Hotel

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Fueron caminando de la mano hasta llegar al hotel. No dijeron nada, no hacía falta. Adrasteia simplemente lo siguió con los nervios danzando en su estómago. El alcohol la había ayudado a relajarse lo suficiente como para no sufrir una crisis de ansiedad. Sin embargo, lo que se avecinaba era tan emocionante como aterrador para ella. Y deseaba con todas sus fuerzas que saliera bien.

Eso la agobiaba aún más.

- No voy a abalanzarme sobre ti – dijo Wos con la tarjeta de la habitación en la mano -. ¿Lo sabes verdad?

Adrasteia sonrió con timidez apretando levemente sus manos entrelazadas.

Una vez dentro, Adrasteia se permitió contemplar el acogedor espacio. La enorme cama de sábanas limpias. Las vistas de la ciudad a través de unas grandes ventanas. Las luces de la habitación eran las únicas que desentonaban para ella. Demasiado intensas en comparación con la idea que tenía en mente.

- Entonces, ¿vamos a la cama directamente y apagamos las luces? – sugirió esperanzada.

- Llevo mucho tiempo esperando este momento Adrasteia, no quiero que apagues las luces y me impidas verte – dijo Wos tomando su rostro -. Además, así podré hacer mejor mi trabajo.

El rubor cubrió sus mejillas. El pulso se le aceleró hasta el punto en que temió que Wos lo escuchara. Sentía los pechos pesados y los pezones le hormigueaban en expectación. Por mucho que su mente le gritara, rogando que saliera de allí, su cuerpo tenía unas ideas muy diferentes.

Acallando los molestos pensamientos inclinó el rostro para que Wos pudiera besarla. La ternura de sus labios la derritió como caramelo caliente. En tantos sus manos comenzaban a recorrerla en suaves caricias que le provocaron temblores por todo el cuerpo.

Wos fue descendiendo hasta terminar de rodillas frente a ella. Le subió levemente la falda para palpar la tersura de sus muslos. Adrasteia agradeció los años de entrenamientos. Pues cuando Wos apretó su agarre le sonrió satisfecho antes de alternar sus besos con delicados mordiscos que hicieron que su piel se erizara. Tenerlo allí, postrado ante ella, tan hermoso y sensual era lo más erótico que había visto en su vida.

Tras dedicarle varios minutos a sus piernas, agarró la falda y comenzó a alzarla conforme él se incorporaba. Adrasteia cerró los ojos abrumada por la cantidad de piel que quedaba expuesta a su vista. Cuando por fin le retiró la prenda y se quedó en ropa interior, los nervios regresaron. Se rodeó con sus brazos tratando de ocultar lo máximo posible.

- Adrasteia mírame.

Pese a sus reservas lo hizo. Los ojos de Wos permanecieron fijos en su rostro, hasta que, por fin, como había hecho en otras ocasiones, recorrió su figura con calma. Como la caricia experta de un amante. La vergüenza se disipó en cuanto el deseo ganó la batalla. La forma en que Wos la miraba la hacía sentir tan poderosamente atractiva que no encontraba razones por las que cubrirse.

Wos sonrió al verla apartar las manos para que tuviera una mejor vista. Justo entonces, empezó a desnudarse él mismo. Adrasteia creyó que se quedaría en ropa interior como ella. Pero Wos se bajó los calzones junto a sus pantalones en un rápido movimiento. La sorpresa la hizo ruborizarse aún más. Sobre todo, porque Wos no se cubrió, permaneció de pie frente a ella para que pudiera deleitarse con su delgada figura. Las estrechas caderas, la piel pálida, el suave vello en su torso. Y, sobre todo, su miembro. Tan rosado que incluso parecía delicado. Aunque Adrasteia sabía lo duro que estaba.

- Te toca – susurró Wos con la voz ronca.

Adrasteia lo miró con fingida inocencia. Era evidente que a él también le estaba costando controlar los nervios. Sin pararse a reflexionar en lo que hacía, eliminó primero el sostén y después el tanga hasta quedar completamente expuesta a sus ojos.

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