Eze. Oh no. Eze recibe un golpe en todo el ojo. No puede ser. Eze necesita su cara para su trabajo. A partir de ahí se enzarzan en una pelea que poco consigo ver de quien da y quien recibe. No se que hacer. Poco después Eze tiene prisionero a Nil en el suelo, sujetándolo por los brazos y subido encima de su cuerpo. Está haciendo una fuerza tremenda.
— Lucia... — me dice apretando la mandíbula. Sigue sin mirarme, aunque yo no le quito la vista de encima — Dile que se vaya, que se aleje de tu vida — Nil se ríe y me mira.
— No lo va a hacer... porque la tengo sometida — La rabia me invade al oír sus palabras y la pequeña mueca que aparece en la cara de Eze al oírlas.
— A mi no me domina nadie — Le digo de golpe.
— No parecía eso antes... — Aprieto los puños. Tiene razón. Pero ahora no puede tocarme y cuando no me toca si soy dueña de mi.
— Nil... vete — Le digo. Gira la cabeza y me mira.
— No dirías lo mismo si mi polla estuviera dentro de ti— se me revuelve todo. No por sus palabras. Si no por la verdad que esconden.
Eze le da una sacudida y le grita que se calle. Dios, nunca lo había visto así.
— Nil por favor — consigo decir entre lágrimas. Ya no puedo aguantarlas más — vete por favor. Luego te llamo.—
En cuanto Eze me oye llorar, o eso quiero pensar, suelta a Nil, sale de encima de él y veo que se va directo a mi habitación y cierra la puerta tras él. Al menos no se va. Eso quiere decir que necesita hablarlo conmigo. Cuando Eze desaparece voy al suelo a ver como está Nil. Le miro la cara. Le sangra el pómulo. Se lo toco y el se queja un poco. Se sienta y lleva sus dos manos a mi cara.
— Lo siento cielo, sabía que él estaba aquí, solo tenía que comprobarlo... era una de nuestras normas — me sorprenden sus palabras. Y no se que decir.
En cuanto se va, se me viene el mundo encima. Ahora viene lo peor. Enfrentarme a Eze.
Respiro hondo. Sigo con el albornoz y con la entrepierna mojada de antes a pesar de todo. Como las últimas manos que me han tocado son las de Nil, antes de ir a hablar con Eze prefiero ir corriendo al baño y meterme bajo la ducha. Lo hago tan rápido que mirando el reloj no he tardado ni 3 minutos que ya vuelvo a estar fuera de la ducha, con unas braguitas y una de esas camisetas que Eze me regaló de su marca. El pelo me chorrea agua. Pero no me importa. Paso por el vestidor directa a la puerta que da a mi dormitorio y cuando la abro me encuentro a Eze sentado en mi cama, contemplando un marco de fotos que tengo en la mesita en la que salimos toda la familia juntos en la playa, a un lado, él y yo.
— Eze... — le digo.
— Ni te imaginas el dolor que siento ahora mismo Lucia — Se me desgarra el alma. Jamás había visto a Eze así. Nunca le había oído hablar así.

Descubriendo a LuciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora