YOU CAN TELL ME WHEN IT'S OVER.
Por primera vez en todo el tiempo que llevábamos practicando, Archibald había conseguido hacer un ejercicio completo bien. Y estaba (¿por qué no decirlo?) muy orgullosa de él.
-No tendrás tanta suerte la próxima vez- le piqué.
Christian me dio un codazo y siguió con otro ejercicio. Un poco más difícil que el anterior, pero consideraba que lo podía resolver si se lo proponía. Le había enseñado mil veces, paso por paso, a hacerlo.
-¿Cómo se hacían las malditas gráficas hiperbólicas...?- Sonreí. Parecía un verdadero niño con las matemáticas.
-Sabes hacerlo.- Era la primera vez que me comportaba así con él, pero me había concienciado de que debía ayudarle en esto.
Al cabo de dos minutos más o menos, me volvió a enseñar el ejercicio. Yo comparé los resultados con los míos, y abrí los ojos de par en par.
-¡Está bien!
Archibald me sonrió y luego me abrazó efusivamente, provocando que me quedara petrificada unos segundos. Como cada puñetera vez que lo hacia.
Es reconfortante... No lo niegues.
No, ahí le daba la razón a mi conciencia. No era tan incómodo como la primera vez que lo hizo, y puede que fuera porque me estaba tomando bastante más en serio lo de que nos llevábamos bien.
-Es... Raro.- Me sobresalté.
¿Perdona?
¿Perdona?
¿PERDONA?
-¿Qué?- Puede, y solo puede, que mi tono de voz hubiese parecido demasiado brusco al decir eso.
-Me caes bien, VanDerVill. Y eso es extraño, creo.- No pude evitar levantar una ceja.
Este chico era curioso, definitivamente. Tan solo hacía tres o cuatro días, me había recordado por segunda vez que me consideraba su amiga, y ahora simplemente me decía esto. Después de que lo hubiese asumido, digerido y asimilado.
Bienvenida sea la bipolaridad, querida.
-No es malo, de verdad.- Levantó las manos para parar mis pensamientos.- Pero la verdad es que no pensaba que todo esto fuese a terminar así.
Vale. Lo estaba... ¿Mejorando?
Pasaron unos segundos sin que ninguno de los dos dijera nada, cuando levantó una ceja y no pude evitar reír desconsoladamente. Archibald siempre se llevaría las situaciones más raras de mi vida, sí.
-Si te sirve de algo...- Decidí quitarle peso al asunto, pero estaba malditamente atragantada -yo tampoco me esperaba nada de esto. Ni siquiera que tu mierda de plan funcionase.
Christian soltó una carcajada, y yo no pude evitar sonrojarme un tanto. Después de tanto tiempo pensándolo, había dejado atrás mi ego para decirlo.
~¡Por Dios!~
Soy atea.
~Tú serás lo que yo te diga y punto.~
-¿Ha funcionado?- Puso las manos en alto, y se carcajeó- Lo de Álvaro no cuenta exactamente como un éxito, ¿eh?
Negué con la cabeza, y recordé el por qué no se llevaban bien esos dos. Necesitaba animarme a preguntarle, aunque sabía perfectamente que era algo personal.
-¿Te acuerdas de Sarah?- Le miré, e instantáneamente me arrepentí de haberle preguntado.
Christian pestañeó un par de veces, y abrió los ojos lo máximo que le permitieron las órbitas antes de salirse. Yo miré al suelo, y empecé a sentir una necesidad demasiado grande de morderme las uñas.
-¿Eh?- Archibald me miró inexpresivo- ¿Sarah?
No tenía ningún derecho a pedirle que me lo contara. Ninguno. Y sin embargo y una vez más, la curiosidad empujaba contra mí con todas sus fuerzas.
-Sí. Álvaro me lo ha contado.
Era una estúpida sin remedio. No podía simplemente preguntarle eso, de la nada. No podía esperar que me respondiese, ni tan siquiera que no se fuera dando un portazo de mi casa. Era su intimidad, y yo la estaba invadiendo.
¿Entonces por qué se lo preguntas? ¿Puede ser si para ver si lo que Álvaro te dijo era cierto? ¿Si él seguía pensando en ella? ¿Lo quieres saber porque te importa hasta ese punto? Piénsalo, Bi.
~Por supuesto que no. Buff...~
-Ah.- Soltó un suspiro, y se dejó caer aún más en el sofá.- Martha.
Y más silencio, eso era lo que obtuve de su parte durante dos o tres puñeteros minutos. Lo comprendía, pero no lo defendía. Era como si una parte de mí necesitase saberlo... Pero lo peor era que no tenía ni idea de por qué.
-Creo que lo mejor va a ser que me vaya. Ya hemos terminado, ¿no?- Christian se levantó, y sin esperar a que dijese nada, recogió sus cosas y se dirigió al pasillo.
No había oído vacilar a Archibald desde que nos conocíamos, así que mentiría si dijese que su tono de voz no me había sorprendido en absoluto.
Lo peor era que, en cierto modo, que no me respondiera podría interpretarse como una contestación indirecta.
Me levanté y caminé junto a él en silencio, solo hasta abrir la puerta principal.
-¿Nos vemos mañana?- Asentí. No es que mis ganas por ir a la fiesta hubiesen crecido lo más mínimo, porque de hecho, habían disminuido si verdaderamente tenía alguna; pero ya había aceptado ir.
Christian forzó una sonrisa y salió al exterior, pero bloqueó la puerta cuando intenté cerrarla.
-Y la respuesta es no. No me acuerdo de ella.- Empecé a respirar con normalidad, sorprendida de que al final me hubiese contestado.- Porque he conocido a chicas mucho mejores.
Y entonces fue cuando la intensidad de su mirada me quemó por completo. Y cuando tuve que cerrar la puerta de golpe, con la necesidad de negarme a mí misma algo que nunca me había tenido siquiera que plantear que pudiese estar pasando.
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Y todo por una Nerd.
Teen Fiction¿Él? El típico arrogante, ególatra, y engreído, que se cree que puede tener cualquier cosa que se proponga. ¿Ella? La para nada típica chica tímida, modesta, y que suele pasar desapercibida. ¿Juntos? A ojos de la gente, imposible. Pero entonces...