Capítulo XLII

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    Samara despertó, sintiendo que su reloj mental estaba desorientado. Miró alrededor y vio que la luz que entraba desde la ventana era muy poca, ya se había hecho de noche y ella por alguna extraña razón creyó que ya era de mañana. Se levantó con torpeza de la cama y fue ponerse algo decente para vestir, su cuerpo pedía cama pero también reclamaba por comida, parecía que tenía un concierto en el estómago.

    Se salió a pasos erráticos al pasillo, estirándose para quitarse el sueño de encima en lo que se dirigía a la cocina. No se incomodó mucho, sabía que era ya de madrugada así que ningún noble se la encontraría en ese estado de poca formalidad. Sus ojos estaban ligeramente rojos por dormir, su cabello mal desenredando, sin ningún peinado (lo cual no era bien visto) y sus ropas... Bueno, tomó el primer vestido que vio, ni siquiera sabía cuál traía puesto. Le daba igual, era de madrugada y moría de hambre no iba a pensar en ello cuando sentía a su estómago rugir como león hambriento. No había ido a la celebración porque la reina le dio la noche libre y estaba más que cansada como para que tener que lidiar con un evento, se había pasado el día trabajando así que se fue a dormir incluso antes de cenar.

    Llegó al portón que daba a la cocina y lo empujó dando un bostezo. Se paró en seco cuando notó que, sin dudas, no era la única a la que le había dado hambre a esa hora. Hassan estaba ahí, con un dulce a medio camino de entrar en su boca abierta, a esperas de recibirlo. Ella arqueó una ceja, la verdad es que no le sorprendía nada.

    —No me diga, se le antojó un dulce y no pudo resistirse —comentó cruzada de brazos y él acabó de morderlo.

    —Algo así. —Se encogió de hombros haciendo que rodara los ojos, luego vio como entraba y se acercaba en busca de algo para comer—. ¿Y tú? ¿Antojos de media noche?

    —Sí, no fui a cenar porque me quedé dormida, y estoy muriendo de hambre —respondió revisando las ollas, agradecida de que hubieran dejado algo. Se sirvió un poco, robándose también un pedazo de pan para completar. Caminó hasta la mesa donde Hassan estaba sentado y se subió a su lado.

    —Tendrías que haber estado esta noche, Miranda y Aslan pelearon de lo lindo en medio del salón y luego desaparecieron, ya me imagino lo bien que acabó la pelea —comentó con una media sonrisa pícara.

    —¿Crees que se arreglaron?

    —Seguro, de lo contrario ya habría visto a Aslan andar por ahí tirando cosas, porque la pelea se calentó horrible.

    —Entiendo, es bueno saberlo, entonces.

    Todo se quedó en silencio por los siguientes minutos, en los que ella se centró en comer y él no supo qué agregar, cosa rara, pero hacía tiempo que se le estaba dificultando la tarea.

    Samara acabó su improvisada cena y se bajó de la mesa, lavó el plato y lo guardó en su respectivo lugar. Dejó escapar un suspiro de sus labios, sintiendo lo incómodo del ambiente, pensó que él se iría pero seguía ahí aunque no decía nada. Después de la última vez en la que se había ido de esa forma tan... "Madura" de su parte, se sentía avergonzada de estar cerca sin poder dar explicaciones al respecto, más porque él no había insistido en acercarse.

    —Creo que es mejor que me vaya ya —le escuchó decir y le vio bajarse de la mesa, dirigiéndose hasta la salida de la cocina.

    —Espera —las palabras salieron sin su permiso, deteniendo el paso de su inesperado acompañante—. Respecto al otro día, yo... En serio siento haberme ido así.

    —Tranquila, lo entiendo perfectamente, quién querría estar cerca de alguien tan malo como yo —asintió sin voltearse, avanzando una vez más y volviendo a ser detenido por su voz.

Emperatriz (Libro I Bilogía Imperios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora