Segunda fase

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Aura estaba probándose unos vaqueros cuando le llegó el mensaje de su hermana. Acababa de pasar a la segunda fase. Aura suspiró aliviada. Solo quedaban dos más.

Ahora les tocaba improvisar con objetos. Treinta segundos cada uno. Y diez segundos con cada cosa. Aura no estaba segura de cómo funcionaría del todo. Aunque si no recordaba mal, su hermana había estado practicando muchísimo con palabras al azar. Así que no debería resultarle difícil.

Le deseó buena suerte confiando en que llegaría a estar entre los dieciséis finalistas. Consciente de que la última prueba sería la más dura. No le había dicho nada de Partidas, aunque intuía que habría pasado a la segunda fase. De lo contrario Adrasteia se habría jactado de su derrota.

Se miró al espejo observando cómo le quedaban los pantalones. Hacía mucho que no se preocupaba de aquellas cosas. Había adelgazado muchísimo y perdido algo de musculatura tras los meses de inactividad. Se pasaba los días de la cama al sofá. En un principio para recuperarse físicamente. Aunque hacía tiempo que había aceptado el sedentarismo como estilo de vida.

Se apartó el cabello castaño de la cara. La tenía muy angulosa tras la pérdida de peso. Adrasteia se había asegurado de que estuviera bien alimentada, pero su cuerpo tenía otras ideas.

Se alzó la camiseta para observar su abdomen plano. Antes unas líneas lo definían. Un reflejo de sus años de entrenamiento. Ahora, solo se le marcaban las costillas. Era asqueroso. Hasta los huesos de las clavículas se le habían puesto puntiagudos.

Dejó los vaqueros junto a los demás y salió de la tienda. Jamás había odiado su cuerpo. De hecho, la había sorprendido escuchar a sus compañeras decir que se veían demasiado gordas o delgadas. Ella las consideraba hermosas a todas. En ese momento, las comprendía.

Había evitado mirarse con asiduidad al espejo por temor a lo que se encontraría después de la paliza que recibió. Jamás se había sentido tan indefensa como en aquel momento. Con el tiempo, procuró no observarse demasiado porque recordaba con suficiente claridad las manos de aquellos cabrones en su cuerpo. Hasta el punto de ducharse lo menos posibles para no sentir el roce de sus propios dedos.

Su concepto de los hombres parecía haber cambiado. Ahora los observaba con detenimiento. En parte temerosa de que alguno se abalanzaba sobre ella. Y en parte por curiosidad. ¿Quién podía saber cuántos maltratadores, violadores y psicópatas andaban sueltos por las calles? Dementes que pasaban por su lado y la acariciaban con la mirada.

Aura bloqueó aquella idea. Si seguía así, acabaría confinada en su casa el resto de su vida. 

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