Capítulo XXI

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    Ella sabía que sin ayuda de Perdomia la batalla estaba más que perdida; lo sabía, pero aún así no podía dar retractarse. Aslan era demasiado orgulloso y Miranda no podía pedirle más, no podía suplicarle que le ayudara cuando sabía que bastante misericordia había recibido al no ser ejecutada en ese mismo salón. De lo que no tenía ni idea era que él lo habría hecho, que Aslan le habría ayudado si tan solo se lo hubiera pedido, si tan solo no hubiera esa muralla entre ambos llamada orgullo. Ninguno cedería, ella no volvería para suplicarle y él no iría detrás de ella para pedirle que lo hiciera.

    Ahora estaba allí, viendo su reino a lo lejos luego de haber cabalgado, sin parar no más que las veces necesarias, durante día y medio. Nihat le había seguido a sabiendas de que Miranda no tomaría nada y solo partiría para llegar cuanto antes al reino.

    La ciudad estaba en pánico cuando entraron, todas las personas corrían tratando de refugiarse en sus viviendas, pero de nada serviría si las tropas de Kansbar lograban tomar el puerto que no quedaba para nada lejos de allí. Como llegaran a la ciudad, estarían perdidos.

    Miranda estaba desesperada, sus manos se sentían como témpanos de hielo por no saber qué hacer. No tenía general, Tarek no estaba y la situación sin él era horrible.

    —Miranda —la voz de Nihat le hizo que le mirase—, ve al palacio, ponte a salvo, yo me encargaré de esto.

    —No —la palabra salió de su boca antes de que ella siquiera la pensara—, no pienso esconderme como una cobarde, si vamos a morir... Si voy a morir, al menos que sea luchando y no escondida como rata.

    —Miranda...

    —Es una orden, Nihat, estaré con ustedes aunque ni siquiera pueda pelear.

    Chasqueó las riendas de su caballo y ambos partieron para organizar el ejército. Miranda se sentía impotente, inútil, inservible y cualquier palabra sinónimo de ello. ¿Ahora de qué le servía tanto conocimiento? Ella no sabía luchar, nunca había estado implicada de forma directa en una guerra, jamás había vivido una. Sí, había estado en consejos, sí, se le daba bien la estrategia, pero ya. No era una guerrera, y nunca pensó que tendría una guerra, no una contra Kansbar, no una en la que estaría sola, sin Tarek y sin el amparo de Perdomia.

    La cuarta parte del ejército se quedó en la ciudad para protegerla y el resto partió hacia la costa, eran unos cientos, pero todos estaban claros de que Kansbar tenía más, muchos más. Comenzaron a armar las tiendas y el campamento estuvo montado en menos de nada luego de evacuar toda la zona. Miranda había llegado a tiempo, aún las supuestas flotas no llegaban a tierra.

    Fueron dos días tensos luego de eso, dos terribles días en los cuales no se sabía nada de nada, hasta que al fin se avistaron un par de flotas en el horizonte. Entonces todo se puso en movimiento, las catapultas estaban listas, las embarcaciones con soldados que interseptarían a las enemigas antes de que tocaran tierra, la defensa en la playa y los arqueros sobre las colinas.

    Miranda estaba en esa parte, junto a los arqueros, sin poder hacer mucho más que eso. Nihat se encontraba en la playa junto al resto del ejército y a los capitanes de los diferentes escuadrones, listos y esperando para enfrentar al enemigo que osaba intentar arrebatarles sus tierras.

    Las manos de la reina estaban frías y sentía su estómago retorcerse, tenía un mal presentimiento, casi como si pudiera ver el velo de la muerte cubriéndoles a todos, y eso le aterraba. No se había cansado de orar a su Dios para que les librara, es cierto que había hecho tratos con ese reino, pero había sido para salvar a su gente, no por maldad, no por ambición, solo quería que su pueblo no pasara necesidades por el capricho de un emperador. Pero ahora estaban ahí, a punto de empezar una guerra que no estaba muy segura de que pudieran ganar.

Emperatriz (Libro I Bilogía Imperios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora