Epílogo

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    Unos meses después...

    Toda la capital de Perdomia estaba hecha un revuelo, las personas se movían de un lugar a otro eufóricas porque por las calles pasaría la nueva emperatriz. Había pasado mucho desde aquel día, pero al final tuvieron que revelar la verdad que tarde o temprano saldría a la luz. Muchas pláticas y lágrimas se extendieron cuando la señora Zibá regresó al imperio para corroborar lo que en la carta había escrito. No hizo falta mucha aclaración, muchos de los que habían sobrevivido a aquella noche la reconocieron y en la fecha acordada fueron reveladas en aquel salón, como cada año, las iniciales de los nombres del antiguo emperador y el amor de su vida, confirmando así la historia y que Miranda, la reina con lengua de fuego, era nada más y nada menos que la legítima emperatriz de Perdomia.

    En realidad, el cambio ni siquiera se iba a notar, porque como siempre el destino había hecho de sus jugarretas, y aquella quien había nacido para ser emperatriz, había sido establecida como tal antes de que la verdad se revelara. Y pensar que todo comenzó con una simple pelea, con un reto, con odio y con una misteriosa obsesión; terminando por destapar hasta los más profundos y oscuros sentimientos cocinados en el paraíso que era la capital del imperio perdómico.

    Ambos, Miranda y Aslan, iban por las calles rumbo al palacio, habían decidido hacer el recorrido antes de la coronación. Había dejado escapar a Hassan, comprendió que él solo era una víctima de todo eso y aunque aún no le perdonaba, decidió recompensarlo por haber salvado a su familia dándole la libertad. Samara no se había ido con él, no podía perdonarlo tan fácil, pero pasado un tiempo, ella pidió partir rumbo a Jordania y a manos de Miranda llegó una carta donde le contaba que se habían reencontrado. Tal vez la historia les daría otra oportunidad.

    Miran se había recuperado parcialmente y había vuelto a hablar unos cuatro meses después, pero la grotesca cicatriz que quedó en su rostro le acompañaría durante toda su vida como recuerdo de las heridas de su alma. Sus padres habían notado que, de vez en cuando, el pequeño se sumía en sus pensamientos mientras trazaba la marca que iniciaba en su frente, atravesaba su ceja izquierda hasta debajo de su ojo, marcaba su mejilla y terminaba casi rozando el borde de su labio; con suma seriedad y tristeza, como si en algún momento creyera que iba a desaparecer. Le costaba confiar en las personas y ya no jugaba con otros niños, siempre estaba con Miranda y luego de que Zibá llegase a Perdomia, con ella, tenía una nueva abuela que era mucho más cariñosa que la anterior. Atesoraba el pergamino que el emperador Ming le había regalado como si fuera oro y siempre le pedía a su madre que le leyera la leyenda que en él había escrita, para al final siempre decir que sería un gran emperador como ese rey dragón del que hablaba…

    Llegaron hasta en frente de los portones del salón donde ambos serían nuevamente coronados, Aslan llevó sus azules ojos a ella, dándole una sonrisa mientras le extendía la mano, la cual tomó sin dudar. Las puertas fueron abiertas. Toda la corte se inclinó ante ellos cuando pasaron por en medio del pasillo hasta llegar a donde estaba el alto mando de la corte suprema. Miranda fue la primera en acercarse y dobló sus rodillas sobre los escalones, para dejar que el hombre que antes había coronado a Aslan, lo hiciera con ella, convirtiéndola oficialmente en La Emperatriz, después de tanto tiempo, el trono volvía a su legítimo dueño.

    Se levantó y tomó la corona del emperador, miró a Aslan con una media sonrisa divertida por lo irónico de la situación, hacía casi un año atrás habían estado en la misma posición. Él se inclinó poco, como mismo le había hecho antes ella al ser coronada, sonriéndole con picardía en desafío.

    —Por los poderes que me confiere la corte suprema, te hago emperador consorte de Perdomia —dijo Miranda alto y claro, colocando la corona sobre su cabeza con brusquedad, para que viera lo que se sentía.

    —¡Larga vida a la emperatriz! —exclamó el alto mando y toda la corte ahí presente repitió sus palabras— ¡Larga vida al emperador! —continuó y volvieron a repetirlo.

    Los emperadores aún se miraban como si no hubiera nadie más en el mundo que ellos dos, conscientes de que ese solo era el comienzo. Habían ganado la primera batalla de muchas más que vendrían a lo largo de su reinado, sin embargo, estarían juntos, tratando de ser felices y de celebrar tanto las victorias como las derrotas.

    —Larga vida a mi Emperador —susurró bajo con su mano acariciando su mejilla con completo amor.

    —Larga vida a mi Emperatriz —respondió él, acercándose hasta juntar sus labios...

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    —Aslan, no entiendo nada —se quejó Miranda, caminando con torpeza porque él cubría sus ojos con sus manos—. ¿No podías decirme y ya? ¿Esto era necesario?

    —Ten paciencia, ángel, ya casi llegamos —respondió sonriente mientras seguían avanzando por todo el jardín hasta que poco después llegaron al lugar señalado—. No abras los ojos.

    Miranda sintió como alejaba sus manos de sobre su rostro y dejó sus ojos cerrados como le había pedido. Aslan tomó su mano y la guió dentro de una estructura, luego la colocó sobre algo mientras se paraba detrás de ella con sus manos sobre sus hombros. "Ya puedes ver", susurró a su oído. Cuando sus párpados se separaron, ante su vista se reveló un hermoso lugar. Tenía forma circular, de unos veinte metros de diámetro que encopaba en la parte del techo hecha de la más hermosa cristalería, cuyas figuras simulaban ángeles. Miranda llevó sus manos a su boca de la impresión, aún mirando el sitio. No tenía paredes, alrededor poseía un hermoso enrejado blanco a través del cual se podía observar al exterior.

    Alzó los ojos viendo todos los implementos, sedas acrobáticas y aros de todos tipos, tamaños y colores que llenaban el lugar. Observó que también había una especie de asiento alargado no muy lejos que no tenía ningún sentido y miró a Aslan con una ceja arqueada.

    —Es para el público, o sea, yo. ¿En serio creías que haría esto para que lo usaras tú sola? No, no, no. —Le abrazó por la espalda, rodeando sus hombros—. Estaré aquí contigo para verte volar todas las veces que quiera, ángel.

    Ella cerró los ojos sonriendo y llevó su mano hacia atrás, para poder acariciar su rostro. —Es hermoso.

    —No más que tú, mi reina con lengua de fuego.

    —Emperatriz —le corrigió riendo y él le giró para que ambos quedasen frente a frente.

    Acunó su rostro entre sus manos y acarició sus mejillas con sus pulgares, viéndola como si no hubiera nada más hermoso que ella en el mundo. —Yo no creo en el destino, ¿sabes, Miranda? Pero de alguna forma siento que desde el principio tú y yo estábamos destinados. Salvaste mi vida cuando era pequeño, de no ser por tu simple existencia, no estaría aquí. Así que no, no creo en el destino, pero sé que tú y yo siempre debimos estar juntos.

    —Yo también —asintió, rozando su nariz con cariño—, después de todo alguien tenía que bajarte esos zumos de emperador arrogante.

    A Aslan se le escapó una carcajada ante el comentario y la asió de la cintura, acercándola más. —Bien que te gusta este arrogante, ahora no te hagas.

    —Bien que te gusta que te desafíe, ahora no te hagas —Arqueó una ceja y le sonrió con picardía.

    —Sí, bastante que me gustas, ángel…



    El reinado de Miranda y Aslan se extendió por veintitrés años más, años que fueron todo un carrusel de emociones y problemas. Los conflictos con Kansbar continuaron también, Sadegh no dejría pasar la humillación sin más, lo que mal había comenzado, mal seguía yendo; pero nunca lograron traspasar las fronteras de Perdomia. Con el tiempo también vino el primer bebé del matrimonio, que no desplazó en el corazón de ninguno de los emperadores su amor por Miran, quien asumiría el trono luego de sus muertes, o bueno... Quizá no, pero esa ya es otra historia...







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Acá está el prometido epílogo, no diré mucho pues tengo un anuncio que dar, se los subiré más tarde.

Gracias por el apoyo a la historia.

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Emperatriz (Libro I Bilogía Imperios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora