CAPITULO 15 YOU CAN'T DO THAT

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SHADIA

Era fin de semana y ya estaba supremamente agotada. Escenas se repetían en mi cabeza sin parar. Esta semana había sido bastante voluble; por un lado, Daniel, a quien no había visto desde nuestra salida el domingo pasado y de quien no había recibido ni una señal de vida; y Por otro lado estaba el decano Finley, quien también brillaba por su ausencia, pero bastante trabajo que sí me había dejado.

En fin. Suspiré hondo. Justo ese día me había convocado para un trabajo de campo.

Really?

Un domingo, válgame Dios, no había respeto en ese lado del mundo.

Desperté demasiado temprano, casi siempre era de las que solían llegar tarde a todo, pero no podía fallarle al decano, ni mucho menos a Luisa, mi ángel, el corazón más noble de Puerto Rico que hizo hasta lo imposible por conseguirme este trabajo. Ya saben, la misma que me ayudó a levantar las alas y aterrizar en Heathrow.

— ¿A dónde crees que vas tan temprano? —me interrogó una Izzy zombie mood.

—Anoche te dije que el decano me pidió reunirnos hoy para un trabajo extra y fuera de su oficina.

—Uhmmm —atinó a responder antes de caer nuevamente dormida.

Salí y me fui directo al Gordon's café para desayunar un poco. Estaba casi pálida del hambre, sin duda necesitaba un poco de color, algún tinte del trópico en mi piel.

¡Pero ya!

Las calles estaban solitarias como de costumbre. Llegué al café y me senté en la última esquina del lugar, estaba un poco más lleno de lo que pensaba. Pedí un café Mocca frío, waffles y huevos revueltos. Las bebidas calientes no son lo mío definitivamente, necesitaba algo que me despertase de una vez por las mañanas.

Como el agua fría recorriendo mi piel o un mañanero con Daniel.

¡Ja!, alejad esos pensamientos pecaminosos, plebeya.

La joven mesera llegó al rato con mi orden. Nada fuera de lo común.

Ups. Justo cuando todo aparentaba ser normal, un muy amanecido y sexy Doctor venía entrando por la puerta y muy bien acompañado.

Automáticamente bajé la mirada, enterrando prácticamente la cabeza en el desayuno.

Dios.

No pude evitarlo, se vía tan... uhmm... ¿Sexy?

¿Cuántas veces mencionaba esa palabra cuando se trataba de Daniel?

Demasiadas.

Gracias al cielo por esos doctores que casi parecen modelar ese uniforme.

¿QUÉ? No lo mires, no lo mires, nooo...

Que no me vea.

Que alguien se apiade de esta alma en apuros.

Nuestras miradas parecían buscarse y vaya que se encontraron.

Intenté que la mía fuese vacía, como cuando miras un punto fijo pero realmente tu mente se encuentra dispersa en otro lugar.

Había transcurrido una semana sin saber nada de él. No era que estuviese pretendiendo cosas donde no las había, solo que me consideraba demasiado inexperta en ese tipo de relaciones nada más que sexuales.

¿En qué momento llegamos a eso?

¿Alguien lo recuerda?

No me apetecía mirarlo demasiado para no ser tan obvia; por lo menos una llamada hubiese sido suficiente para mantener la situación en remojo o definitivamente secarla bajo el sol del Sahara.

Pero ahí estaba él, tan hermoso, con esos ojos llenos de brillo aunque luciesen cansados, con esa sonrisa perfecta que te hacía soñar.

Y ahí estaba yo también, de nuevo, cruzando una línea delgada que quizás yo misma me había encargado de trazar desde el primer día.

Olvídalo.

Solo míralo sonreír y ya.

Está bien, Un poquito nada más y sigues con lo tuyo.

Estaba acompañado de algunos colegas del hospital, o quizás algo más. Al parecer tenía esa sonrisa para el pueblo y yo deseando que fuese solo mía.

A la mierda todo. Lo voy a mirar.

Sí, le voy a sostener la mirada.

Me gustas tanto, Doc.

Me lanzó miradas discretas sin dejar de sonreír. Se sentó en una mesa bastante lejos y segura para mí. Lo acompañaban dos hombres también médicos —al parecer—, y dos mujeres enfermeras; una se veía mayor y la otra era una joven hermosa y rubia, toda una autentica belleza británica.

Intenté disimular un poco pero lo descubrí mirándome.

Se levantó de su silla y mi corazón entró en paro pensando que quizás iba hacia mi mesa. Por fortuna se dirigió a la barra e intercambió una conversa con la mesera y le entregó dinero.

Volvió a su silla de inmediato, al igual que el alma regresó a mi cuerpo. Se quedó absorto por un momento en su móvil y yo me concentré en otra cosa que no fuese él.

La mesera con la que Daniel había conversado hacia unos minutos llegó nuevamente a mi mesa con otro café Mocca. La miré extrañada.

—Disculpa, no he pedido otro Mocca —le aseguré.

Me sonrió con delicadeza y una chispa de emoción.

—El médico guapo de cabello negro que está en frente se lo ha enviado. —Lo colocó de inmediato sobre la mesa.

Una estúpida sonrisa interna se instaló en mí.

Disimula, tonta.

La mesera se retiró y enseguida mi celular vibró. Mensaje. Daniel.

«BUENOS DÍAS, HERMOSA».

Lo observé rápidamente; había dejado de mirarme y se concentraba en sus compañeros. Rodé los ojos. Era un caso perdido.

¡Sáquenme de aquí!

No respondí su mensaje. Simplemente terminé el resto del desayuno e intenté acabar el segundo Mocca en vano.

Lo siento Doc., pero no podía con tanto café en mi sistema.

Pagué la cuenta y me levanté mientras le dirigía unas cuantas miradas discretas según mi parecer. Caminé hacia el baño sin mirar atrás.

Me siguió.

Lo sabía. 


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