CAPITULO 69 I WANT YOU

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DANIEL

El espectáculo avanzaba, el escenario y los vestuarios cambiaban así como las canciones que los bailarines y bailarinas entonaban al tiempo que realizaban de manera sincrónica sus famosas coreografías. El público estaba observando alegre y concentrado hacia el escenario al igual que nuestros amigos presentes en la mesa.

Si alguno de ellos notó lo que Shadia y yo estábamos haciendo, lo disimuló muy bien, porque parecía que no existiésemos para más nadie, solo para ella y para mí. Y aquello era preferible antes que ser descubiertos en actos poco recatados para el momento.

Ella dejó caer sus bragas al suelo cuando las jalé por completo, quizás confiando en la oscuridad del lugar; de inmediato las guardé en mi bolsillo con movimientos disimulados. Regresé mi mano sobre sus piernas para entonces ligeramente abiertas y ella con una de sus manos subió un poco su vestido para permitirme la entrada. Con la otra, que no había dejado de mantener sobre mi muslo derecho, buscó mi pene erecto y lo frotó con experticia, acariciándolo por encima del pantalón. Por mi parte subí la mano y comencé a frotar mis dedos sobre el exterior de su vagina.

¡Qué delicia fue encontrar esa humedad!

Mis dedos se mojaron de nuevo y por primera vez en aquella noche no era por el rocío de la copa o de la botella de champagne.

Con la punta de mi pulgar encontré su clítoris. Mi palma sobre la comisura de sus piernas me permitía controlar el ritmo con el que me acercaba a su sexo. Su centro de placer era muy receptivo. Al instante en que comencé a frotarlo con la punta de mi dedo medio escuché un ligero gemido, casi imperceptible entre la música. Lo froté un par de veces antes de bajar la totalidad de mi mano y tocar los labios por fuera y luego regresar a la posición anterior. Observé a Shadia cerrando intermitentemente sus ojos y estirar su cuello, después inclinó la cabeza hacia su izquierda y nuestros ojos tenían breves pero constantes encuentros.

Tras un par de repeticiones con el mismo movimiento, me animé por fin a introducir un dedo. Mi dedo medio, el afortunado, se abrió camino entre los labios mayores y los labios menores. Palpé su abertura vaginal y por fin llegué al interior, estaba tan húmedo que un sólo instante resultó suficiente para sentir mi dedo empapado en su totalidad.

Continué el vaivén de mi dedo medio dentro de ella mientras que con los demás dedos intentaba tocar una mayor zona exterior aprovechando el mismo movimiento. Su rostro lucía cada vez más hermoso con ese gesto de satisfacción único.

Introduje mi dedo índice junto a mi dedo medio. Para cuando fue indiscutible que ella lo había sentido, apenas un instante después, cerró levemente sus piernas mientras las estiraba en el aire debajo de la mesa. Le di una mirada de advertencia para que no se expusiese ante nuestros amigos.

Alcancé entonces a percibir que sólo la punta de sus pies tenía algún contacto con el suelo. Ahogó un grito de placer casi de inmediato cuando moví mis dedos dentro de ella, evitando que nuestros acompañantes se percatasen de lo que sucedía allí atrás. Con el rabillo del ojo recorrí la proximidad de la sala para ver si alguien nos observaba, tal parecía que no; pero quién podía estar seguro en medio de un espacio así.

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