Capítulo XXVI

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    Miranda se alejó lo más que pudo de la caravana, mientras trataba de bajar sus aires. Sabía que estaba siendo orgullosa, o al menos que eso era lo que parecía, pero en el fondo solo estaba asustada, no quería volver y enfrentar a la corte, no quería ver a todos juzgándola, no quería ver a Nermín y sentirse aún más culpable de lo que ya se sentía.

    Había fallado, y lo había hecho a lo grande, ciertamente era una cobarde por huir cuando hasta Aslan insistía en tenerla de vuelta en el trono, pero no podía. Durante todo ese tiempo solo había comprendido que Amra se había equivocado en escogerla como reina, no hacía ni un año de su muerte y estuvo a punto de perder el reino; sin contar con que no había logrado absolutamente nada de lo que se había propuesto.

    —No quiero hablar con usted ahora, majestad —dijo al sentir los pasos del emperador a sus espaldas y él se detuvo. Estaban alejados ya de la caravana, en una zona llena de jaulas vacías que estaba poco iluminada—. Ya le dije que no les ayudaré, no insista, no me convencerá.

    —¿De qué te sirve todo este orgullo ahora, Miranda? Estás actuando sin pensar.

    —No estoy actuando sin pensar. —Se giró molesta para encararle—. Usted me ha hecho la vida imposible desde que subí al trono.

    —Pero ya no lo haré más, te estoy diciendo que estoy de tu lado. Escúchame, por favor, te necesito.

    —¿Para qué exactamente, majestad? ¿De qué le puede servir una reina viuda que ni siquiera ha podido mantener a su reino en pie?

    —Ellos confían en ti aún, los reyes de los estados independientes lo hacen. ¿Es que no lo ves? Si ellos van a escuchar a alguien será a ti.

    —Seguro antes lo hubieran hecho, pero ya no lo van a hacer. Perdí a mi reino por mis malas decisiones, Nihat murió por ello y no, no volveré —dijo, dándole la espalda y con sus ojos llenándose por las lágrimas—. Ya no soy reina de nada.

    —No has perdido tu reino, Jordania es tuya todavía, la corona es tuya, Miranda. —Le giró para que le mirara—. Y no estuviste a punto de perderla por decisión tuya, fue tu esposo el primero que hizo tratos con Kansbar, estas son las consecuencias de sus decisiones.

    —Pero quien está viva y tendrá que asumir la responsabilidad seré yo, y no puedo —respondió con la voz quebrada—. No puedo, Aslan, comprende.

    —¿A qué le temes, Miranda? ¿A lo que digan los demás? ¿Cuándo te ha importado eso? ¡Eres la reina con lengua de fuego, por todos los dioses! —exclamó, sacudiéndola para hacerle entrar en razón—. Si hay alguien que está acostumbrada a los ataques eres tú, ¿en serio crees que no podrás vencer esto?

    —Antes no estaba sola, Aslan, antes tenía a Amra, a Tarek, a Nihat —Su voz se quebró—. ¿Y ahora qué tengo? ¿En quién voy a confiar? ¿Quién va a estar conmigo cuando todo el mundo quiera mi cabeza?

    —Yo —respondió al instante y sin dudar—, yo estaré ahí.

    —Aslan, tú no...

    —Miranda —Tomó su rostro entre sus manos—, si lo que crees es que estarás sola, no será así, yo siempre estaré a tu lado, lo prometo.

    —No puedes prometerme eso, somos reyes de naciones distintas, tú eres mi emperador y yo solo otra reina más. ¿Hasta cuándo estarás de mi lado? ¿Hasta que vuelva a representar una amenaza para ti? No soy ingenua, Aslan, ahora estás conmigo, pero mañana puede que no. —Se alejó de se contacto, incómoda—. No sé qué crees que ganarás con esto, pero no pienso darte nada de lo que puedas querer.

Emperatriz (Libro I Bilogía Imperios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora