Primer combate

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- Aura, mueve el culo o llegaremos tarde.

Adrasteia aguardaba con la puerta abierta y su bolsa colgada del hombro. No paraba de bufar cada vez que miraba el reloj. Llevaban los últimos seis años con el mismo puto horario de entrenamiento y su hermana no había sido capaz de estar lista a la hora ni una sola vez.

Con sus catorce años, Adrasteia se había convertido en un amasijo de fibra. Era la más rápida y fuerte de su clase para satisfacción de su padre. Y de las más atractivas para alegría de su madre. Había heredado sus ojos verdes y el cabello largo y oscuro. Toda una hermosura.

Los pasos de Aura resonaron mientras esta descendía por la escalera a toda velocidad. Sus largas piernas tomaron impulso en los últimos cuatro escalones para aterrizar con la suavidad de una bailarina en el suelo.

- No encontraba los guantes – dijo Aura trotando hacia la salida.

Acababa de cumplir los diez años, pero Aura ya igualaba a su hermana en estatura. Todavía continuaba en primaria, pero Adrasteia estaba segura de que acabaría por ser una de las más altas cuando pasara al instituto. Era muy flaca, aunque sus brazos y piernas ya mostraban su prematura musculatura. El resto, era todo un amasijo de huesos. Un amasijo ligero y diminuto al que era muy difícil de acertar con un puño.

Llegaron a la parada del autobús por los pelos. Pedro, el conductor, las recibió con una sonrisa.

- Justitas – dijo observando como pagaban con el bonobús.

- Ya sabes cómo es esta criatura – suspiró Adrasteia mientras Aura mostraba su mejor sonrisa.

En el gimnasio, fueron recibidas por el gruñido de José que parecía especialmente aburrido revisando las cuentas. Esta vez se había dejado crecer una perilla que le daba un aspecto de maleante. Además, sus entradas eran cada día más prominentes.

- ¿Cuánto crees que le falta para acabar calvo? – comentó Adrasteia dirigiéndose al último cuadrilátero.

- Diría que antes de que acabes el instituto habrá sucedido lo inevitable.

Su padre estaba entrenando a dos adolescentes en el cuadrilátero contiguo al de ellas. Les hizo un gesto con la cabeza a modo de saludo.

Estuvieron calentando con el saco y la comba durante cuarenta minutos hasta que su padre fue hasta a ellas para darles un abrazo.

- ¿Qué tal os ha ido en clase?

- Muchos exámenes y deberes, nada nuevo – suspiró Adrasteia apartándose un pechón de pelo de la cara.

- Yo he sacado un ocho en lengua – dijo Aura orgullosa.

- Felicidades, cariño – exclamó su padre chochando puños con ella.

Adrasteia puso los ojos en blanco pasando por en medio de ambos.

- Bueno, bueno. Ya sabemos cuál es la hermana lista. Veamos cuál es la fuerte.

Aura aguantó un total de diez asaltos antes de caer al suelo agotada. Adrasteia que no estaba mucho mejor alzó los puños orgullosa. Pero cuando se inclinó para ayudar a Aura a levantarse, acabó cayendo a su lado. Solo hizo falta una mirada para que se echaran a reír.

Aquellos eran los mejores momentos. Cuando estaban los tres juntos en el gimnasio disfrutando de su mayor pasión. Adrasteia dudaba que hubiera algo que pudiera hacerla más feliz. Hasta que su padre tomó la palabra.

- Tengo una propuesta que hacerte – dijo sentándose con ellas en el suelo -. Hay un torneo de boxeo junior para chicas de tu edad. Es para dentro de cuatro meses. Aunque hay que inscribirse con antelación. Es a nivel local y el premio podría interesarte.

Los ojos de Adrasteia chispearon. Su padre fue contundente en lo que ha torneos se refiere. No quería que entrara en aquel mundo sin estar preparada. Aquella oportunidad significaba muchísimo para ella.

- Claro que acepto.

- Bien. Entonces tienes cuatro meses para trabajar más duro que en toda tu vida, antes del combate. 

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