CAPITULO 16 THERE'S A PLACE

114 8 13
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


DANIEL

Verla por la mañana se sentía como una suave brisa que acariciaba mi necesitada piel. Nunca esperé cruzármela ese día.

Estaba hermosa, como siempre.

¿Acaso había algo que le quedase mal?

Ella y esa manía de llevar faldas que me estaba matando de a poco.

No nos conocíamos mucho, pero creía poder leer sus miradas, como si me reclamasen esa llamada que no había llegado o esa salida que no había vuelto a suceder. Debí jugármelas antes que se marchase del café.

La miré divertido, sabía que también me lanzaba miradas. Decidí ir hasta el mostrador y averiguar qué clase de bebida estaba tomando para enviarle otra más. Una mesera se volvió mi cómplice, accedió a darme la información y llevó la bebida después que la pagué.

Le envié un mensaje.

«BUENOS DÍAS, HERMOSA».

Lo leyó con cara de póker y no me respondió absolutamente nada.

Se había llevado toda mi atención desde que la vi cuando entré al lugar. La observé levantarse de la mesa y nuevamente me vi arrastrado por sus encantos, como si ella fuese sirena y secretamente me sedujera con su canto.

La seguí al baño.

Sí... y ahí íbamos de nuevo, Dios.

Que calor hacía últimamente en Londres.

Entré tras ella sin detenerme a pensar un poco, dejaba de hacerlo con claridad cuando de ella se trataba.

— ¿Qué estás haciendo? —atinó a decir cuando mis manos ya estaban capturando su cuello.

La besé intensamente, había extrañado esos labios tan deliciosos, tan intensos en su entrega.

—Te necesito —jadeé en su boca mientras mis manos ansiosas buscaban su cuerpo y el uniforme en vano se resistía a mi erección.

Ella jadeó a mi tacto, reaccionó a mis besos. Intenté quitarle esa blusa que me estorbaba. Empecé a soltar los lazos que llevaba en la parte de adelante cuando me detuvo bruscamente.

—No puedo. —Negó con la cabeza y la respiración agitada—. Tengo un compromiso y no debo llegar tarde.

— ¿Qué pasa si no te dejo ir?

—Corro el riesgo de perder mi trabajo.

—Debe haber algo que podamos hacer.

—Veámonos esta noche —propuso.

—Como me encantaría secuestrarte ahora mismo y hacerte mil cosas que me voy a reservar.

—Cuidado con lo que desea, Doc.

— ¿Doc? ¿Has dejado atrás lo de Doctor Emiliani?

—Eso depende de mí humor. —Rio un poco pensativa mientras yo me debatía internamente entre pensamientos lascivos y una sufrida erección—. Me tengo que ir.

Sonreí negando con la cabeza.

—Esa ya se ha vuelto una frase muy suya en esta última semana, Señorita «me tengo que ir» —susurré en su frente.

Solo me dedicó una sonrisa con la mirada baja separándose de mí.

—Golpe bajo ¿no?

—No tienes ni idea —Suspiró y me tragué embrujado su aliento. Intentó marcharse pero la detuve con mis preguntas.

— ¿Paso por ti en la noche?

—No. Yo llego a tu casa —murmuró sin mirar atrás.

— ¿Seguro? O ¿Es una artimaña para librarte de mí rápidamente?

Se giró para responder.

— ¿Ahora duda de mí, Doc?

—Ni te imaginas cuanto estoy confiando en ti en este preciso momento.

—Eso creí. Nos vemos en la noche.

Y ahí me dejó. Sí. Con muchas ganas y poca acción.

No podía salir así.

Caminé hasta el baño de hombres. Traté de calmarme, refrescarme con un poco de agua y sacar a esa mujer de mi mente y de mi piel.

Aun no sabía que era imposible.

Me dirigí nuevamente a la mesa, mis compañeros del hospital me observaron dudosos. Pero no, nada de lo que se imaginaban había pasado.

Desafortunadamente.

No me hicieron preguntas pero me sentí acusado con sus miradas y un par de risas extrañas, aunque su falta de complicidad los delataba.

Realmente me importaba poco lo que pensaran de mí, me había dejado de importar la gente y su opinión desde hacía mucho tiempo.

Antes solía tener buenos amigos, una novia, un lugar seguro a donde ir y mucho más en Nueva York. Pero todo eso cambió en un abrir y cerrar de ojos. La traición de los que amé me había arrastrado hasta un lugar muy oscuro, donde definitivamente no se podía colar la luz.

Salimos nuevamente hacia el hospital, el turno aun no llegaba a su fin, pronto se cumplirían veinte horas de trabajo, no sabía cómo iba a mantenerme en forma para esa noche.

Pensé en ella otra vez y en esos lindos ojos vivaces que últimamente no quería dejar de ver. 


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Nocturnos © [+18]  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora