EXTRA III - GROW OLD WITH ME (Parte 1)

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Este extra se sitúa antes del epílogo.


DANIEL

Respiré hondo buscando abarcar la mayor cantidad de oxigeno que mis pulmones pudiesen soportar. Me observé en el espejo de la habitación del hotel con una sonrisa intentando tirar de mis labios.

La brisa se colaba por las dos ventanas abiertas y el olor a mar me embriagaba constantemente cada que esta soplaba. Acomodé una vez más mi corbata con los nervios construyéndose en mi interior.

Más que nervioso estaba algo ansioso porque era nuestra segunda boda. Nuestra boda soñada en una capilla improvisada en la playa de la ciudad que nos vio nacer; la ciudad que marcó el inicio de un destino del cual no pudimos escapar.

Observé la hora en mi reloj de muñeca por enésima vez. Sentía la necesidad de llamarla y envolverla entre mis brazos para asegurarme de que no fuese a escapar.

Ok, sí, definitivamente estaba el doble de nervioso y el triple de ansioso.

Aunque ya lo había hablado con quién de hecho ya era mi esposa, realizar esta ceremonia en Cartagena era otro nivel de compromiso entre los dos. La boda en Las Vegas fue un delicioso arranque de locura, pero esta significaba demasiado.

Nunca la presioné con casarnos aquí, creí que era un tema delicado para ella, puesto que sería su segundo matrimonio en esta ciudad y quizás representaba un lugar prohibido para sellar eclesiásticamente nuestra unión. Sin embargo, Shadia me hizo saber —sin titubear al respecto—, que no tendría por qué reprimir sus deseos de casarse con quien amaba, en el lugar donde todo empezó sin saberlo.

No quería pensar en Alonso. A mi madre llegaron voces sobre que este ya se había dado por enterado de nuestro matrimonio en la ciudad y mentiría si no dijese que la duda me picaba la cabeza. Lo creía capaz de cualquier cosa y deseaba de verdad que no arruinara nuestro día.

Él tuvo su buena oportunidad con mi mujer y la perdió por imbécil. Aunque aquello fue para mí entera fortuna, porque de otra forma no hubiésemos chocado en la decanatura o Greg e Isabelle no nos hubiesen presentado.

A decir verdad, desde hace tiempo tengo la firme convicción de que la vida o el destino se las hubiesen arreglado para ponérmela de frente de una forma u otra, porque la sentí mía desde hace muchas vidas y mi existir no estuviese completo sin ella.

No vislumbraba ningún futuro que la excluyese y tampoco así lo quería. Se había convertido en mi todo, era mi completo sistema nervioso central. La mujer con la que nunca soñé, pero la que en secreto alguna vez deseé. Simplemente no me veía sin ella a mi lado, no concebía tal pensamiento absurdo, porque las ganas superaban por mucho a cualquiera de mis miedos.

Caminé hacía la ventana después de echarle un vistazo a mi cabello, riendo en soledad por la cantidad de cosas que hacia llevado por los nervios. Estaba casi a mitad de los treintas y parecía un jodido puberto recién comprometido.

Nuestra boda en Las Vegas aún era un secreto para muchos, incluyendo lo bien que la pasamos mi esposa y yo. Pequeñas anécdotas acumuladas para contarles a nuestros hijos y nietos.

Quedaba poco tiempo para que volviésemos a unirnos en matrimonio. Suspiré imaginándola ataviada en un vestido blanco como la diosa que era y sonreí. Sonreí porque la amaba con intensa locura y quería gritarle a mi familia y al mundo entero que nos pertenecíamos el uno al otro; pero no como dos objetos de propiedad o posesión, sino como dos entes aparentemente divergentes que lograron encajar y funcionar como una perfecta unidad.

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