Con el espectáculo que ha habían dado Miranda y Aslan la noche anterior, Caleb de Aquémida estaba más que seguro que ella para el siguiente día ya no sería la elegida como emperatriz; pero vaya sorpresa se llevó al ver que ambos entraban al pequeño salón de reuniones, tomados de la mano como si nada. La impresión en su cara no pudo disimularla, por menos él le había cortado la lengua; comenzaba a ver lo débil que era Aslan.
—Creí que esta plática solo sería entre reyes —dijo al fin, mirando al emperador con algo de molestia.
Aslan ignoró el comentario y se sentó tranquilo detrás del escritorio. —Todos llevamos corona, ¿o no?
—Sabe bien a lo que me refiero.
—Si a lo que se refiere es a que Miranda no puede estar aquí, le informo que no solo se encuentra en este salón como mi futura emperatriz y esposa, sino también como la reina de Jordania —respomdió firme, mirándole con completa frialdad—. Espero no haya ningún problema, alteza.
—Ninguno, aunque esperaba más de usted, esto me decepciona. —Se sentó del otro lado del escritorio, ya Miranda se había sentado hacía un momento—. Supongo que tendrá algo que agregar, alteza —incitó a que ella hablara.
—Tengo muchas cosas que decir, entre ellas que su estancia aquí, como sabrá, no es con fines meramente recreativos.
—Seguro que no, pero creo haber dejado clara mi posición. —Miró a Aslan—. No le creo, ni le creeré, y si lo hiciera, tendría incluso más motivos para estar en contra de su reinado. Es imposible que esto esté pasando en frente de sus narices y no lo vea, a menos que sea estúpido.
—Mejor cuida como hablas, Caleb —musitó el emperador, con una de sus manos sobre el escritorio, jugando con una pluma—. Tengo entendido que yo no soy el único rey incompetente, porque de ser competentes ustedes, habrían notado que no soy el culpable.
—¿Que no lo es? ¿Quién más podría tener tal poder?
—Cualquier noble con suficiente dinero e influencias —intervino Miranda—. Amra investigó por años e hicieron grandes avances pero siempre buscaban en el mismo lugar, queriendo encontrar las pruebas rotundas de que era Aslan, pero jamás las encontraron, y es por el simple hecho de que él nunca fue el culpable.
—Amra debe estar revolcándose en su tumba de solo verte sometida a este hom...
—Yo no estoy sometida a nadie, la verdad es la verdad. Aslan no fue, estoy segura de ello.
—Caleb, estamos negociando —intervino al fin el emperador—, no te estoy pidiendo ni a ti, ni a ninguno de mis gobernantes independientes que me crean a la ligera, les entregaré al culpable, lo prometo.
Caleb se puso en pie, indigando. —De seguro, lo más probable es que haga uso de un chivo expiatorio para conseguir lo que quiere, pero sepa que no nos someteremos; por lo menos no Aquémida. Tengo suficientes hombres en mi ejército como para independizarme de Perdomia.
Aslan se tensó ante la respuesta y recostó sus antebrazos sobre la superficie del escritorio, inclinándose hacia adelante. —¿Tengo que recordarle el estado en el que vino su abuelo rogándole al pasado emperador porque les salvara? —preguntó casi arrastrando las palabras— ¿Crees que podrás sobrevivir solo? Aquémida es rica porque Perdomia la protege, porque nosotros les permitimos usar nuestras vías de comercio y nuestro ejército.
—¡Y a cambio nos explotan y matan de hambre!
—¡Ya les dije que yo no tengo nada que ver! —exclamó, poniéndose en pie— ¡Podría hacerlo, pero no lo hago porque siempre he venerado las leyes que han regido al imperio por siglos! Cada uno de los estados independientes tiene mi entera protección, que alguien más esté tratando de sabotearlo es otra cosa.
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Emperatriz (Libro I Bilogía Imperios)
Romance"Que sepa, majestad, que no me postraré ante usted a menos que esté muerta. Las reinas que se arrodillan pierden su corona, y yo no le daré ese gusto" Miranda, reina consorte de Amra de Jordania, fue coronada para sorpresa de todos y se convirtió en...