Capítulo II

3.7K 517 192
                                    


    Aslan de Perdomia, Emperador del mundo, como muchos le conocían y, aunque fuese una afirmación un tanto exagerada, no distaba mucho de la realidad, era dueño de una buena parte de este. Por desgracia, el emperador del mundo ahora mismo tenía un gran dolor de cabeza con nombre y apellidos, Miranda de Jordania. Parecía que derrumbaría aquel pobre barandal perteneciente al balcón en el que estaba parado, tratando de respirar para así calmar su molestia. Sus cabellos rubios se volverían blancos de tanto estrés y sus ojos azules no parecían tan fríos como de costumbre. Sí, ella le había sacado de quicio.

    Debía admitir que la subestimó, no había nadie en toda Perdomia que no hubiese escuchado hablar de la reina de Jordania, de su forma de hablar, de que mejor no provocarla porque no saldría ganando. De otras reinas se hablaba de su gran belleza, o de que eran muy poderosas sacerdotisas de artes ocultas o venga a saber qué más, pero nunca de una así y no porque les faltara conocimiento o inteligencia, no se hablaba de esas cualidades porque rara vez ellas tenían el derecho de expresarlas o un esposo que le diera oídos fuera de las paredes de la habitación, eso si acaso no se habían cansado ya de ellas como sucedía casi siempre.

    Miranda, Miranda, debía deshacerse de esa mujer cuanto antes, cuando su gobernador le dijo que ella en un trono sería peligrosa, no lo creyó, pero esa forma de enfrentarlo en frente de todos sin ningún miedo, fue la viva prueba de que ella no podía durar mucho como la soberana de ningún estado de Perdomia. “Que sepas, Aslan, que no me postraré ante ti a menos que esté muerta”, sus palabras resonaron en su cabeza y sus ojos ámbar tan desafiantes casi se dibujaron en su mente, no duraría mucho con esa corona, de eso se encargaría él.

    —Majestad —la voz de su gobernador le sacó de sus pensamientos y se giró para verle parado detrás de él—, supongo que estará pensando en lo sucedido.

    —Debí haberte escuchado, Omar, esa mujer no puede asumir el trono, si se atrevió a desafiarme así en frente de todos, quién sabe qué más hará. Por lo visto su general le es fiel y por ende su ejército, no necesito que un estado decida rebelarse para que luego otros se le unan.

    —No me gusta admitir que usted no tuvo razón, pero así fue, ahora solo tenemos que poner el plan que le comenté en marcha. —Se acercó con sutileza, dejando atrás la parte de la habitación, y salió hasta el balcón, muy cerca de su soberano para no tener que alzar demasiado la voz—. Derrocarla será bastante fácil si hacemos lo que tengo en mente.

    —No será tan simple, debemos hacer algo que no deje sospechas. Ella conoce bien las leyes y no puedo permitir que ningún estado se entere de que conspiré contra algún gobernante independiente, eso les causaría ciertas inseguridades que a la larga traerán consecuencias.

    El hombre le miró con una ligera sonrisa y juntó sus manos. —Mi emperador, el plan que le propongo no deja rastros, solo destrozos para ellos y ganancias para nosotros. Déjemelo a mí y verá que Jordania será nuestra muy pronto.

    Aslan se lo pensó por unos segundos y al final asintió. —Está bien, confiaré en lo que me dices. ¿Cuándo lo ponemos en marcha?

    —Esta noche. Me tomé el atrevimiento de pedir a los sirvientes que prepararan un banquete, usted deberá mandar un aviso a la reina para que venga y así limar asperezas.

    —¿Qué? No pienso hacer eso, si veo a esa mujer una vez más hoy soy capaz de matarla con mis propias manos —respondió alterado y el gobernador le hizo una seña de que bajara un poco los zumos.

    —Si no se arregla con ella antes de que nos vayamos de aquí, cualquier cosa que pase en su contra los llevará a sospechar de usted, así que debemos actuar con la cabeza fría. La invita, cena con ella junto a algunos nobles y se arreglan, luego de la coronación nos vamos y le ponemos las cosas difíciles, así de sencillo.

Emperatriz (Libro I Bilogía Imperios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora