Capítulo 53.

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BIENVENIDA A LA FIESTA. PARTE III.

Me apoyé en la cama para mantener el equilibrio, totalmente consciente de que esas palabras no habían salido de su boca. Tenía dos opciones: haber oído malditamente mal, o haber sido mi conciencia pasándose de la raya.
Y si era la segunda opción, esta vez tendríamos más que palabras.

Yo no he tenido nada que ver, lo juro.

-¿Bianca?- No podía mirarle ni por un segundo. Y menos después de haber pensado... Lo que había pensado.

Quería salir de este cuarto, y encerrarme para siempre. Estaba segura de que no podría estar más ruborizada que en ese preciso momento.

-¿Bianca?- Clavó sus ojos en mí. Lo noté incómodamente.- ¿No vas a decir nada?- Me sobresalté.

¿Había dicho algo?

Mierda. Había estado tan ocupada con mis pensamientos irracionales que si ni siquiera le había escuchado hablar.

-¿Sobre qué?- Intenté no mostrar mi momento agudo de debilidad.

-Sobre lo de besarte.- Me congelé.- ¿Te parece una buena idea?

Bien, eso ya no tenía gracia.

Santo cielo.

-Quiero que m...- Se corrigió.- Mierda, necesito que me digas algo.- No respondí, no podía hacerlo.

Christian avanzó hasta quedar justo enfrente de mí.

-Mira...- Me aparté rápidamente al sentir el tacto de sus manos.- Todo esto es un lío terrible. ¿Pero tú no quieres averiguar qué es lo qué pasa?- Cerré los ojos, negándome a mirar siquiera al suelo y aceptando parecer aún más idiota.

Yo no quería averiguar nada. Nada de esto. Lo único que anhelaba era desaparecer.

La madurez de la que había hablado antes Archibald, si se refería a hablar de esto, era obvio que yo no la tenía. Y no me importaba en absoluto.

¿No hay ningún truco de magia a lo Russo que te convierta en bicho bola y...?
Vale, ya me callo.

Pero ni siquiera estaba con fuerzas de escuchar a mi conciencia, por mucho que tratase de ponerme de los nervios.

-Dime algo, por favor.- Pestañeé para eliminar una lágrima que amenazaba con escaparse de mis ojos. Y eso fue la chispa que me hizo más fuerte.

Definitivamente Archibald era el mayor idiota que había podido llegar a conocer. Sabía perfectamente que no me gustaría tener esta conversación y sabía perfectamente lo mal que lo estaba pasando, pero él parecía disfrutar con mi sufrimiento.

-Déjame en paz.

Lo dije con la mayor furia que pude, pero no fue lo suficientemente atemorizante como para que Christian me dejase escapar.

-Venga, Bianca. Solucionemos esto como personas normales.

Negué con la cabeza, volviéndolo a mirar e intentando con todas mis fuerzas no achantarme ante un tipo tan estúpido como él. Estaba cansada de que se riese de mí en cada oportunidad que tenía.

-Nunca serás una persona normal, Archibald.- Escupí.

-¡Mira quién fue a hablar!- Christian se acercó peligrosamente a mí, a tan solo unos centímetros de mi cara.- Dirás mejor que nunca SERÁS una persona normal. Tú.

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