Capítulo VI

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        Con el paso de los meses las cosas iban tomando rumbo, Miranda comenzaba a acostumbrarse a sus diarias labores y Nihat le facilitaba todo. Debía de agradecer que había aparecido, de lo contrario no habría sido tan fácil adaptarse a los problemas que conllevaron los primeros meses portando esa corona.

    Aslan se fue al día siguiente de la coronación y no le pasó para nada desapercibido el odio en sus ojos, ese hombre no se detendría hasta verla caer y lo sabía. Lo gracioso de la historia era que recordaba lo sucedido aquella madrugada y no podía evitar reír. ¿Aslan proponiéndole a ella que fuera su protegida? ¡Vaya ironía! Si supiera que era la persona que más detestaba en el mundo, porque ella estaba clara de que lo era, jamás habría hecho tal propuesta.

    Los problemas que estaban apareciendo a su alrededor eran múltiples, pero todos seguían el mismo modus operandi que Amra le había descrito unos años antes de morir. Él lo había notado, aunque el imperio perdómico se jactara de ser tolerante con los otros pueblos y de ser liberal en cuanto al gobierno de los estados independientes, ciertamente las cosas no eran para nada así, tanto, que de los veinte estados independientes que habían desde el comienzo del reinado de Aslan, solo quedaban nueve y con grandes problemas que los tenían a punto de colapsar.

    Jordania estaba en buen estado porque Amra había conseguido tratos por debajo de la mesa con otras naciones, naciones que incluso eran enemigas del imperio; pero ya él lo decía: "Si nuestro emperador quiere destruirnos, entonces sus enemigos son nuestros amigos, Miranda". Esos tratos se mantuvieron y afianzaron en esos últimos meses, los visires de ellos habían venido de forma secreta hasta el palacio de Jordania y asegurado que tenían toda la intención de mantener las relaciones, más porque el reino tenía algo que ofrecerles muy valioso, el vooz, aquel mineral que solo se encontraba en completa abundancia en Jordania y por el cual el imperio perdómico deseaba tanto seguir dominando la nación.

    El vooz tenía muchas utilidades, entre ellas que era un mineral precioso de un color lila transparente, usado en la joyería, en los ornamentos de los palacios, en los ungüentos como un buen cicatrizante, etcétera. Era un mineral tan útil como peligroso, su mal uso podía acarrear consecuencias nefastas y eso lo sabían de sobra, pero en Jordania había grandes expertos en esas áreas y más porque era solo en sus tierras en donde se podía encontrar.

    Miranda se encontraba en el salón del trono, llevaban rato en una larga discución sobre unos sucesos que habían estado pasado en esos últimos meses. La mercancía exportada de otros estados del imperio jamás llegaba, principalmente la que era por vía marítima. Y era mercancía importante, alimentos y demás que se destinarían a abastecer al pueblo y al palacio en caso de que las cosechas no fueran suficientes como solía pasar en casi todos los años.

    —Es más que obvio que esto es obra del emperador —recalcó un noble por n-ésima vez—. No es raro si nuestra reina le dejó en ridículo la última vez que vino.

    Hubo otro bullicio en medio del salón luego de eso. Miranda sentía que su cabeza iba a explotar, le importaba bien poco el porqué de ello, lo que le tenía alterada era que las personas de su tierra pasarían necesidades si la situación se extendía a largo plazo.

    —Si el Emperador está haciendo algo como eso, hay leyes que lo sancionarían —argumentó Nihat—. Además, no importa ya quiénes son los culpables, la cuestión es encontrar una solución al respecto.

    —Cambiar de reina —vociferó uno a lo lejos y varios le siguieron.

    —Nuestra queridísima soberana es la que nos metió en este lío. ¡No importa si existen leyes, el emperador es dios y puede hacer lo que le plazca!

Emperatriz (Libro I Bilogía Imperios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora