Capítulo XXX

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       Aslan entró al salón del trono junto a Hassan, Sahir ya estaba ahí, esperando para que tuvieran la discusión prometida. El emperador le hizo una seña con la mirada a su capitán, quien asintió antes de arremeter contra Sahir y estrellarlo contra la columna que había ahí cerca.

   —¿Qué rayos cree que hace? —preguntó Sahir alterado, intentando soltarse.

    Hassan sacó una daga y la colocó en su cuello, haciendo que parara de luchar.

   —¿Sabes lo que sucede cuando me quieren quitar algo que es mío, Sahir? —preguntó, caminando de un lado a otro como si fuera una bestia enjaulada y le miró con furia—. Soy el emperador del mundo, ¿qué crees que hago con las ratas como tú?

    —Como me mate, tengo gente que expondrá a la reina. Testigos que le vieron y que me deben lealtad, sin importar lo que les pague, hablarán y ella será condenada.

    Aslan le hizo una seña a su capitán para que soltara al hombre cuando escuchó su respuesta, y en menos de nada ya le había dado un puñetazo en el rostro que casi lo tira al suelo. —Ya sé cómo son las cosas, imbécil. ¿Crees que no he lidiado nunca con uno de tu clase? —Volvió a darle otro puñetazo y cuando Sahir intentó responder el golpe, Hassan golpeó la parte trasera de su rodilla, haciéndole caer sobre ellas y sujetó su cuello con la funda de su espada. Aslan sonrió— ¿Ves lo fácil que una rata como tú termina en donde debe?

   —No conseguirá nada, emperador, si me mata acabaré con Miranda. La matarán y no solo por matar al antiguo rey, sino por ser una perra libertina que se colaba en su habitación. ¿O es que acaso cree que no lo sé? ¿Cree que nadie sabe que ella se metía en sus aposentos mientras estuvo allá en Perdomia? Todos sabrán lo sucia que es la reina de...

   El otro puñetazo voló al centro de su cara, seguido de unos cuantos más que hicieron que Hassan incluso se alejara, dejando que Aslan tirara al suelo a Sahir y lo golpeara con ganas de matarlo (y lo habría hecho si su capitán le hubiese dejado) Él le separó del hombre, quien aún tenía valor de sonreír para provocarle.

   —Tan impulsivo, de veras que es un animal como todos dicen. —Escupió a un lado algo de sangre y se limpió los labios, al tiempo que se ponía en pie—. He pensado en algo para que podamos negociar, porque veo que a usted lo que le interesa es Miranda, ¿no?

   Aslan estuvo a punto de irle arriba de nuevo, pero Hassan le paró. —Basta, Aslan, cálmate —musitó mirándole con firmeza y él se alejó más que airado.

   Debía admitir que Sahir solo le estaba sirviendo para sacar la ira que le había dejado Miranda, pero bien que se la estaba aumentando el condenado.

   —Si se casa con Miranda, Jordania necesitará un regente, porque es obvio que ella se irá a Perdomia, ¿no? —El emperador le miró con furia y Sahir sonrió aún con su rostro destrozado—. Déjeme como rey regente y le prometo que de mis labios no saldrá nada de lo que aquí hablamos.

    —¿Y quién me asegura que una rata como tú no hablará?

    —Tendrá que arriesgarse, majestad, pero si no quiere, puede dejar que me case con Miranda.

    —Antes te mato, imbécil —respondió y caminó un poco para pensar. Sabía que eso a Miranda no le gustaría para nada, pero ya veía que Sahir sabía más de lo que pensaba, y no solo eso, sino que aquello significaba que alguien dentro de su propio palacio lo sabía y por ende, la reputación de ella estaba en juego. Miró a Sahir con molestia—. Bien, aceptaré el trato, pero te lo advierto, un intento de chantaje más, una amenaza o siquiera que comentes algo sobre esto y te juro que de ti no quedarán ni los huesos. Miranda va a ser mi emperatriz, y si una rata como tú osa siquiera intentar manchar su nombre, créeme, tengo formas de matar muy coloridas y dolorosas que no me molestaría emplear contigo.

Emperatriz (Libro I Bilogía Imperios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora