EXTRA III - GROW OLD WITH ME (Parte 2)

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SHADIA


—Tranquila. —Puso ambas palmas abiertas al frente.

—Vete, estás loco, no tienes nada que hacer aquí.

—Solo quiero hablar contigo, es todo.

—No —expresé con firmeza.

—Por favor, concédeme solo unos minutos.

— ¿Ahora pides el favor? ¿Perdiste la cabeza? ¿Te estás muriendo? ¿Te convertiste a alguna o religión o qué? —Él emitió una risa nasal y yo estaba en pánico. No quería arruinar este día por nada del mundo y se me apareció la persona que menos deseaba ver.

—Sé que no es el momento, pero de verdad vine con la intención de verte y decirte una cuantas cosas. Solo eso te pido. Vamos a mi habitación, no nos tomará mucho tiempo.

—No. Definitivamente has perdido la cabeza. No pienso moverme de aquí si no es para largarme lejos de ti.

—Sé que no tengo el derecho de exigirte nada a estas alturas, pero te juro que necesito hablar contigo.

—Hazlo ahora, di lo que tengas que decir, no voy a ninguna jodida habitación contigo. Si tuviste el descaro de venir hasta aquí, por lo menos ten la decencia de aceptar mis condiciones. —Me miró pensativo por un micro segundo en que casi empiezo a correr para huir de él. Todo me olía mal y solo pensaba en que podría pasar si Dan se enterase de que Alonso estaba frente a mí.

—Te amé, te juro que lo hice. —Bufé.

— ¿Y qué con eso? Tus frases en pasado me saben a nada.

—Supongo que necesitaba decírtelo.

—Qué pena no poder decir lo mismo, porque yo no necesito nada que venga de ti...

—Te echo de menos, aun te anhelo conmigo —interrumpió al tiempo que sus manos me tomaron por la cintura y la respiración se me congeló.

— ¡Suéltala! —Mi miedo se materializó. El corazón en vez de sentir alivio y disminuir la intensidad de sus latidos, estaba a punto de ahuecar mi pecho y correr hasta fundirse con el mar en busca de la calma.

—Pero si llegó el novio, ¿Se te perdió alguien en especial? —dijo sin despegar su mirada de mí. Sus manos me soltaron y retrocedió hasta encontrarse al lado de Dan y cambiar por completo la máscara con la que me había encarado antes—: ¿La novia, quizás?

—Esposa —acotó Daniel ubicándose a mi lado—. Debí romperte un poco más la cara cuando tuve la oportunidad.

—Dan. —Me tomó de la mano y el sudor frío de mis palmas se impregnó en las suyas.

— ¿Qué mierda haces aquí? ¿Quién carajos te dejó entrar?

—Me estoy hospedando aquí desde hace días.

—Eres un enfermo. No te atrevas a hacer nada de lo que más tarde te puedas arrepentir. Mi hija está presente, así que mucho cuidado con lo que tramas.

—Descuida, primo, no estoy tramando nada.

—No soy tu jodido primo —espetó.

—Gracias al cielo que no, porque la familia no hace lo que tú hiciste —siseó

— ¿Y qué se supone que hice? ¿Robarte a tu esposa? Que yo sepa ya se habían divorciado. Y no me arrepiento de nada si es lo que crees.

—Dan, basta, no lo vale. —Mi esposo me observó rebuscando en mis orbes algo que le transmitiera la calma que necesitaba, pero no tenía nada para ofrecerle.

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