Las palabras nunca habían resultado tan hirientes para Miranda como las proferidas por aquellos nobles dentro de la sala de reuniones. Sahir lo había hecho, había dicho todo y le había expuesto sin remordimiento alguno. Tuvo que aferrarse fuerte a su orgullo para no flaquear allí mismo, para que las lágrimas no salieran de sus ojos y para seguir con aquella postura fría e impacible que tanto había practicado, no podía quebrarse, no allí, no delante de todos.
Era horrible como las almas perversas podían frotar sal en una herida sin remordimientos.
Hassan había estado ahí todo el tiempo viendo cada escena, oyendo cada palabra sin interferir, solo como un mero espectador. Ofensas y amenazas se levantaban contra la reina, diciéndole que de ser cierta la acusación, sería condenada. Miranda no profería una sola palabra ante cada uno de los argumentos, sus ojos estaban fijos y oscurecidos sobre la persona con la que debía casarse, con su futuro rey.
Ira, eso quemaba sus venas, tan ardiente como las mismísimas llamas del infierno, sin embargo, ella era un iceberg por fuera. En su mirada firme y decidida no había nada más que eso, vacío. Nadie la vería caer, no de nuevo, la última vez que se había puesto de rodillas perdió al segundo hombre que más amaba en su vida, al padre que jamás había tenido. Ahora no podían quitarle nada. ¿Qué perdería? ¿La corona? Ya no le importaba, pero su orgullo ardía dentro de su pecho, y tenía una dignidad de hierro que no pensaba permitir que ningún hombre pisoteara. Nadie, absolutamente nadie, tocaría su dignidad.
—Se hará las pruebas pertinentes para comprobar la legitimidad de su majestad —escuchó decir a uno de los nobles, otra vez, pero en esta sus orbes ámbar, ahora con un ligero brillo de maldad, cayeron sobre él.
—¿Y quién lo ordenará? ¿Usted? —inquirió arqueando una ceja— ¿O tú, Sahir? —le miró con desafío y sonrió como si todo aquello fuera una gran broma— ¿Quién te has creído que eres para exigir nada en esta corte? ¿Tan rápido se te subió el poder a la cabeza cuando ni siquiera tienes en ella la corona?
—Majestad...
—¿Qué? —interrumpió a otro noble de forma salvaje— ¿Quién va a tocarme? ¿Alguno lo hará? ¿Y por quién? ¿Un príncipe desheredado que no tiene velas en este entierro? —El lado izquierdo de su labio se curvó en una sonrisa ladeada y maliciosa, mientras negaba con la cabeza—. Como alguno se atreva a siquiera insinuar que me podrá una mano encima, perderá la mano, y la cabeza.
Sahir tensó sus labios sintiéndose furioso y más que nada, frustrado. El día anterior casi le había visto flaquear, pero ahora ella parecía una piedra y lo que decía era cierto, nada de lo que había prometido valía mientras él aún no fuera rey.
—Majestad, entienda que si usted no consumó su matrimonio con el antiguo rey, este no es válido y el trono no le...
—¿No me pretenece? —le completó con diversión— ¿Acaso se escuchan? ¿Tiene algún sentido? ¿En serio creen que Amra me dejaría el trono sin haber consumado nuestro matrimonio? —Su sonrisa se amplió al ver la duda en todos y la furia en el rostro de Sahir, ella estaba ganando—. Seamos sinceros, ¿se arriesgarán a humillar a su reina quien les ha dado todo el poder que poseen? Porque yo podría someterme a las pruebas, pero cuando se compruebe mi legitimidad, que el cielo libre a quienes le caiga mi ira encima, porque les juro que no quedará una sola de sus cabezas sobre sus cuellos.
Hassan alzó las cejas ante lo mordaz que podía llegar a ser Miranda, se había preocupado al verla como le vio el día anterior, frágil, rota, como si fuera una delicada flor que necesitaba cuidado. Pero aquella que estaba ahí no era esa, la reina que había allí parada una fiera capaz de defender lo que le pertenecía, una mujer que no se doblegaría ante la voluntad de nadie; una que sabía bien cómo usar las palabras en su beneficio.
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Emperatriz (Libro I Bilogía Imperios)
Romance"Que sepa, majestad, que no me postraré ante usted a menos que esté muerta. Las reinas que se arrodillan pierden su corona, y yo no le daré ese gusto" Miranda, reina consorte de Amra de Jordania, fue coronada para sorpresa de todos y se convirtió en...