CAPITULO 3 TWO OF US

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DANIEL

Eran las 6: 20 am del sábado. Atravesé a paso rápido los pasillos del University College Hospital y me dirigí a la zona del parqueadero. Subí a mi Audi A8 color negro. Me dejé caer en el lugar del conductor y descansé mi cabeza al asiento. Suspiré hondo. Estaba profundamente agotado, había sido un turno de los mil demonios en la unidad de neurología.

Llegué al 147 de Whitfield Street, una de las casas de mi abuela Rebeca ubicada convenientemente muy cerca del Hospital y de la Universidad. Me di una ducha rápida y me quedé profundo como piedra inerte en la cama.

Cuando desperté ya era medio día. Me arreglé fugazmente y salí directo hacia la esquina de la calle en el cruce con Grafton Way, en el popular Café Rio; pedí un almuerzo típico inglés y regresé a casa. No tenía ganas de cocinar.

Llamé a mi madre como de costumbre. La señora Ana María de Emiliani no podía pasar un día sin saber cómo estaba su hijo y eso que próximamente iba a cumplir treinta años.

Aún tenía algo de cansancio, había trabajado duro toda la semana en el Hospital; por fortuna me habían dado hasta el lunes para descansar y un buen amigo me esperaba para presentarme a alguien en una discoteca.

Realmente no lo necesitaba, pero no contaba con muchas opciones para el fin de semana y no me caía mal un poco de diversión para disipar el estrés.

Me duché y fui directo al armario. Me puse un bóxer, pantalones, una camisa que remangué hasta los codos y zapatos estilo botas. Me arreglé un poco el cabello, me coloqué el reloj, guardé mi cartera, tomé mis llaves y salí.

Aunque era temprano, no quería llegar tarde; llevaba más de un año viviendo en Londres y nunca había estado en esa discoteca, así que prefería evitar cualquier clase de contratiempo. Entre mi especialización y el hospital, mi vida social estaba bastante arruinada, pero poco me importaba, no estaba en Londres para divertirme ni buscar esposa. Tenía objetivos claramente fijados que debían cumplirse a cabalidad.

Conduje mi Audi tomándome el tiempo para llegar al lugar.

En las calles de Londres ya se sentía el ambiente nocturno; parejas y grupos de amigos se agolpaban afuera de bares, pubs y discotecas reconocidas.

Llegué al 418 de Brixton Road.

¡Maldición!

No encontraba donde parquear, me lamenté pensando que debía haber tomado un taxi. Demasiado tarde para arrepentirme, la discoteca estaba muy lejos de la casa. Seguí en el auto buscando un lugar donde dejarlo, les pregunté a unas personas que estaban justo en la esquina y me indicaron que en la parte de atrás de esa calle podría hacerlo.

Dejé el vehículo en un parqueadero improvisado y me encaminé al Phonox, una de las discotecas de moda más popular y concurridas de todo Londres; la experiencia en ella afirmaba ser magistral, aunque solo la música Techno reinara en el lugar.

SHADIA

Se me escapó un suspiro.

Me sentía algo nerviosa pero no como aquel día en la oficina del Decano, sino ese tipo de nervios que nos dan ante la posibilidad de un factor sorpresa.

Sonreí al espejo.

Por favor, sabía muy bien que los chicos me iban a presentar a alguien, no tenía ninguna pizca de tonta. Mis ánimos de conocer a alguien estaban enterrados a más de cinco mil metros bajo tierra, sin embargo, me provocaba un poco de diversión, era mi cumpleaños y la primera vez que lo celebraría en Londres. Esperaba que fuese distinto, se lo había prometido a Izzy.

Me bañé, me puse un vestido suelto y sandalias. Isabelle, como parte de su regalo, me apartó una tarde en un salón lujoso del West End donde me arreglaron el cabello y maquillaron maravillosamente.

Al regresar a la residencia me di los últimos toques y...

Oh, no.

Falla de vestuario. No tuve en cuenta el uso del sujetador con el vestido que había comprado.

No tenía tiempo para comprar sujetadores de pezón.

Lo medité unos segundos y no tenía más remedio que ir sin sujetador, no podía dejar de usar este magnífico vestido esta noche.

Me observé frente al espejo y casi no me reconocía; sin duda esa cara devastadora y triste tras el divorcio, ya se había disipado, quizás por el maquillaje o el mejor ánimo que tenía.

Pedí un taxi que llegó muy puntual para llevarme al Phonox; era temprano aun, pero no me sentía una experta conocedora de las calles de Londres por completo. A decir verdad, solo me solía mover casi que exclusivamente en Bloomsbury y no iba más allá sino era con Izzy, por lo tanto, no me apetecía ser la última en llegar, me iba a sentir como en una fiesta sorpresa y no me agradaban en lo absoluto.

Llegué después de aquel viaje que pareció una eternidad; las luces y la gente me hicieron sentir un tanto festiva y eso que no llevaba ni el primer trago.

En la entrada le expliqué al de seguridad que teníamos una reservación para un cumpleaños en la zona conocida como The Crate, un área privada, como una especie de cabina con capacidad de hasta quince personas y que dejaba a la vista todo el escenario y la pista de baile.

Entré dejando que el ambiente me golpease justo en la piel.

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