Capítulo 37.

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NO PUEDO.

Me seguía resistiendo a despertarme, la cabeza me dolía a más no poder. Pero aún tenía algo de conciencia de que era sábado y que, por encima de todo, quería ver el vigésimo segundo capítulo de la tercera temporada de Gossip Girl.

Tanteé mi móvil en la mesilla, levanté los párpados como pude, y volví a cerrarlos nada más sentir un haz de luz taladrándome los ojos.

Que pesada eres.

~¿Puedo dormir un poco más?~

Tú verás, ¿qué tan importante puede ser Last tango, then Paris? ¿Eh?

Joder, es que era uno de los mejores capítulo. Y lo iban a echar por la tele, tenía que aprovecharlo.

Con las pocas fuerzas que me quedaban después de una noche que parecía haber sido demasiado larga, y dejándome guiar por un Chuck Bass herido y perdido en medio de París, estiré la pierna para retirar rápidamente la sábana sin levantar los párpados. Respiré tres veces, y me levanté lo más deprisa que pude para no darme tiempo a arrepentirme.

La cabeza me seguía doliendo como si me hubiese bebido la bodega entera, y no podía evitar tambalearme en cada paso que daba por mi habitación. Y sí, tanto había bebido la noche anterior que en vez de abrir el armario cuando fui a coger el pomo, el alzhaimer me hizo darme de bruces contra la pared y terminé cayendo con un ruido horroroso al suelo.

-¿¡Pero qué...!?- Mi primer instinto fue dejar de respirar, abriendo los ojos de golpe.

¿Quién había en mi cuar...?

Oh.

Oh.

Oh.

¿Dónde estaba mi armario?

¿Quién había hablado?

~¿Dónde... Est... Estoy?~

Chillé. Chillé todo lo malditamente alto que pude.

-¿QUÉ MIERD...?- Y ahora pude reconocer esa voz, y... Y... Al chico que se acababa de levantar de la que no parecía mi cama.- ¿Bianca?

¿HABÍA DORM...?

Sí, ¿acaso no lo ves?

Y ante mi yo paralizado, el chico con quién menos debía estar. Y al que menos, por encima de todo, me esperaba encontrar.

-¿Bianca?- Corrió hacia mí. Y yo ni siquiera pude darme cuenta de que estaba sin camiseta, no.

No. Claro que no. Estarás paralizada, pero tonta no eres, ¿eh?

-¿Se puede saber qué haces aquí?- Se paró un momento.- ¿Estás bien?

Mi estado de confusión iba muy por encima de cualquier situación en la que pudiese haber estado.

¿Cómo había terminado durmi...?

-Háblame, por favor.- Me rozó el brazo, y sentí un escalofrío.- ¿Dónde está Álvaro? ¿Recuerdas algo?

Era lo que menos me importaba en ese momento. No recordaba siquiera que hubiese venido a la... ¡Fiesta!

Sí, Bianca, sí. Fuiste a una fiesta, lo corroboro. Mucho y muy fuerte.

-¿No vino al final?- Se arrodilló a mi altura.- ¡Joder! ¡Tengo un vacío mental!

-Yo... Tú...- Y eso era un gran paso en mi estado actual, teniendo en cuneta que no sabía qué decir.

Él y ellos, Bi. Que te olvidas de los pronombres.

Miles de preguntas estaban atascadas en mi dolorida cabeza, pero no lograba hacer memoria de que era lo que quería preguntar. Solo... me gustaría saber qué hacía allí y por qué Christian estaba en la misma... Habitación que yo.

Y sabía que no podría aguantar mucho más las lágrimas. La impotencia de no saber nada era abrumadora y terriblemente incómoda. Eso, y que era una débil, claro.

-¿Qué pasa? ¿Tú y yo qué?- Respiró hondo.- No sé qué hago en el cuarto de Esther, y mucho menos qué haces tú conmigo. Así que háblame por lo menos, ¿vale?- Pero no podía, por mucho que quisiese. Porque sin darse cuenta, me había revelado más información de la que yo esperaba encontrar.

¿QUIÉN NARICES ERA ESTHER Y QUÉ ESTABA HACIENDO EN SU CASA?

¿Christian estaba confundido? ¿Y qué se creía? ¿QUÉ YO NO? ¡HABÍA DORMIDO EN LA MISMA CAMA QUE ÉL!

-¿Quié...?- Pero me quedé totalmente bloqueada, olvidándome de la pregunta.

-Vístete, que te llevo a casa.- Y miré lo más rápido que pude mi ropa, pretendiendo no chillar otra vez.

Pero fue imposible.

-¿Puedes parar de hacer eso?- Puso su mano encima de mi boca, y sentí ese asqueroso escalofrío otra vez.

Seguía llevando el mismo vestido que llevé a la fiesta. Solo que esta vez un poco más -demasiado- elevado para mi gusto. Apenas me cubría tres o cuatro dedos por debajo del muslo.

-Eh...- Me ajusté rápidamente el vestido, sin hacer esfuerzo para levantarme.

Poco a poco vas recuperando la conciencia, ¿eh? JÁ.

-Christian... ¿Dónde estamos?- ¡Por fin!

Hice todo el esfuerzo que pude para ponerme en pie sin caerme. Cada vez que intentaba hacer algún movimiento, mi cabeza parecía enfadarse conmigo.

-En la casa de Esther, ¿no te lo había dicho ya?- Y el muy idiota rodó los ojos, como si la tuviese que conocer a la fuerza.- Venga, que te llevo a casa.

Se colocó su camiseta, y me tendió la mano para que saliera del cuarto con él. Todo lo temblorosa que podía estar en aquel momento, acerque mi mano a la suya y, tras el ridículo escalofrío que llevaba provocándome desde que estábamos aquí su maldito contacto, abrió la puerta del cuarto y caminamos en silencio por una casa que podía llegar a reconocer como la de la fiesta, especialmente por las latas de cerveza expandidas por el suelo.

Antes de abrir la puerta de entrada, algo como el teléfono de Archibald comenzó a sonar.

-¿Sí?- Sonrió al teléfono- Estoy ocupado ahora mismo. Llego en nada a casa y hablamos...- Abrió la puerta.- No, no te preocupes por nada. Seguro que no hay ningún problema.- Soltó una carcajada.- ¡Eso es una tontería! Sabes perfectamente que te quiero, pero te encanta oírlo, ¿eh Daf?

Y me quedé clavada en el suelo, ante la mirada interrogante de Christian. Porque ese nombre seguía doliendo... Seguía doliendo como el infierno.

-Nos vemos en un rato.- Y guardó el móvil.

¿Por qué te molesta tanto que pueda tener novia? Yo creo que ya hay la bastante confianza como para que le preguntes si te tiene tan conmovida.

No tenía que preguntar absolutamente nada, porque no iba conmigo. Era más que obvio que era importante para él. Su amiga, su novia... Qué más daba.

Y sabía que no debería estar triste, ni enfadada, ni nada de nada. Pero, al igual que me llevaba pasando en los últimos días, no podía evitarlo. Y era irracional, y lo peor era que lo sabía perfectamente.

-¿Qué pasa?- Me agarró del brazo y cruzó la puerta de entrada arrastrándome.- Bianca, tienes que moverte. Esto va así, si cuando se despierten seguimos aquí, tendremos que ayudar a limpiar.- Y esbozó una sonrisa, pero yo no pude hacerlo.

-Vale.- Puse todo mi esfuerzo en retener lo que quedaba de camino las lágrimas, pero tras aguantar un pesado (más que nunca) trayecto en moto hasta mi casa, me desplomé sobre el sofá con el móvil en las manos, y dejé que todo lo que había sentido desde por la mañana pudiese aflorar.

Tenía 11 llamadas perdidas de Álvaro. Christian apenas me había contestado nada. Solo sabía que había dormido en la casa de una tal Esther, que ni me sonaba. Y por encima de todo, y de lo que Christian no parecía haberse percatado: habíamos dormido juntos. Y necesitaba saber qué había pasado. Lo necesitaba con todas mis fuerzas, porque la situación no podía ser más absurda e intimidante en mi cabeza.

Y todo por una Nerd.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora