Capítulo XLV

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    —Si sigues mirando a Caleb de Aquémida así, tendré un problema político muy pronto, Hassan —dijo Aslan, quien llevaba rato observando que su capitán no le quitaba los ojos de encima al rey y su ceño estaba ligeramente fruncido—. ¿Hay algo que deba saber respecto a ese mequetrefe?

    —Sí, el hecho de que parece que no es precisamente en tu futura esposa en quien está interesado —musitó, aunque parecía sereno, la seriedad con la que hablaba denotaba que no estaba jugando—. Es el exprometido de Samara, o prometido, ya ni sé.

    Aslan alzó las cejas impresionado ante la confesión y observó a Caleb quien no perdía un momento en observar a donde estaba la chica junto a Miranda. Le pareció raro que le interesase ella, pero luego comenzó a atar cabos, se suponía que Samara sería su concubina de no ser porque su prometida  lo había impedido, eso le daba sentido al hecho de que le hubiera provocado como si él fuera su rival.

    —Ya veo... —dijo pensativo—. ¿Qué te preocupa exactamente? No eres de los que se amedrentan.

    —No lo soy, pero quiero a Samara de veras y porque la quiero sé que él es mucho mejor para ella, es rey y por cómo la mira, está enamorado. Si la quiere...

    —¿De qué hablas? —le palmeó la parte superior de su cabeza con fuerza, para que dejase de decir tonterías— ¿Mejor para ella? Te recuerdo que eres el capitán del escuadrón personal del emperador, Hassan de Perdomia, cuyo nombre es conocido hasta fuera de los límites de este imperio; eres noble, hijo de mi gobernador, con extensiones de tierras que jamás vas a trabajar porque estás prodrido en dinero y sobre todo, eres mi mejor amigo. ¿Quieres un rango más alto? Te doy el que quieras, pero no me vengas con el cuento de que ese imbécil es mejor que tú, porque no lo es

    Hassan suspiró incómodo, frotándose la cabeza, le había dolido el manotazo. —No hablo de esas cosas, estoy claro de que un buen partido soy, pero...

    —A ella tampoco le importa tu fama, te dijo que le gustabas, ¿no? ¿Qué más necesitas?

    «Borrar todo lo malo que he hecho», pensó, pero no lo dijo. Alzó sus ojos a donde estaba Samara, y coincidieron momentáneamente. Ella le sostuvo la mirada y él no la apartó. La quería, sabía que necesitaba un poco de más tiempo para conocerla pero sentía algo por esa chica, algo que le removía la conciencia, recordándole lo sucio que estaba como para merecer a alguien así. Samara merecía a un hombre mejor, y él sabía que en algún punto caería y no quería arrastrarla consigo.

    —Lucha por ella, maldita sea, con Caleb no será feliz, todos conocemos lo bien lleno que tiene su harem. ¿En serio crees que la ama?

    —Tú cediste a eso por Miranda, él podría hacer lo mismo.

    —No lo hará, le conozco lo suficiente, no es del tipo de hombres que dejan algo por una mujer. Muy enamorado y todo el cuento, pero al final del día, piensa y actúa como rey porque considera una debilidad ser de otra forma.

    Hassan sonrió y le miró de reojo. —Cuando no estás siendo un imbécil arrogante, eres demasiado bueno, Aslan.

    El emperador se encogió de hombros, llevando sin querer su vista a Miranda. —Muchas cosas han cambiado últimamente, ya no me siento el mismo de hace unos meses.

    —Estás enamorado, eres feliz y Miranda no es precisamente lo que querías pero sí lo que necesitabas, es obvio que hayas mejorado tu actitud... —se lo pensó por unos segundos, y luego añadió—. Quiero pedirte algo, Aslan. —Hassan puso su mano sobre el hombro de él y le miró directo a sus ojos azules con seriedad—. Sea lo que sea que pase, no confíes en nadie más que no sea ella. Puedo decirte con completa seguridad que de este palacio, esa mujer es la única que jamás te traicionaría.

Emperatriz (Libro I Bilogía Imperios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora