Capítulo XLVIII

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    La puerta de la celda se abrió y Gönül se puso en pie al ver entrar a Sayreth casi dando un tropiezo por lo rápido que iba. Llegó hasta ella y le envolvió en un abrazo, comenzando a llorar sobre su hombro.

    —¿Por qué hiciste eso? —le reclamó, separándose y mirándola con dolor— ¡Van a matarte! ¡Van a condenarte! ¿Colo se te ocurre intentar envenenar a la emperatriz?

    —Say, escúchame, todo lo hice por ti.

    —¿De qué hablas? ¡¿Cómo puedes decir que intentaste matar a Miranda por mí?! ¡Eso es absurdo!

    —Cariño, escúchame —le suplicó, tomando su rostro entre sus manos—. Te he dicho que no confíes en esa mujer, ella es una amenaza para ti y para todos.

    Sayreth negó con la cabeza, y sus ojos se llenaron de más lágrimas. —Mamá, enloqueciste, estás ciega.

    —¡No estoy ciega! ¡Ahora es que veo claramente! ¡Esa mujer nunca debió llegar a ser emperatriz, nos quemará a todos, Sayreth, a todos! —respondió exaltada, sacudiendo a su hija por los hombros.

    Ella se soltó, caminando dos pasos hacia atrás, su madre parecía llena de desesperación y algo le decía que no era porque fuera a ser condenada. La conocía, sabía cuán ambiciosa era y cuánto había querido hacer por quitar a Aslan del trono, de hecho, sabía que de no ser por Omar, hacía mucho que el emperador hubiera muerto. Pero como era obvio, jamás había dicho nada sobre ello porque era su madre y debía de protegerla.

    —¿Acaso tienes alguna prueba de lo que dices? ¿Acaso hay algo más aparte de tus deseos de poder, mamá? —preguntó dolida y Gönül comenzó a caminar alrededor, retorciendo sus manos una contra la otra.

    —No puedo decirte, correrías peligro de saberlo —respondió nerviosa y volvió a verla a los ojos—. Escúchame, Sayreth, busca a Aslan y ruégale misericordia, sé que si lo haces me perdonará.

    —Mamá, trataste de matar a su esposa, él ama a Miranda, ¿cómo pretendes que te perdone?

    —Lo hará, claro que lo hará, si tu se lo pides lo hará —insistió, tomando sus manos—. Por favor, hija, no dejes morir a tu madre.

    Sayreth no dijo nada, pero le escucharía, debía rogarle a Aslan por la vida de su madre, aunque sabía que no se quedaría sin castigo y que sus días en el palacio de Perdomia estaban contados si lograba librarse de su ejecución...


    Miranda iba de camino al salón de reuniones donde le habían dicho que estaba Aslan, no sabía mucho, de hecho, no sabía nada, pero estaba clara de que él estaría a su lado de no ser porque lo que sea que le había sacado de la cama, era demasiado importante.

    Estaba a punto de llegar cuando notó como al final del pasillo se dibujaba la figura de Omar. Ella paró su camino cuando él hizo lo mismo, apenas a unos pasos. La mirada oscura de aquel hombre le causaba horribles sensaciones, el día anterior se había pasado toda la ceremonia de bodas con esa mirada y con una sonrisa que denotaba de todo menos felicidad, sin pura oscuridad, tenía la extraña sensación de que él planeaba algo.

    —Veo que salió temprano de la cama, majestad —dijo Omar e hizo una leve inclinación en modo de saludo—. ¿Busca al emperador?

    —Imagino que usted sabe en dónde está —añadió, en un tono no muy amistoso.

    —Por supuesto que lo sé, yo también iba en su búsqueda. Resulta que alguien trató de matarla, alteza. —Omar esperó por una reacción en el rostro de Miranda ante la información, algo que delatara que la idea le había perturbado, pero no hubo ningún ápice de asombro o temor—. ¿Ya lo sabía?

Emperatriz (Libro I Bilogía Imperios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora