Cuando Miranda vio a quien le había propuesto tal cosa sus ojos se abrieron de la impresión. Aslan tensó sus labios en una ligera sonrisa al ver el espanto llenar esos ojos ámbar, como si lo que hubiera dicho fuera una blasfemia. Al menos en algo estaban de acuerdo ambos, no se soportaban ni un poco.
—Emperador, no estoy para sus provocaciones y pensaba que querría llevar la fiesta en paz. —Giró su rostro para ignorarle y Aslan sonrió con libertad.
—Y quiero, pero sería un desperdicio no bailar con la nueva rei...
—Emperatriz —le corrigió dándole una mirada y la sonrisa de él se volvió divertida mientras mantenía sus ojos al frente.
—Solo hay una emperatriz en estas tierras y es mi esposa, no usted.
Las comisuras de los labios de Miranda se curvaron en una sonrisa malvada y los ojos de ambos coincidieron. —Hasta donde sé, su alteza, usted no tiene esposa —Aquello iba a ser un golpe bajo y ella lo sabía, pero si quería guerra, la tendría—, y por ahí se rumorea que es un rey maldito, que todas las que se casan con usted acaban... Ya sabe, muertas.
Aslan apretó los labios con furia, ya sabía él que acercarse a ella era una declaración de guerra, pero su gobernador le había convencido y allí estaba, con ganas de estrangularla otra vez, como había previsto. —¿Y eso lo dice quién? ¿La viuda de un rey inservible que se pasea por todo el salón con su amante?
—Lo dice la Emperatriz de Jordania quien no bailará con usted ni aunque sea el último hombre sobre la faz de la tierra —musitó molesta también y se puso en pie, tratando de irse para acabar con aquella inoportuna conversación.
El brusco agarre de Aslan sobre su brazo para que no se fuera le hizo quejarse de dolor, sorprendiéndolo, no lo había hecho tan fuerte. Y sin darse cuenta, ambos habían llamado la atención de todo el salón. El quejido de Miranda había sido demasiado alto como para que los presentes no lo notaran, para su "buena" suerte, justo en ese instante la música había acabado. Ella le miró con odio y los ojos azules de Aslan pintaban un desconcierto horrible.
—Suélteme —exigió por lo bajo, tratando de irse pero él lo impidió, haciendo que se quejara por el dolor que le causaba su agarre sobre el golpe que se había dado en el brazo el día anterior.
—Nos están mirando, alteza, y creo que no queremos dar este espectáculo. No la soportaré ni un poco, pero no le he maltratado físicamente, así que, por favor, concédame esta pieza como una tregua —insistió y Miranda miró de reojo a la multitud allí presente que no les quitaba los ojos de encima. Luego miró de nuevo al emperador, estaba siendo sincero y ella no tenía por qué ser quien lo calumniara, era un soberbio y arrogante, pero no le había tocado un pelo, aunque tenía claro que ganas no le faltaban en absoluto.
—Que sepa que solo hago esto porque tengo conciencia —aceptó de mala gana y Aslan tomó su mano, ahora descubierta, haciendo que sus pieles tuvieran por primera vez aquel extraño contacto.
Se giraron de frente a la multitud, pintando ambos una sonrisa bien ensayada al tiempo que bajaban hasta el centro del salón. La música comenzó a tocarse, marcando el ritmo de la danza que solo bailarían los reyes del lugar, ellos dos.
Comenzaron a marcar sus pasos, uno frente al otro sin tener contacto físico. Hicieron círculos al ritmo de los instrumentos por todo el salón, sin despegar su vista. La danza parecía más una guerra de miradas, un desafío, que una simple pieza de baile. La tensión en el ambiente se podía cortar con una tijera, mientras sus pasos fluían hábiles como si estuvieran destinados a hacer aquel baile desde antes de su nacimiento.
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Emperatriz (Libro I Bilogía Imperios)
Romance"Que sepa, majestad, que no me postraré ante usted a menos que esté muerta. Las reinas que se arrodillan pierden su corona, y yo no le daré ese gusto" Miranda, reina consorte de Amra de Jordania, fue coronada para sorpresa de todos y se convirtió en...