Capítulo XXXVIII

2K 373 141
                                    

    Omar estaba en sus aposentos cuando la puerta se abrió estrepitosamente, iba a decir algo al respecto pero cuando se giró, notó que era nada más y nada menos que su hijo. Arqueó ambas cejas, Hassan nunca tenía arrebatos y rara vez le había visto azotar una puerta, cuando eso sucedía era porque estaba que se lo llevaba el demonio, como en ese momento. Él se acercó a paso rápido hasta quedar a un metro de su padre y lanzó un montón de monedas de oro con el sello de Perdomia en ellas.

    —Fuiste tú, ¿verdad? —preguntó, aunque sabía ya la respuesta. Omar no se inmutó, sabía de lo que hablaba, y sabía que no le delataría—. Me pregunto el porqué, no tiene el más absoluto sentido el que hagas esto, tu devoción a Aslan es casi enfermiza, insana, lo adoras casi como si fuera un dios. ¿Por qué hacer esto?

    —Es por su bien —respondió tranquilo mientras servía algo de vino en una copa y bebió. Como vio que su hijo seguía ahí, supuso que quería una respuesta más larga—. Por tu mala influencia Aslan se ha vuelto blando, su padre siempre quiso someter a todos las naciones independientes bajo el completo dominio de Perdomia y así evitar todos los conflictos con sus gobernantes que se creen que no nos deben respeto.

    —Los problemas con los gobernantes independientes comenzaron cuando tú empezaste a asfixiarlos —su tono era acusador, sin embargo, aunque Omar notaba la rabia en los ojos de su hijo, podía ver que no era precisamente por lo que hablaban.

    —Ambos sabemos que esto ni siquiera te importa. —Se encogió de hombros, pasándole por el lado, caminando hasta una ventana para recostarse y ver al exterior—. Solo cierra los ojos como has hecho siempre y yo te dejaré seguir con tu obsesión enfermiza.

    Hassan apretó los puños con el odio llenando su mirada. —¿Obsesión enfermiza? Solo te recuerdo para que no olvides lo que hiciste.

    —Y lo haces bien.

    —Detén este complot, no soy el único que lo sabe, como Aslan se entere...

    —Él no me matará. —Omar le miró con una ligera sonrisa—. Es débil, siempre lo ha sido y de no ser por mí, no habría pasado del primer año. Aslan no es más que un niño y yo soy como su padre, no me tocaría, tuve la viva prueba con esa mujer a quien quiere como su emperatriz. Por más traicionado que se sienta por alguien que ama, no lo matará y eso va a por ti también.

    —Yo no he traicionado a Aslan.

    —Él no pensará lo mismo cuando sepa de...

    —Mis hombres ya saben que eres tú, y si no, se lo imaginan. Yo no soy leal a ti, papá, y si alguno decide hablar, estarás solo —le interrumpió y salió de la habitación.

    Caminó a paso rápido sumido en sus pensamientos, sintiendo como las paredes del palacio le asfixiaban cada vez más. Cerró los ojos con fuerza y sin querer los recuerdos de la noche más horrible de su vida fueron evocados. Toda la estructura cayendo, su madre empujándole fuera para salvarlo, su cabeza golpeada contra el suelo y la última imagen de una gran columna aplastando el cuerpo de la mujer que le dio la vida. Todo su ser se estremeció ante ello y sintió que el aire comenzaba a faltarle aún más.

    Salió de entre los pasillos y llegó a uno de los jardines, buscando más aire del que podía respirar. Se recostó de una columna y alzó los ojos encontrándose a lo lejos con la figura de Aslan, quien venía hacia él más que apresurado porque había notado que no estaba bien.

    —Eh, eh, ¿qué pasa? —Aslan le sostuvo, viendo como casi caía al suelo sin poder respirar. Ya había visto a Hassan tener antes esos ataques, aunque nunca le había explicado el porqué de ello

Emperatriz (Libro I Bilogía Imperios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora