Primera cita

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Eran pasadas las ocho y media cuando Adrasteia llegó al restaurante que habían escogido para cenar. Sabía que Wos comía bastante más de lo que aparentaba. Además, le había confesado su pasión por las croquetas y la tortilla de patatas. Por lo que aquel sencillo bar del centro de Madrid le pareció el lugar perfecto para una velada íntima.

Esperó en la calle, paseándose de un lado a otro, jugando con los anillos que le había obligado a ponerse Aura.

Habían quedado a las nueve, se repitió ansiosa, todavía era pronto para que llegara.

Su hermana le había escogido un vestido negro, con las mangas bajas, dejando sus hombros y clavículas al descubierto. Tenía un sencillo encaje floreado siguiendo la línea del escote que se repetía en el vuelo de la falda. Era la primera vez que Aura optaba por ponerle algo elegante, en vez de sexy. El vestido era tan femenino, que se sentía como una especia de damisela, en vez de una mujer empoderada. Era una sensación peculiar. Aunque los tacones de aguja, con suela roja le daban un toque dominatrix. Rogó porque el dolor no apareciera demasiado rápido.

El aleteo de su estómago no remitía. Desde que había comenzado a arreglarse bajo los ojos críticos de Aura, Adrasteia había sido incapaz de permanecer dos minutos seguidos sentada frente al espejo. Llevaba demasiado tiempo sin verlo en persona. La seguridad de la pantalla de su móvil y la de su ordenador le habían infundido valentía para ser ella misma. Siempre con la posibilidad de apagar la cámara o simplemente posponer sus respuestas. Ahora, no tendría modo de escapar. A menos que quisiera arriesgarse a salir corriendo con aquellos tacones de aguja.

El viento removió su cabello. Para evitar que este se le despeinara, dejó que la brisa le diera de lleno en el rostro, mientras su pelo danzaba a su espalda. Cerró los ojos disfrutando de la suave brisa, notando como sus nervios se atemperaban.

- Definitivamente, en estos momentos soy el chico más envidiado de esta calle.

La voz baja y ronca de Wos le sacó una sonrisa. Se volvió lentamente dejando que la falda danzara, acariciando sus muslos. Estaba tan guapo como siempre. Se había puesto una camisa negra, con unos pantalones grises. Elegante pero también algo informal. Como era típico en él. Pero aquella suave sonrisa, aquellos ojos que la recorrieron con dulzura hasta regresar a sus ojos. Adrasteia no pudo contenerse. Se lanzó a sus brazos para besarlo como llevaba meses deseando hacer. Wos le acarició la espalda, mientras con la otra mano sostenía su nuca para que no se apartara de él.

Ambos jadeaban sonrientes cuando por fin se apartaron.

- Yo también te he echado de menos – dijo este sacándole una carcajada.

- Sigues tan arrogante como siempre.

- Y tú tan persuasiva como siempre. Tal vez más.

Adrasteia negó con la cabeza todavía sonriendo, y le tomó inconscientemente la mano para entrar en el modesto bar, demasiado arreglados, a decir verdad, pero poco podía importarles.

Se acomodaron en una mesa situada bastante al fondo, a pesar de que había pocos comensales por la temprana hora. En aquel rincón, sentados uno frente al otro, se permitieron unos minutos para contemplarse entre sonrisas y cierta timidez.

- ¿Qué me miras tan detenidamente? – inquirió Adrasteia.

- Después de tantos meses, por fin puedo disfrutar de tu presencia plenamente.

Adrasteia se encogió de hombros con coquetería.

- Y yo que pensaba que las videollamadas serían suficiente.

- En ellas no puedo olerte – dijo tomando su mano para llevársela a los labios -. Ni tampoco tengo posibilidades de tocarte.

El corazón de Adrasteia galopó en su pecho. Sus piernas se tensaron mientras observaba a Wos repartir suaves besos por cada uno de sus nudillos, provocando que un cosquilleo se extendiera a lo largo de su brazo. La piel se erizó delatándola y sacándole a Wos una sonrisilla arrogante.

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