Capítulo 44

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**LUCIA**

Creo que nunca volveré a ser la misma. No solo he perdido a mi novio, he perdido a un amigo, porque yo ahora a Eze no puedo ni quiero verle. Necesito alejarme de él. Olvidarme. Poner distancia. Explorar. Dejar de centrarme solo en él. Quizá ese ha sido el problema. Que solo he estado fijándome en él, viviendo por él, muriendo por él. Si hubiera mirado un poco más a mi alrededor, quizá me hubiera enamorado de otro tío y yo ahora estaría feliz y Eze seguiría siendo mi amigo.
Han pasado 4 días desde que Eze se marchó de mi casa. No me ha llamado, yo a él tampoco. Ni nos hemos visto. Ni siquiera a aparecido por la clínica. A pesar de que hoy era el último día. Hoy la clínica cierra sus puertas hasta finales de septiembre. Normalmente cierra quince días, pero Dani dice que va aprovechar para hacer unas reformas y va a estar cerrada un mes. Luego yo, con los estudios, no se si voy a volver o no. Tengo que pensar en ello, centrarme en mi. Realmente no necesito trabajar. Quizá sea mejor así.
Es viernes. En cuanto llego a casa me pongo a recoger y limpiar. En 10 días tengo el examen de Microbiología Clínica y para tener un buen estudio necesito un entorno adecuado. Así que me pongo manos a la obra. Cambio sábanas, limpio el polvo, el baño, el suelo y ordeno todo mi escritorio. Cuando acabo, pasadas las 10, estoy tan cansada que solo me apetece una ducha y dormir.
En cuanto me tumbo en la cama mi cabeza no para de darle vueltas a todo y me cabrea. Estoy tensa. Llevo, además sin sexo desde... Nil. Tampoco lo he visto a él todos estos días. Me ha llamado pero le he ido poniendo excusas. Hice mal. Se que hice mal acostándome con él el mismo día que rompí con Eze. Por eso estoy dándome un respiro. Un tiempo. Un luto. Mi cuerpo necesita un periodo de adaptación a este cambio. Pero hoy necesito descargarme. Me acuerdo del vibrador que me regaló Eze. Lo tengo guardado en el cajón de la mesita. Desde que él me enseñó a usarlo, no lo he usado más. Con Eze no me hacía falta. Él me saciaba suficiente. Pero hoy...
Lo cojo. Me quito las braguitas y me dejo la camiseta puesta. Los dos primeros días me resistí a ponerme de pijama las camisetas que me regaló Eze, ahora son las únicas que me apetece ponerme.
Enciento el vibrador. El sonido que desprende ya aviva mi cuerpo. El recuerdo de lo que sentí, las manos de Eze sobre mi cuerpo... me encienden.
Me acaloro...
Chupo lo que voy a introducirme dentro con la lengua, lo lubrico bien, y luego lo introduzco poco a poco. Lo coloco tal y como Eze me dijo y al colocar el otro extremo sobre mi clítoris, se me contrae. ¡Si! ¡Que placer! Con una mano lo sujeto, moviéndolo muy lentamente para que el placer sea intermitente y así no correrme tan deprisa, a la vez simulo un poco de penetraciones. Me gusta. Con la otra mano toco uno de mis pechos. ¡Si! Pienso en Eze. Sin quererlo es su imagen la que viene a mi cabeza. Son sus manos las que tocan mi cuerpo. Su lengua la que me lame. Gimo. Jadeo. No puedo ni quiero parar. Cierro los ojos. Me imagino a Eze tocándome. Imagino que es su mano quien sujeta el vibrador y quien toca mi pecho. ¡Si!
— Lucia— Oigo. Abro los ojos y veo a Eze mirándome desde el umbral de la puerta de mi habitación. Cierro corriendo las piernas y cuando me doy cuenta de que me he dejado el vibrador dentro, las abro un poco y me lo quito corriendo.
— ¿QUE COJONES HACES AQUI? — le grito. Dios mío. El corazón se me va a salir del pecho.
— He llamado al timbre 3 veces — no me puedo creer que me haya estado viendo. Que vergüenza — pensaba que no estabas y he usado mi llave porque quería recoger un par de cosas que me dejé.
— Devuélveme la llave y vete — le digo casi sin voz. Necesito llorar. Tengo un nudo en la garganta de rabia, de vergüenza, de dolor... que no me deja ni respirar.
— Las dejo en la cocina — Sale de la habitación y al cerrar la puerta yo me hundo y empiezo a llorar.
De pronto la puerta vuelve a abrirse. Eze sin decir nada viene a mi lado y me abraza. Yo... solo me dejo hacer. No tengo fuerzas para nada mas. Estoy sentada en la cama con la cabeza hundida entre mis manos y Eze me abraza por detrás. No puedo parar de llorar. Necesitaba liberar tensiones. Desahogarme y ahora estoy peor.
— Ven aquí amor — me dice. Me gira un poco y me abraza entonces por delante, yo que necesito tanto sus brazos me siento  a horcajadas en sus piernas y le abrazo con todas mis fuerzas hundiendo mi cabeza en su cuello.
Me quedo así unos minutos. Lloro, aunque flojito. Él no dice nada. Solo acaricia mi espalda. Le quiero tanto. Me remuevo un poco encima de él para colocarme y el botón de su pantalón roza mi clítoris. No llevo bragas y eso me enciende. Necesito terminar. Meto la mano entre nuestros cuerpos y voy a desabrocharle el pantalón cuando me para.
— Lucia no... no estoy limpio — Me separo un poco de él. Creo que se a que se refiere pero no digo nada así que sigue hablando— acabo de follarme a una tía — me levanto con las mejillas encendidas y sin pensarlo demasiado le suelto una bofetada. No dice nada. Se queda sentado mirándome.
A mi el pecho me sube y me baja con fuerza. La rabia se apodera de mi.
— Vete— le digo
— Amor... — estira una de sus manos para tocarme y le pego para que ni me toque.
— Sal de mi casa, VETE! — le grito. Se levanta y hace lo que le digo. Me mira un par de veces pero enseguida oigo como la puerta de casa se cierra. En cuanto se que se ha ido, caigo encima de la cama y empiezo a llorar.
Eze siempre consigue romper todos mis esquemas. Siempre hace algo que trastoca todo mi mundo. No tiene límite conmigo. Es o un tío maravilloso del que se enamoraría cualquiera o el más hijo de puta de todos. Y yo aun así, le quiero. Aun así una parte de mi ahora mismo correría tras él y le diría que no pasa nada y empezaría a besarle para que olvidara a esa tía que se ha follado. Una parte de mi le daría igual ser la otra con tal de ser alguien. Ser la otra con tal de estar en su vida. Me da igual ... quizá Eze es como su padre. Quizá necesita más y más y no sabe estar solo con una. Bueno... igual yo puedo dárselo. Igual yo quiero dárselo. Yo le quiero. ¿No basta eso? Yo le necesito. Llevo toda mi vida queriéndole. No hay vida más allá de él. Mi vida está con él.
Joder... estoy delirando. Miro el reloj, son las doce y media. Es tarde. Es viernes. Necesito salir. Necesito beber. Quiero... no se que quiero. Entro al vestidor con rabia y rebusco en el armario cualquier cosa que ponerme. Cojo un vestido negro básico y me pongo varios collares y unos pendientes grandes. Luego me calzo unas sandalias blancas con tachas doradas y me cruzo un pequeño bolso donde poner el móvil, algo de dinero y el retoque de labial. Voy a terry's seguro que está Jimena por ahí.
Me han dicho muchas veces que no coja Taxi de noche sola ni trasporte publico pero... mira, nadie se va a enterar así que pido un Taxi con la aplicación y en 10 minutos tengo uno en la puerta. Cuando estoy llegando a Terry's y estoy mirando el movil, mirando Intagram, me sale un story de Eze. Está llegando a Terry's. Pues cambio de planes.
Llamo a Jimena.
— Gorda — Me dice. Se oye música de fondo, aunque no muy alta.
— ¿Dónde estás? — Le pregunto.
— En una fiesta... ¿Quieres venir? —
— Claro. Estaba yendo a Terry's pensando que estabas ahí. —
— Estoy en casa de un tio con unos amigos, te mando la ubicación— enseguida me despido de ella y le doy la dirección al Taxista.
Está por el barrio donde viven mis padres, aunque más arriba. Cuando llego, reconozco la casa. He pasado más de una vez por aquí paseando con la bici. No sabía que aquí vivía ningún chico de nuestra edad. Llamo a Jimena en cuanto estoy en la puerta y ella sale a recibirme.
La casa es grande, más grande que la mía. Más bonita y más moderna. Se nota que tienen dinero.
— ¿Que haces aquí Lucia?—
— Tía necesitaba salir, ha venido Eze a casa y... pfff ha sido un desastre, necesito olvidarlo ya— Jimena coge mi mano y entramos por el jardín— ¿Quien vive aquí? — Le pregunto.
— Pues no lo se— se ríe— a mi me ha invitado Marcos y a Marcos le ha invitado un compañero de trabajo.
A medida que entramos veo que tipo de fiesta es. Hay gente más mayor. Algunos incluso de más de 40 años. La mayoría son hombres. Las mujeres todas son más jóvenes o lo aparentan al menos por como van vestidas. Suena música por toda la casa y a un volumen alto. Me sorprende que no se escuchara desde fuera. El frescor es increíble, la casa está totalmente aislada y fresca. Las luces en cada sala cambian de color. Son tenues y en todas hay luz ultravioleta que hace que resalte todo lo blanco. La gente bebe, baila, se besa... aquí dentro huele a sexo. Jimena está ya algo deshinibida. Pronto llegamos donde está Marcos, que al verle le besa. A su lado hay varios chicos. Me los presenta. Aunque a penas me quedo con los nombres, menos con el de Hugo. Hugo es... guapísimo. Tiene unos dientes blancos perfectos, se nota porque le brillan con la luz. Es moreno, de pelo. Y diría que los ojos negros u oscuros. Su cuerpo es de infarto y su mirada quita el hipo. Pero no. Yo no necesito más tíos en mi vida. Me digo. Marcos me trae una copa. No se que es. Pero al probarla está buena. Hoy voy a beber así que si está bueno, mejor.
De pronto me viene olor a porro. Jimena está bailando como ella sabe hacer. Seduciendo con cada uno de sus movimientos. Marcos la mira, sus amigos la miran. Marcos se la come con la mirada y ella se deja comer. Sus amigos hacen lo mismo. Busco de donde viene ese olor. Me apetece una calada y a un lado veo en los dedos de Hugo el porro. Me sonríe en cuanto le miro. ¡Vaya! ¿Me estaba mirando?
— ¿Buscas esto? — me pregunta en cuanto me acerco.
— Eso mismo— Lleva sus dedos a mi boca y me ofrece él directamente una calada.
— Te he visto olfateando como una perrita— le miro y sonrió llevando mi lengua a los dientes de arriba. Estoy siendo picarona lo se — ¿Lucia verdad?
— Si— cojo su mano y la atraigo a mi boca para poder darle otra calada. Lo hago mientras le miro y luego expulso el aire directamente en su cara. Hugo sonríe y se muerde el labio de abajo.
De nuevo es él quien me ofrece otra calada, ya van tres y seguidas, demasiadas, me conozco. Me va a subir pronto. En cuanto la inhalo, con su otra mano me agarra de las mejillas y cuando voy a expulsar el humo pega sus labios a los míos, haciendo que todo mi humo entre de nuevo en su boca. Luego se separa de mi. Lo expulsa y él y me mira. ¡Vaya! ¿Que ha sido eso? No se que hacer, me quedo quieta mirándole. De pronto Jimena aparece tras de mi y me coge de los hombros.
— Baila conmigo por favor — me pide. Lo hago. Solo por separarme un poco de Hugo, que empezaba a revolucionar todo mi cuerpo, lo hago.
Me alejo un poco con Jimena y ella empieza a bailar. Yo miro a Hugo y veo como me mira. Está apoyado en la pared, sigue fumando. Empiezo a moverme Nunca voy a hacerlo tan bien como ella pero creo que empiezo a cogerle el ritmo y el gusto a este rollo. Levanto los brazos y me muevo. Primero me centro en Hugo, se que me está mirando y siento la necesidad de provocarle pero pronto me lo paso tan bien con Jimena que solo disfruto de ella y me dejo llevar canción tras canción.
Un rato después Marcos pide atención de Jimena y empiezan a comerse la boca, yo aprovecho y voy a una de las barras que hay por toda la casa a buscar algo de beber. Han contratado cocteleras que te preparan todo lo que se les pide. Voy a una de las barras y le pido un mojito. Me apetece. Además tengo la boca seca después del porro. De pronto un hombre de unos treinta largos años se me acerca. Lleva traje. Es alto y guapo.
— ¿Lo pasas bien? — me pregunta. Le miro. Tiene los ojos azules. Se le marcan unas pequeñas arrugas en los surcos de los ojos.
— Bastante — Le digo.
— ¿Te gusta mi casa? — ¡Vaya! No me lo esperaba.
— ¿Vives tú aquí? — ¿Cómo alguien como él monta una fiesta como esta?
— Si... Lucia. — ¿Sabe mi nombre?
— ¿Cómo sabes mi nombre? — Bebe un sorbo de la copa que tiene entre las manos y sonríe.
— Vives un par de calles más abajo, en la casa blanca con grandes ventanales. Mira ven... — Le sigo. Tengo curiosidad por lo que quiere enseñarme. Caminamos por toda la casa. Él delante de mi. Me recuerda al actor Matt Bommer en la serie ladrón de Guante Blanco. Tiene un aire. Tanto en su aspecto como en su forma de andar y de moverse. A medida que caminamos la gente al verle pasar le saluda. Yo voy un par de pasos tras él. Subimos unas escaleras y saca una llave para entrar en una habitación. Cierra tras él. Pero no con llave. Eso me tranquiliza.
La habitación es grande. Muy grande y con grandes ventanales. Es un dormitorio, aunque a un lado tiene una zona de despacho. Supongo que es su dormitorio. Enciende una pequeña luz, no muy fuerte. Lo agradezco, porque tras la penumbra de toda la casa, ahora luz me haría daño a los ojos. Se acerca a la ventana y al hacerlo puedo ver mi casa. ¡Vaya! La reconozco al instante.
—Es mi casa — Le miro y sonríe.
— Lo es —
— Pero eso no explica porque sabes mi nombre — Se gira y me mira. Tiene todo su cuerpo apuntando en mi dirección.
— Se tu nombre porque te conozco. He ido un par de veces a tu casa — Imposible, me acordaría — Tus padres me invitaron a cenar después de instalarles toda la seguridad de tu casa.
— Ah... —
— Somos vecinos desde hace mucho, y me quisieron agradecer toda mi ayuda con una cena— Vuelvo a mirar por la ventana y veo que se puede ver la ventana de mi dormitorio. Nunca me había percatado de si alguien podía verme estando yo en casa — hace tiempo que no te veo en casa — Dice sin más.
— Me he independizado — Va hacia su mesa y coge la botella que tiene y se sirve un poco del licor que tiene dentro — ¿Quieres? — Le digo que no y entonces él bebe.
— Yo puedo poneros seguridad en casa, cámaras, sensores... pero siempre se os olvida que a través de las ventanas se puede ver todo — empiezo a acalorarme. ¿Que habrá visto?
— ¿Que edad tienes? — Le pregunto de golpe.
— Soy mayor que tú Lucia. Pero tranquila — me estoy poniendo nerviosa —no voy a hacerte nada preciosa — doy un par de pasos atrás.
— Quiero irme— Le digo.
— ¿Te sigues tocando Lucia? — Me quedo sin aire. Que vergüenza.
— No te avergüences — camino hasta la puerta con la intención de irme pero me alcanza — Lucia, la tengo dura desde que te he visto en la fiesta. Recordando como te tocas trazando círculos en tu clítoris y como cierras las piernas cuando te corres — Se me nubla la vista. Miro a mi alrededor y veo junto a la ventana un telescopio. ¡Dios mio!
Quiero irme de aquí. Intento escapar pero me coge del brazo. Le miro. Me asusto.
— No tengas miedo. Siéntate. Pronto te hará efecto — Se me van los ojos y siento que me pesa el cuerpo. Tengo que irme. Necesito irme de aquí cuanto antes.
De pronto la puerta se abre y veo una sombra. Creo que es Hugo. Ese hombre me suelta y caigo al suelo.
— ¿Que cojones haces?— Dice Hugo.
— Llévatela de aquí, estaba borracha removiendo mis cosas — dice el cabrón. Hugo me agarra y me saca de la habitación en cuanto lo hace como siento que voy a desmallarme lo agarro para hablarle a la oreja.
— Llama a Eze, por favor. A Eze...- Le digo. No recuerdo más.

Descubriendo a LuciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora