CAPITULO 62 HERE, THERE AND EVERYWHERE

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SHADIA

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SHADIA

Había pasado casi un mes desde aquella noche en que la sangre de Dan casi abandonó por completo su cuerpo.

Ok, estoy exagerando.

Pero saben que fue una noche terrible envuelta en lo complejo de la muerte.

Unos llegaron y otros se fueron definitivamente.

Ladeé un poco la cabeza para mirar al hombre de cabellos oscuros alborotados que estaba a mi lado y que conducía un convertible clásico alquilado. El azul de sus ojos impactó por breves segundos en mi pupila; le ofrecí de inmediato una sonrisa de ojos cerrados.

Íbamos rumbo a la casa de la abuela.

Por fin.

Sí, estaba sonriendo internamente. No quería que se notase lo mucho que me tentaba ese plan.

Todo ese tiempo se estuvo quedando allí junto con su madre para recuperarse, hablábamos casi todos los días pero era demasiado no tenerlo cerca. Apenas se recuperó de la cirugía en su pierna se plantó en mi puerta, me invitó a la casa y pues...ahí estábamos, conduciendo en medio de un camino solitario y arbóreo.

Me sentía bien, estaba tranquila y en paz, sin ninguna clase de presión, solo éramos él y yo de camino a esa casa de la que tanto me habló.

Después de conducir casi una hora llegamos a la famosa casa. Estaba casi oculta en medio de un bosque tupido, con una infraestructura que combinaba con gran diseño el hormigón y la madera; los techos eran triangulares y había enormes ventanas por todo el lugar ofreciendo la posibilidad de siempre contemplar los alrededores.

Cenamos junto con su abuela Rebeca en la terraza de atrás, iluminados por faroles inquietos dominados por el viento. Conversamos muchas cosas interesantes y ella decidió abandonarnos pronto con la vieja excusa del cansancio. Se marchó a su habitación en la planta principal guiñándole un ojo a Dan.

—Permíteme enseñarte tu habitación —me dijo Daniel.

— ¿Me dejarás la de tu famoso ventanal o eres demasiado egoísta para ello?

—No quieres saber la respuesta.

Subimos unas sencillas escaleras de madera que terminaban en la mitad de un pasillo que se bifurcaba en dos, cuyos extremos eran precisamente las puertas de esas dos habitaciones especiales para Dan.

—Ya sé que hay dos habitaciones iguales pero ¿por qué prefieres una y la otra no?

—La vista de aquella que da hacia al frente de la casa es mucho mejor, créeme, o mejor déjame mostrártelo.

Me condujo por una de las puertas y al entrar fue inevitable mirar ese ventanal. En el centro solo había una cama con sábanas de colores neutros; al pie del ventanal un enorme sofá empotrado sobre madera cuyo espaldar era precisamente el cristal de la ventana. La única decoración que irrumpía con la ofrecida por el firmamento era un cuadro que me recordaba las obras de Monet. Había además un armario empotrado y al lado una puerta que daba al baño privado.

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