**LUCIA**
Dejar a Eze en el coche y subir a casa de Adrián a sido duro. ¿Por qué justo ahora tiene que pasar todo esto? Llevo detrás de él años, y justo ahora que me voy, se abalanza sobre mi. Cuando subo Adrián está en el sofá mirando la tele y liándose un porro. Suspiro. Ahora me vendría muy bien una calada. Pero no se lo puedo pedir. Me mataría.
— ¿Que tal ha ido? — Cojo aire y lo guardo. Pues que le voy a decir.
— Bien tito. Me voy a duchar.—
— Mañana salimos temprano — Le miro y le digo que vale, luego me meto en la ducha.
Me cuesta dormir. No paro de recordar a Eze tocándome y solo se me antoja estar con él.
Adrian me despierta tocándome en la cabeza, le miro y remoloneo en la cama. Aun es de noche. ¿Pero que hora es?
— Vamos ojazos, tenemos que salir ya.—
Cupido es un yate precioso que tiene Adrián desde hace muchos años. Lo ha ido reformando durante todo este tiempo para que no se estropeara, pero nunca ha querido cambiarlo. Es grande, tiene dos camarotes, uno con una cama de matrimonio y otro más pequeño, dos baños, uno en la suite y otro junto a lo que podría ser el salón y la cocina. Luego tiene la cubierta con una zona donde comer, otra para tomar el sol y la zona donde navegar. Es precioso. Me contó que se lo regaló a su ex mujer, Judith por su matrimonio y ahí pasaron su luna de miel. Se casó con ella cuando tenían mi edad. ¡Qué jóvenes!
Le ayudo a soltar amarras. Tantos años navegando con él que ya se un par de cosas. Es genial poder salir de Barcelona por unos días y con él va a ser fantástico.
Las primeras horas navegando se me pasan volando. Las paso junto a él hasta que que empiezo a estar algo cansada y le digo que me voy dentro a descansar un rato. Me tumbo en la cama, aunque me ha querido ceder la habitación con la cama grande, no le he dejado. Me encanta dormir con el vaivén de las olas. A la gente le suele marear. A mi no.
Increíblemente no me da miedo navegar en cupido. Es grande y estable. No se en que momento me di cuenta que tenía este miedo incontrolable al agua, porque no solo es al mar. ¿Una piscina muy honda? Tampoco. ¿EL río? No. ¿Un lago? Mucho menos. No puedo. Siento que pierdo el control de mi misma, de la situación y de lo que me rodea y le temo. Desde bien pequeña ya recuerdo que por mucho que mis padres intentaban meterme en el agua yo no cedía. Pero me acuerdo de un verano, cuando fuimos a una casa de campo a pasar unos días de verano todos juntos, estaba junto a un lago. Hicimos piragüismo. Yo no quería pero Eze me propuso subirme con él en una de dos. Yo tenía 15 años y él 21. Pensé que si me subía y nos alejábamos un poco de los demás quizá me besaría. Lo pienso ahora y no sé porque se me ocurrió esa tontería. Me subí y me dio un ataque de pánico. Me quedé paralizada. Eze tuvo que remar solo hasta la orilla y ahí mi padre me agarró en brazos y me llevó junto a Dani quien me estuvo ayudando a calmarme. Fatal. Y me dije nunca más y todos entendieron que no debían forzarme.
Por la noche Adrián prepara un delicioso rissoto para cenar y nos lo comemos bajo un precioso manto de estrellas. Nunca he visto cielo más bonito que el que se ve desde el medio del mar. Le pregunto cuales son los planes del viaje y aunque al principio quiere que sea sorpresa al final le convenzo para que me cuente un poco.
— Mi plan es navegar sin rumbo y parar donde quieras Lucia. Siempre vamos con planes, esta vez donde nos lleve el viento — Suena bien. Me gusta. Doy un sorbo a la cocacola y le miro — Ojazos, se que Ezequiel te está trastocando la vida, así que estos días intenta disfrutar.—
— Tito... es que yo le quiero, le he querido toda mi vida.—
— Querer a alguien no es suficiente, hay que mirar si esa persona nos aporta algo más que sufrimiento—
Nuestra primera parada decidimos que será en Menorca. Hace mucho que no vamos y hay una cala muy bonita a la que nos apetece mucho ir.
El Martes por la mañana ya estoy tomando el sol tumbada en la cubierta del barco. Hemos atracado en la costa, en la Cala'n Bosch, y aunque hay un poco de nube, para mi, es un día estupendo. Tengo una relación amor-odio con el sol y que esté un poco escondido es mucho mejor para yo poder estar tranquila tumbada sin tener que preocuparme de esconderme bajo la sombra.
Adrián ha salido temprano, en cuanto hemos atracado, con la excusa de hacer algunos recados. Me pregunto si aquí también se traerá algún chanchullo de los suyos. Me ha dicho que nos veríamos para comer, ha cogido su moto de agua y se ha marchado.
A mi me gusta relejarme leyendo. Devoro un libro tras otro en cuestión de días, horas si mi vida me lo permite. Leer me ha ayudado a liberar mi mente. Leo todo tipo de novelas, me va por épocas, ahora mismo estoy leyendo una de misterio escrita por Eva Garcia que se titula El silencio de la cuidad blanca.
Estoy en mi mundo leyendo cuando de pronto oigo una voz.
— Oye princesa — primero no le hago caso pero cuando me doy cuenta de lo próxima que viene la voz busco de dónde viene y me encuentro un chico, junto al yate, cerca de donde yo estoy tomando el sol, sentado sobre una tabla de surf, mirándome — sí tú — me dice.
Le miro incrédula. Estamos un poco lejos de la orilla. Lleva puesto un traje de neopreno, es rubio y tiene el pelo ligeramente largo.
— Hola — Me he quedado algo cortada, no esperaba que nadie me saludara aquí, en mitad del mar, además estoy en bikini y no me siento muy cómoda con mi cuerpo ante desconocidos.
— Perdona si te he asustado, ¿no tendrás por ahí un botiquín verdad? — Le miro bien. ¿Acaso está herido? Pero no veo nada. Arrugo la nariz y veo que sonríe — No soy un asesino, mira — levanta una pierna y veo como le sangra — me ha mordido algo en el gemelo, ¿puedo subir a curármelo antes que venga algo más grande a comerme?
Dios mío. Por estas cosas le temo al mar. Madre mía. Le digo que si y me acerco a él para ayudarle. Primero me pasa su tabla, y luego sube él por la zona del garaje, así la llamo yo, donde Adrián guarda su moto. Le sangra bastante la pierna. El neopreno lo tiene rasgado, aunque no mucho, pero va dejando un pequeño charco de sangre ahí donde su pie pisa.
— Me llamo Nil— Me dice. Dejo de mirarle la pierna y le miro a la cara. Tiene cara de buena persona. ¿Eso existe? ¿Se puede deducir por la cara de alguien que no va a hacerme daño? Sea como sea tengo que ayudarle, está herido.
— Estás de suerte, acabo de empezar en medicina y algo ya he aprendido. Ven vamos — Le hago seguirme. Mientras andamos por la cubierta pienso en si Adrián llega antes de que pueda limpiar toda la sangre, el susto que se va a llevar, pero ahora lo importante es ver que tiene en la pierna Nil.
Lo llevo hasta la cubierta proa, lo siento en el sofá y le digo que espere, que voy a buscar el botiquín. Bajo corriendo a la cocina y lo cojo del armario que hay junto a la nevera. Subo y me lo encuentro que se ha quitado el neopreno y lleva puesto un bañador tipo boxer. Me quedo un segundo cortada viendo su perfecto torso bien marcado con grandes abdominales y de un asombroso color dorado, creo que se ha dado cuenta porque me sonríe, así que me doy un azote mental y corro a su lado. Cuando estoy junto a él me doy cuenta de que mide por lo menos dos metros. Es mucho más alto que Eze, por lo menos 20 centímetros más.
— Lo estoy dejando todo perdido, perdona— me sonríe y yo no se si voy a ser capaz de hacer nada a derechas. ¿Pero que me está pasando?
— No importa. A ver, enséñame la herida — Me siento a su lado y agarro su pierna. La pongo sobre la mía y miro. En cuanto todo su piel tengo que serenarme. Respiro hondo y me concentro. Tiene un par de mordiscos profundos en el gemelo, le sangran bastante y necesita sutura.
— No es la primera vez que me muerden — me da por mirar su pierna y tiene razón, veo pequeñas marcas en ella, luego me enseña los brazos e igual y en el pecho veo alguna que otra — me gustan los riesgos.
— El mar es peligroso — Le digo arrugando la nariz. Creo que mira y se ríe.
— Me gusta el peligro. ¿Puedes ponerme algo hasta que vaya al hospital? — Me armo de valor y le miro.
Tiene los ojos marrón muy clarito, de un color miel maravilloso e intenso. Deliciosos. Increíbles. La nariz pequeña y afilada y los labios finos pero jugosos. Vuelvo a darme un azote mental. Tengo que serenarme joder.
— Puedo coserte si quieres. Tengo el material. Pero te dolerá sin anestesia.—
— Lo soportaré— ¡Vaya sonrisa se marca el macizorro!
Mientras voy sacando el material de sutura y lo voy preparando todo veo que no me saca el ojo de encima y yo voy respirando hondo y profundamente para no caerme redonda. Pero que nerviosa me pone.
— ¿Estas nerviosa? — Me dan ganas de responderle que es el quien me pone nerviosa, pero no lo hago.
— Sh, que me desconcentras — Lo oigo reírse. Que risa tan bonita.
Le agarro la pierna fuerte y le digo que se prepare. No le miro. Evito mirarle pero noto sus ojos clavados en mi. Y empiezo. Puedo notar que le duele. Los músculos de su cuerpo se tensan, pero no le oigo quejarse lo más mínimo, incluso me ha ido animando en el proceso.
— Lo haces bien princesa, pareces ya doctora de verdad— Sonrío tímidamente pero sin dejar de mirarle la pierna.
Mientras le voy curando me cuenta que ha estado viviendo casi toda su vida en Australia pero que, tras el accidente de su padre, se fueron a vivir en cuanto pudieron a Barcelona, aunque justo ahora lo pillo veraneando aquí. Casualidades de la vida. Que pequeño es el mundo. Después de coserle, le pongo una venda y le pregunto si quiere algo de beber.
— No quiero molestar — si él supiera...
— No puedes irte ahora con tu tabla, espera a que llegue mi tío y le pediré que te acerque con su moto de agua. No debes mojarte los puntos en unos días.—
— No voy a estar unos días sin bañarme princesa — Se mira la pierna y luego me mira a mi.
— Pues 24 horas — le exijo.
— Eso lo puedo hacer — Me guiña un ojo y yo me quiero morir. Creo que me estoy empezando a sonrojar y Eze siempre dice que se me nota mucho así que con la excusa de recoger todo me agacho y desaparezco de su campo de visión.
— Entonces... ¿Tomas algo? — Le digo desde lejos.
— Una cerveza.—
En cuanto desaparezco por las escaleras tengo que apoyarme en la pared y respirar hondo. Madre mía. Jamás me había sentido así en presencia de nadie. Eze me pone nerviosa, pero ya estoy acostumbrada a él, a su belleza, a su voz, a sus caricias. Nil es un afrodisíaco con patas. Es el puto dios de la seducción. Cojo la cerveza y me pienso si cogerme otra para mi, pero no lo hago, yo no bebo y hacerlo hoy solo incrementaría mi excitación palpable al estar cerca de este chico. En cuanto voy a subir me doy cuenta de que sigo en bikini y todas mis expectativas de que pudiera pasar algo con Nil se desvanecen. Ya ha visto mi cuerpo y ya no va aa querer nada conmigo. Así que antes de subir, paso por mi cuarto, cojo un vestido y me lo pongo.
Mientras él bebe yo aprovecho para limpiar todo el desastre de sangre que ha quedado, seguro que Adrián no tarda en llegar y no quiero que se asuste. Estoy acabando de recoger cuando veo su moto a lo lejos. Aviso a Nil. Y yo voy hasta el garaje en busca de mi tío.
— Ojazos, ¿pasa algo? — Me pregunta nada más verme. Sigo con la fregona en la mano y debe ver mi cara de no se como cojones explicarte esto.
— Tito... hay un chico en el barco, me ha pedido ayuda porque le había mordido un tiburón o algo y le he curado y lo mejor sería llevarle hasta la orilla— su cara no es muy amable.
A Adrián no le gustan las sorpresas de este tipo. Y que yo haya estado con un desconocido a solas, tampoco. ¿Pero que podía hacer? ¿Dejar que se desangrara? Va hacia donde está Nil, se acerca a él y lo saluda. Yo me quedo a unos pasos de ellos.
— ¿Nil? — No recuerdo haberle dicho el nombre. ¿Lo conoce?
— Si señor — le responde. Pero Nil no parece que le conozca, no lo demuestra al menos. No entiendo nada.
— Entiendo... te acercaremos al puerto si te parece bien. No deberías mojarte esos puntos y si te llevo en moto se te mojarán seguro.—
— Gracias — Le responde — Su sobrina ha sido muy amable ayudándome. Será una gran médico — Adrián me mira.
— No me cabe duda — Dice sonriéndome.
— Lucia, acompáñame — sé que me lo pide porque no quiere que me quede con él, así que le hago caso. Miro a Nil y él me está mirando. Le sonrío. Adrián nos mira y me siento extraña.
— Nil, ponte cómodo, voy a ayudar a mi tío y enseguida vuelvo contigo.—
Al final Adrián me tiene ocupada todo el camino. Voy viendo a Nil desde lejos sentado en el sofá con la pierna en alto. Me va mirando, lo noto, aunque desde sus gafas no veo directamente donde mira, veo que me sigue con la cabeza. Adrián por otro lado no le ha mirado ni una sola vez. Una hora después lo estamos dejando en el puerto y aprovechando que Adrián está amarrando el barco, Nil aprovecha y me pide mi teléfono.
— ¿Lucia, verdad? — Debe de haberlo escuchado cuando me ha llamado así mi tío.
—Sí — veo que saca el teléfono y apunta algo, luego me lo pasa y veo que pone mi nombre.
— Bien Lucia, si pones ahí tu teléfono, podré llamarte algún día — me muerdo el labio. Sería guay. Ha sido agradable y es guapo.
Antes de que Adrián vuelva Nil ya se ha ido y yo bajo a mi habitación. Adrián no tarda en venir a buscarme. Sabía que lo haría. No se que bicho le ha picado, pero nunca le había visto comportarse así.
— ¿Y dices que ha aparecido de la nada ese chico? — Le miro incrédula.
— Tito... no se que te pasa pero, si, ya te lo he dicho, yo estaba leyendo, él me ha llamado diciendo si podía ayudarle y pues le he ayudado.—
— Está bien ojazos. Ya que estamos aquí... ¿Te apetece que vayamos a comer por ahí? — No le pregunto si es que lo conoce, es obvio que si, pero mas obvio es que está haciendo como que no, y si algo se de Adrián es que cuando él quiere contarme algo, lo hace, cuando no, es mejor esperar.
— Claro, tengo mucha hambre.—
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Descubriendo a Lucia
Roman d'amourEl tiempo ha pasado y ahora los hijos son los protagonistas. Lucia vive enamorada de Ezequiel desde que tiene memoria. Pero Ezequiel solo la ve como una hermana. Aunque puede que todo cambie. ¿Será demasiado tarde cuando esto ocurra? Ardiente, romá...