Comida

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Una de las cosas que unía a Argentina de norte a sur, era el mate. Era una infusión de hiervas que todos consumían con asiduidad. Cuando llegabas a casa de alguien, era lo primero que te ofrecían.

Sentada al lado de Skone, con Wos enfrente y Papo ocupando el lugar restante, examinó el contenido de aquel vaso de calabaza con expresión neutral. El olor en sí no la atraía demasiado. Que tuviera una cobertura de hierbas sobre el líquido, tampoco le hacía demasiada gracia.

- No muevas la pajita si no quieres tragarte las hiervas – le advirtió Skone dándole un buen sorbo a su recipiente.

- ¿Qué sabor tiene exactamente?

- Es amargo, pero le puedes echar azúcar.

Adrasteia examinó de nuevo el contenido. Wos y Papo se cubrían la boca para no reír. En un acto de fe en la gastronomía argentina, dio un sorbo generoso. El sabor amargo atacó inmediatamente su lengua. Que encima estuviera templado no mejoraba las cosas. Su garganta luchó por tragar a toda prisa atragantándose en el proceso. Skone comenzó a palmearle la espalda mientras ella luchaba por recuperar el aliento.

- Me da a mí que esta no va a ser tu bebida.

- Está muy amarga – dijo todavía asfixiada.

Parpadeó un par de veces librándose de las lágrimas que obstruían su visión y la probó de nuevo. Tenía la esperanza de que sería igual que con la cerveza, y que después del primer trago, mejoraría. Pero aquella bebida volvió a patearle las papilas gustativas provocándole una arcada. Su cara de asco no pasó desapercibida para los comensales de otras mesas que la señalaban y reían.

- Deja de beber que al final vas a vomitar – dijo Skone apartándole la bebida en lo que ella daba un buen trago a su vaso de agua.

- ¿Cómo podéis beber esto? – le espetó a Wos y a Papo que continuaban con una sonrisa en la cara.

- Estamos acostumbrados al sabor – le explicó Papo.

- ¿Pero quién querría acostumbrarse al sabor de algo tan desagradable?

Skone la hizo callar a toda prisa.

- No es bueno meterte en un debate con un argentino. Y menos con su sagrado mate.

Adrasteia lo miro confusa antes de volver a centrarse en Papo y Wos. No parecían ofendidos. Ni siquiera mínimamente molestos por su comentario. Así que continuó:

- ¿Por qué querríais acostumbraros al sabor de algo que no es agradable?

- Es cuestión de gustos – dijo Wos tomando otro sorbo de su bebida -. La bebemos desde chicos, así que no sabría decirte. Yo mismo no entiendo por qué no te gusta.

- Porque sabe peor que la piel de un limón.

Wos se inclinó hacia delante soltando una risa.

- A mí me gusta el sabor de los cítricos.

- Una cosa es que te guste el zumo de pomelo, y otra que mastiques su cáscara.

- Esto no va a acabar bien – le cuchicheó Skone a Papo.

- ¿A qué te refieres? – inquirió Adrasteia.

- A vosotros dos.

Adrasteia no comprendió del todo a lo que se refería. Pero tampoco tuvo relevancia cuando el camarero llegó con la comida. La carne en Argentina era muy conocida, pero Adrasteia jamás imaginó que vería porciones tan enormes. La de Papo tenía un grosor de cuatro dedos, además de una amplia fuente de patatas. Y la suya tampoco se quedaba corta. Encima, habían pedido empanadas. Porque, según Skone, Argentina hacía las mejores del mundo. Adrasteia no tardó en corroborarlo.

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