Después del ejercicio de la tarde anterior, Adrasteia se despertó a las cuatro de la mañana. Fue lo bastante inteligente como para no despertar a su madre, aunque no tanto como para hacer los deberes que no había hecho. La bronca de su profesora no fue nada en comparación con la que le soltó Iris al ver la nota que le habían puesto.
Tuvo que hacer los deberes atrasados y los que le habían mandado ese día sentada en la mesa de la cocina con su madre al lado. Por suerte, tal y como esperaba, sobre las cinco y media subió las escaleras con su hermana Aura para dormir la siesta.
Cuando llegó al gimnasio, a José casi le dio un infarto.
- ¿Otra vez estás aquí chiquilla?
Adrasteia apenas le dedicó un asentimiento mientras se escabullía entre la marea de cuerpos buscando a su padre. Esta vez lo localizó en uno de los sacos de boxeo dándole indicaciones a un chico rubio con las mejillas cubiertas por un bello tan fino que parecía una suave pelusilla.
Esta vez, lejos de mostrarse sorprendido, su padre lanzó una sonora carcajada.
- Ya sabía yo que Iris no iba a ser capaz de retenerte en casa.
***
Pasaron casi tres meses, y Frankie continuó negándose a darle clases de boxeo. Pero no le impedía asistir a ellas. José se quejaba constantemente por su presencia allí, aunque nunca había tratado de echarla. Los hombres se habituaron a verla por allí e incluso le daban de vez en cuanto algún asesoramiento acerca de la postura correcta o el modo de coger impulso para lanzar el golpe. Ella se lo agradecía y trataba de ponerlo en práctica tan bien como podía. Descubrió que cuanto más se esforzaba por cumplir las indicaciones, más le costaba a su cuerpo aguantar la clase de su padre. Un día en particular, apenas lograba mantener los brazos en alto por lo cansados que los tenía. Su padre le sonreía en esos momentos. No había desafío en su tierna mirada, pero Adrasteia sabía que la estaba probando, e iba a pasar la prueba.
Al cuarto mes, tras despedirse con la mano de Pedro, el conductor de autobús, su padre le entregó un paquete. José estaba a su lado con los brazos cruzados. Se había dejado a lo largo de aquellos meses que le creciera el bigote. Ahora era tan frondoso que le cubría el labio superior. Adrasteia pensaba que le hacía juego con sus espesas cejas negras.
Emocionada por recibir un regalo de su padre, rompió el envoltorio a toda prisa para descubrir unos pequeños guantes de boxeo rojos.
- Te los has ganado – comentó su padre.
Adrasteia estalló en gritos y saltos. Sabía bien lo que aquello significaba.
- Vas a darme clases, vas a darme clases – dijo saltando alrededor de ambos hombres.
- Más te vale que no me arrepienta – espetó José negando con la cabeza rumbo a su lugar predilecto tras el mostrador.
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NÉMESIS
Hayran KurguAcostumbrada a los rings de boxeo, Némesis jamás pensó que llegaría el día en que acabaría subida a un escenario. Como tampoco imaginaba la fuerte atracción que surgiría entre ella y uno de los raperos más famosos de argentina. Esta es su historia.