Epílogo

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Unos brazos la rodeaban, mientras que unos labios cálidos repartían fugaces besos por su cuello. Una sonrisa se extendió por su semblante a pesar de lo molesta que le resultaba la luz que entraba por la ventana.

- Buenos días – susurró Wos en su oído mientras le apartaba el cabello para morderle la oreja.

Con un suspiro de satisfacción, Adrasteia se volvió para darle un beso en la punta de la nariz.

- ¿Dormiste bien?

- ¿Qué hora es? – preguntó acomodándose en su pecho.

- Las diez de la mañana.

- Entonces no he dormido lo suficiente.

- ¿Y es mi culpa?

- Definitivamente, sí.

Soltando una ronca carcajada, le acarició el rostro, dibujando cada uno de sus contornos.

- ¿Y eso por qué?

- Me obligasteis a ir de fiesta, para empezar – rezongó recordando el lugar con demasiado ruido, luces y gente para su gusto -. Después, a pesar de lo agotada que estaba, insististe en hacerme el amor durante horas. No podías conformarte con una vez.

- No te escuché quejarte anoche – bromeó mientras recorría la piel desnuda de su espalda con sus habilidosos dedos.

- Debiste confundir mis gritos de molestia con los de placer.

Wos se inclinó para morderle el cuello, haciendo que Adrasteia lo mirara con mala cara.

- Y lo peor de todo, me has levantado a las diez – bufó incorporándose hasta quedar tumbada sobre él -. Habremos dormido cuatro horas como mucho.

- Quería aprovechar el tiempo juntos – comentó tomando su rostro entre las manos para besarla.

- ¿Y no podrías haberte limitado a observarme dormir?

- Tengo planes mucho más divertidos en mente – dijo agarrando su trasero con ambas manos, mientras su abdomen rozaba su creciente erección.

- Pues tendrás que ponerte encima, no estoy para moverme mucho.

- Ya veremos lo quieta que te quedas dentro de unos minutos.

Con una habilidad pasmosa, la tumbó de espaldas en la cama y le alzó las piernas, hasta depositarle los pies en su pecho.

- A ver qué tal me haces gritar esta vez – dijo separando las piernas del todo para ofrecerle una buena vista en un claro desafío.

- Haré que me supliques que pare.

- Estoy deseándolo.

Tras compartir una arrogante sonrisa, Wos desapareció entre sus piernas.

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