Capítulo L

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Capítulo dedicado a AlxYMry, sé que te prometí esto hace como cuatro capítulos atrás 😅, pero son líos de empezar la escuela, el cerebro se bloquea.

Pero mejor tarde que nunca.😌❤ Gracias por el apoyo.

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    El rostro del rey de Aquémida era impagable, sus dientes estaban apretados, su cara tenía marcada cada una de sus líneas de expresión y parecía que mataría a Miranda en cualquier momento. Todos los demás allí presentes observaban casi idos la escena. Aslan nunca en todo el tiempo que llevaba conviviendo con Miranda la había visto así, ella tenía muchas facetas, podía ser fría bajo presión, fuego arrasador cuando lo ameritaba y, en ese instante, estaba siendo malvada, su rostro solo denotaba el placer que le causaba haber hecho esa propuesta.

    —Caleb de Aquémida, te hice una pregunta —insistió con la voz gutural y Omar tuvo otra confirmación certera de que esa mujer era, sin dudas, todo lo que se decía en esa maldita carta. Sería la perdición de todos.

    Caleb observó a Aslan por unos segundos, notando que de él no recibiría misericordia alguna y luego a Miranda, antes de bajar la cabeza y apoyar sus rodillas sobre el piso. Tomó una de las manos de su emperatriz y la besó, para luego colocar su frente sobre ella.

    —Viviré para serle fiel a la corona...

    —Y morirás por tu emperador de  ser necesario —añadió, provocando que él le observara desde allí abajo, sintiéndose cada vez más pequeño ante el aura de superioridad que emanaba. Ella apartó su mano, sacudiéndola como si estuviera contaminado y subió hasta un lado de Aslan—. No confío en la palabra de un traidor, pero sé que hay una forma de presionarlo. Tengo entendido que Aquémida tiene una gran deuda acumulada con la corte suprema, ¿no es así, Caleb? —el hombre no levantó la cabeza y no se puso en pie, solo asintió ante su pregunta. Ella sonrió a labios cerrados y observó a su esposo—. ¿Quieres que un perro te sea fiel? Solo tienes que ponerle fuerte la correa, Perdomia es vasta, paga la deuda con la corte suprema que tiene Aquémida y que te deba a ti, todo quedará en papel y si Caleb incumple una sola de las cláusulas su reino pasará a ser un estado dependiente, será aplastado hasta que su cultura y sus creencias queden hechas polvo en el olvido; perderá su corona y todo su poder e influencias. Y luego de toda esa humillación pública será ejecutado, para que todos lo recuerden como la rata traicionera que es.

    Caleb se tensó aún más, maldiciendo para todos sus adentros a Miranda de Jordania; desde la muerte de Amra se había olvidado por completo de a quién tenía por esposa su difunto amigo, por cualidades como esa era que él la había escogido. Ella podía ser perversa, cuando quería podía hacerte arder como el infierno.

    El capitán de los paladines dorados sonrió con sus ojos puestos en su emperatriz; nadie podía haberlo hecho mejor, la reina con lengua de fuego tenía para hacer arder un imperio, Aslan debía de dar gracias que ella estaba enamorada de él, de lo contrario estaba seguro que, de una forma u otra, esa pequeña mujer le habría derrocado. Y eso solo hizo que mirase a su padre, percatándose de que él también lo había notado, que Miranda era un peligro para sus planes y que a causa de ella sería que todo lo que había hecho durante esos años, se iría al demonio.

    —Que así sea —concluyó Aslan, sin tener mucho más que agregar a los planes de su esposa, de hecho, aún estaba asimilando todo lo que acababa de ver. Llamó a los guardias, les pidió que escoltaran al rey a sus aposentos y que le mantuvieran vigilado todo el tiempo, sin derecho a visitas. Luego suspiró, pestañeando varias veces para relajar y miró a Hassan—. Llegaste justo a tiempo, aquí tu novia estaba a punto de entregarse.

Emperatriz (Libro I Bilogía Imperios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora