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Regresaron al hotel tras un largo paseo. De no haber sido por la evidente ilusión que le hacía a su hermana aquella cita doble, habrían vuelto mucho antes, pensó Adrasteia.

Nada más entrar, Wos la tomó de la mano y la acercó para poder poseer su boca. El beso fue tan apasionado que dejó sus piernas temblorosas. Su cuerpo se había vuelto tan predispuesto en aquellos días, que Wos solo necesitaba un par de minutos para dejarla en un estado de excitación tan elevado, que bastaban un par de caricias para hacerla llegar a lo más alto.

- No sabes lo hermosa que estás esta noche – susurró sobre sus labios -. Podrías volverme tu esclavo con un par de miradas.

Adrasteia deseó poder responderle con alguna frase ingeniosa, pero apenas logró soltar un entrecortado jadeo que murió cuando sus bocas volvieron a encontrarse. Wos bajó las tirantas de su vestido, mientras sus dedos recorrían cada palmo de su piel expuesta. Poco a poco el vestido fue descendiendo por sus curvas, hasta que quedó ante él completamente desnuda.

Wos sonrió satisfecho.

Le había pedido como favor personal que acudiera a la cita sin ropa interior. Durante la cena, había aprovechado para subirle la falda. Lo suficiente para que ella le dedicara miradas amenazantes. Aunque no lo bastantes intimidatorias como para que sus traviesos dedos no alcanzaran el pico entre sus muslos. Adrasteia había disimulado de manera formidable dadas las circunstancias. En ese momento, Wos deseaba cobrarse las horas de seducción.

Se arrodilló frente a ella, instándola a separar sus muslos. Palpó la humedad, lamiendo su afrodisiaco sabor en los dedos. Tan dulce y exquisito como la primera vez. Embriagado por la ambrosía atacó su centro con los movimientos expertos de su lengua. Adrasteia agarró su cabello tratando de mantener el equilibrio. Esa noche iba a hacerla gritar durante horas.

Su lengua no se detuvo, a pesar de lo débiles que se sentían sus piernas. No iba a poder sostenerse en aquella posición. Pero Wos no le dio alternativa. A pesar de sus palabras, ella se sentía la esclava en aquella ocasión. Completamente a merced del placer que él le prodigaba. Cuando por fin se derramó en sus labios, gritó con tal intensidad, que temió que la oyeran en las habitaciones vecinas.

Wos la tomó en sus brazos antes de que se desplomara. La llevó a la cama echa un manojo de extremidades sin ningún tipo de control. Allí, la instó a darse la vuelta. Le colocó un cojín debajo de sus caderas, para mantenerlas alzadas antes de volver a darse otro festín. Su lengua la recorrió con maestría por todo el canal. Hasta llegar a un extraño lugar que la hizo estremecerse.

- ¿Qué haces? – inquirió – Ahí no es.

Sus palabras se vieron interrumpidas cuando un suculento éxtasis emergió del centro de su ser. Las piernas se agitaron tratando de soportar el asombroso placer. Tuvo que esconder el rostro, luchando por no gritar. Su abdomen se tensó, su respiración se detuvo. Un nuevo orgasmo la sacudió con violencia, haciendo que una abundante humedad recorriera sus muslos. Pero de nuevo, Wos no se detuvo. Continuó moviendo su lengua sin descanso hasta que un segundo orgasmo volvió a hacerla estremecerse. Cuando por fin se detuvo, Adrasteia tenía la garganta seca.

Intentó organizar su mente, tratando de comprender qué acababa de pasar. Sin embargo, Wos no había terminado. Con una larga embestida, se enterró en ella. Sus paredes lo recibieron con entusiasmo, estrujándolo y aferrándolo. El sonido de sus abundantes fluidos llenó la habitación. Así como los gruñidos de Wos mientras la penetraba con ferocidad. Para su absoluto asombro, Adrasteia alzó las caderas para poder recibir cada uno de sus envites. Jadeó gustosa por su fuerza. Se estremeció cuando Wos agarró sus cabellos para poder besarla. Sus manos se volvieron rudas en sus caderas, aquel dolor hizo que se mordiera el labio. Lo quería todo de él. Quería aquella agresividad. Necesitaba más.

- Azótame – exigió agarrando las sábanas.

Wos obedeció al instante. Dos fuertes palmadas se estrellaron en sus nalgas alzadas. Sus paredes apretaron aún más fuerte su dura polla. Wos repitió el proceso una y otra vez. Temblando visiblemente con las reacciones del cuerpo de Adrasteia.

- No pienso parar hasta que te corras de nuevo – dijo aumentando sus embestidas.

Los fluidos resbalaban por los muslos de Adrasteia. La piel de sus nalgas ardía sonrosada. En un arranque de desesperación, tomó las manos de Wos y las llevó a sus pechos. En cuanto sus dedos apretaron ambos pezones, estalló. Sacudiéndose como poseída absorbiendo cada ápice del asombroso clímax. Segundos después, Wos la acompañó con un ronco gemido que hizo que la piel de Adrasteia hormigueara.

En cuanto sus cuerpos cayeron sobre el colchón, ambos se quedaron dormidos.

Eran casi las once de la mañana cuando los primeros rayos de sol los deslumbraron. Adrasteia maldijo en voz baja revolviéndose en las sábanas. Notaba la garganta crispada. Y todo el cuerpo agotado. Pero lo que de verdad la alarmó fue notar la humedad en el colchón. Se incorporó asustada, deduciendo las manchas rojas. Sin embargo, lo que impregnaba ya el colchón era similar al agua. Aunque con un inconfundible olor a sexo.

- Buenos días hermosa – dijo Wos con el pelo revuelto y una sonrisa infantil - ¿Dormiste bien?

- Sí – respondió observando su erección mañanera.

- Tranquila, no pensaba atacarte todavía.

Adrasteia sonrió antes de señalar las evidencias de su pasión.

- No te preocupes, le pediré al hotel que nos las cambien.

Ella asintió, mordiéndose el labio.

- Lo de anoche fue asombroso – confesó notando que se ruborizara -. No pensé que pudiera gustarme de ese modo.

Wos sonrió abriendo sus brazos en una silenciosa invitación. Adrasteia se lanzó entre divertida y avergonzada a su pecho. Gustosa al sentir como la envolvía su calor.

- Yo también lo disfruté muchísimo – dijo depositando suaves besos en su coronilla.

- ¿Te puedo preguntar algo?

- Claro.

- ¿Dónde estabas lamiendo exactamente? – inquirió negándose a mirarlo -. Es que no me pareció que fuera el clítoris.

- Es un punto de placer que descubrí hace poco. No iba a venir a verte sin estudiar.

- ¿Has estado estudiando puntos de placer de las mujeres?

- Pues sí, y me alegra comprobar que ha funcionado.

- ¿Cómo se llama?

- Es el punto U. Se llama así porque está cerca de la uretra.

- Ya veo – comentó divertida - ¿Hay algún otro punto de placer que desconozca?

- Tengo intención de hacerte un recorrido por todos ellos antes de marcharme.

Adrasteia se incorporó, ignorando su desnudez y su supuesta timidez.

- Entonces no perdamos el tiempo. 

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