Se escuchaba como las gotas de las húmedas paredes rocosas chocaban contra el suelo del oscuro y frío lugar. Los quejidos era lo próximo que se colaba entre la melodía de la estructura grotesca de las mazmorras y luego, los pasos firmes del capitán del escuadrón personal del emperador. Entre más pasos se sumaban dentro del sitio, los gritos eran aún más altos, podía escuchar como un hombre era torturado, el hombre que habían encontrado, la nueva pista sobre lo que estaba sucediendo en el imperio.
Luego de encontrar a aquel comerciante, dos de los paladines se habían infiltrado dentro de las filas de la secta, y habían logrado hacerse con uno de los supervisores. No era de Perdomia, pero él estaba seguro de que conocía a quien servían y de que sabía que no era al emperador. Diría que no era partidario de la tortura, pero su trabajo le había llevado muchas veces a esa situación, muchos le llamaban héroe, pero en las manos de los héroes hay tanta sangre como en la de los villanos; más en aquellos héroes como él, que siempre estaban desafiando a la muerte, que siempre vivían eso de matar o morir.
Abrió la puerta y notó como el sujeto estaba atado sobre una mesa, con sus brazos extendidos hacia arriba, sujetos con sogas a un molino y sus pies al borde de la superficie de madera. Cada vez que le daban vuelta al molino, sus extremidades eran estiradas hasta el punto de que las descolocaban o quebraban, provocando dolores insoportables; no por nada los gritos se oían hasta muchos metros afuera.
Nedín y Cihan eran quienes estaban ahí torturándolo, dos de los paladines. Sus miradas eran igual de frías que la de Hassan, ninguno se espantaba de la violencia, la muerte, la sangre o los gritos. Su nombre de inmortales no se lo habían ganado entregando rosas, sabían que muchos deseaban tener el placer de matarlos, pero para su desgracia, siempre eran ellos quienes terminaban haciéndolo.
—¿No ha hablado? —preguntó y Cihan negó con la cabeza, era un hombre robusto, de piel oscura con las típicas facciones que caracterizaban a los de su raza. Su altura era abismal, debía estar rozando los dos metros de alto y al ser tan robusto parecía un gigante. Casi todos le conocían como: "El asesino de titanes", por su gran tamaño y por sus hazañas. Todos los paladines tenían su propio sobrenombre, Hassan no se quedaba detrás, y en apariencia podían llegar a pensar que era un inofensivo chico por su personalidad tan libre, pero de todos era el más terrible, ningún enemigo subestimaba la capacidad de aquel hombre.
—Deberíamos cambiar de tortura, esta ya me está aburriendo —añadió Nedín, "El depurador", un nombre algo irónico para quien se encargaba de hacer las torturas más coloridas de la historia, como siempre decía él: "Nada mejor que confesar para depurar el alma", aunque prefería darle un empujoncito para agregarle diversión.
Su capitán vio como desamarraban al individuo que transpiraba y temblaba de dolor, y lo llevban hasta una silla. Nedín se dirigió hasta su mesa llena de artilugios de tortura, decidiendo entre si tomar unas pinzas para arrancar los dientes o unas botas que contenían clavos dentro, que, cuando se cerraban, se le enterraban en la piel a los torturados. Pasó su vista y aún no se convencía, hasta que vio un látigo de seis correas con clavos en las puntas, eso le sacó una sonrisa, lo tomó al instante y se dirigió frente al hombre.
—Te daré una oportunidad, dinos a quién sirves y no te desgarraré la espalda hasta que se vean tus órganos —le propuso al individuo quien solo escupió al suelo en negativa, Nedín sonrió satisfecho y le dio una mirada a Cihan para que volteara al tipo. Amarraron sus brazos al techo, dejándolos en alto, el hombre casi ni tocar el suelo podía con la punta de sus dedos y como tenía parte de sus hombros dislocados, aquella posición era más que tortuosa. Ya estaba gritando y aún no venía lo peor—. ¿Para quién trabajas? —preguntó su verdugo una vez más, pero el hombre no respondió y seguido vino el primer latigazo junto al grito desgarrador del sujeto.
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Emperatriz (Libro I Bilogía Imperios)
Romance"Que sepa, majestad, que no me postraré ante usted a menos que esté muerta. Las reinas que se arrodillan pierden su corona, y yo no le daré ese gusto" Miranda, reina consorte de Amra de Jordania, fue coronada para sorpresa de todos y se convirtió en...