Jueves por la tarde.
Volví a arremeter contra el armario de mi habitación, tal y como llevaba haciendo toda la tarde desde que volví de casa de Bianca. Necesitaba desahogarme, seguía sin querer creerme que el puto Álvaro no se hubiese callado con toda esa basura. Intenté aparentar normalidad con ella, pero sabía que me sería imposible ignorarlo en cuanto estuviese solo.
¿Sarah? Supongo que de alguna manera nunca supe como describirla. Le debía todo y cuanto era ahora, eso estaba más que claro. Pero también le debía el que tuviese un concepto diferente de las relaciones del que tuve antes de estar con ella.
Por otra parte, Bianca... Bianca era demasiado inocente, y por supuesto no era la más precisamente indicada para saber de esa historia, y era lo que más me cabreaba de todo. Que Álvaro, no contento con reírse en mi puta cara, le soltara algo que no era de su incumbencia. Algo que desde luego no debería haber sabido nunca. ¿Pero cómo había sido tan estúpido como para pensar que a la mínima que se le presentase la oportunidad no iba a sacar ese tema?
-Christian, ¡maldita sea!- El novio de mi madre entró dando tumbos en mi habitación.- ¿Se puede saber qué narices estás haciendo? ¡Vas a cargarte todos los jodidos muebles!- Levanté una ceja, y me tumbé en la cama con gesto cansado.
No era nadie para decirme nada. Estaba en mi cuarto, y si quería hacer añicos el armario que me había regalado mi madre, podía hacerlo.
-Largo.- le señalé la puerta abierta, y Arnold desistió golpeando la pared. Hipócrita.- Te he dicho mil veces que no entres aquí.
Lo que yo hacía o dejaba de hacer no era de su interés; el mero hecho de que se acostase con mi madre, no le daba ningún derecho a actuar como si él fuese mi padre. Mi cuarto era el único lugar donde podía encontrar calma de toda la casa de locos donde vivía, y no se le estaba permitido mancillarla a un capullo.
Me levanté y golpeé la mesa de mi cuarto, quizás un poco más fuerte para que pudiese oírme bien. No podía resistir el impulso de joder al hombre que ya muy posiblemente hubiera vuelto al sofá, a ver a los Lakers o cualquier otra mierda, con una de mis cervezas en la mano y maldiciéndome por lo bajo.
Mi móvil vibró en mi bolsillo, y por un momento dudé en cogerlo: ahora mismo no creía que estuviese en condiciones de mantener una conversación normal con nadie. Pero como siempre, la canción no paraba y terminaba aceptando la llamada irritado.
-¿Chris...?- La tímida voz de Dafne me despertó del trance.
-Hola, ¿qué pasa?- De repente un horrible pensamiento cruzó por mi cabeza- ¿está todo bien?
Era extraño que ella me llamara, sobre todo teniendo en cuenta que seguíamos enfadados. Justo por eso, era mi deber preocuparme.
-Sí, eh...- Una risa nerviosa- Tengo un... Un problema.- ¿QUÉ?
Dafne no era de la clase de chicas que 'tenía problemas': ni con nada, ni con nadie. Y eso era lo que más temía.
-Habla.
-Necesito que vengas... a buscarme.- Balbuceó- Jake y yo hemos tenido un accidente.- Dejé de respirar.
No. No. No. No, joder.
-Estás... bien, ¿verdad?- Hablé atragantado, no podía simplemente dejar en silencio la conversación- Mi princesa, necesito que estés bien.
Sabía que no la llamaba así desde hacía mucho tiempo, pero una parte de mí necesitaba hacerlo ahora. Por favor, ni siquiera podía pensar con claridad.
-Sí... Yo... Yo... Solo necesito que me lleves a casa. Jake está...
Los ojos empezaban a escocerme. Habían sido los dos o tres minutos peores de mi vida.
-Me importa una mierda cómo esté Jake, ni siquiera deberías haber estado con él.- Cogí las llaves de la moto de encima de la mesa, sin soltar el teléfono.- ¿Dónde estás?
-Acaba... Acabamos de salir de una fiesta, no sé exactamente. Yo... Yo le dije que no condujera, pero él...- Golpeé la puerta haciendo que se abriera de par en par, quedándose clavada en la pared.
¿Había bebido? ¿El estúpido de su novio había bebido sabiendo que iba a llevarla? ¿ESTABA DE BROMA?
-¿Sabes volver a la fiesta?- Contuve mis puños apretados, clavando las uñas para no ir y matar a ese hijo de puta.
-Creo que sí... Pero no creo que deba dejar a Ja...- La interrumpí antes de que estampase también el teléfono contra la pared.
-Te prohibo que pronuncies su nombre. Tendrá suerte si sale vivo de la paliza que le meteré si no vuelves ahora mismo.- Arremetí contra los cuadros del pasillo, importándome muy poco los gruñidos que el borracho de mi sofá pudiera dejar caer, y temiendo lo peor.
No. Simplemente necesitaba negarme a mí mismo lo que pudiese haber pasado.
-Chris, no...- Apenas un hilo de voz.
Abrí la puerta de casa, y me subí encima de la moto en menos de diez segundos.
-¿Dónde es la fiesta?
-114 de Lake Avenue.- Suspiré al oírlo, no estaba tan lejos de casa como pensaba.
-Bien, te espero allí en quince minutos. Te quiero.- Y colgué para que no le diese tiempo a decir nada.
E inmediatamente después, y antes de encender la moto, el estúpido sonido de whatsapp indicó que me había llegado un mensaje nuevo.
"Me lo he pasado bien esta tarde, realmente ha sido gracioso que supieses hacer todos los ejercicios. Espero que no te hayas cabreado conmigo, no era mi intención :)"
Entre Bianca, Arnold y Álvaro me estaban volviendo loco. Pero lo que acababa de pasar simplemente les superaba con creces a todos y cada uno de ellos.
¿Pero lo más raro? Qué aún así, estaba sonriendo como un idiota al teléfono al arrancar la moto.
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Y todo por una Nerd.
Teen Fiction¿Él? El típico arrogante, ególatra, y engreído, que se cree que puede tener cualquier cosa que se proponga. ¿Ella? La para nada típica chica tímida, modesta, y que suele pasar desapercibida. ¿Juntos? A ojos de la gente, imposible. Pero entonces...