Capítulo 18.

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VEAMOS QUIÉN ES MÁS LISTO DE LOS DOS.

No pasaron ni unos diez segundos antes de que se separara, y yo recobré la compostura al instante. Me había quedado en un completo estado de shock.

-Vale... Eso ha sido demasiado raro.- Hizo una mueca.- Lo siento.

Dios santo... El mundo se ha vuelto loco hoy.

¿Qué mierda acababa de pasar? Christian me miraba de manera extraña, alejándose de mí rápidamente. Volvió a colocarse en el sillón, y cogió los apuntes nervioso.

-Está bien... Sigamos con... Con los ejercicios.- Parecía subnormal hablando atragantada, pero es que ni siquiera sabía lo que debía contestar, o hacer ahora.

¿Eh... Esto cambiaba algo? ¿Éramos... Algo así como amigos ya? ¿Cómo se suponía que tenía que comportarme de ahora en adelante? ¿Igual? Oh, mierda, me estaba estresando.

-¿Cómo puedo hacer el segundo ejercicio?- Christian habló con voz baja.

Joder, solo tenía que actuar normal. No había cambiado absolutamente nada.

Que te lo crees tú.

Cogí la hoja que me tendía, y suspiré al leer el problema. Este no habría sabido hacerlo ni yo... en menos de media hora. Y eso solo podía significar que nos tiraríamos toda la mañana, y parte de la tarde, ocupados para que llegase a entenderlo.

-¿No lo has intentado?- La verdad, si lo hubiese hecho, me facilitaría un montón el trabajo.

-La verdad es que no. Lo he leído, y me ha aburrido.- Ah, muy bien. Una respuesta coherente, claro que sí.

Parece que él ya se ha recuperado. ¿Ves? Estás enamorada, reconócelo de una buena vez.

~Estás bocazas hoy, ¿eh?~

Miré de nuevo el ejercicio, y cogí un bolígrafo y un papel de encima de la mesa. Para que pudiese explicárselo, primero tendría que entenderlo yo misma, ¿no?

Hice mis cálculos, y al cabo de un rato, él comenzó a mirarme extrañado.

-Te estás equivocando.- Salté del sitio, con un escalofrío.

Oh, esto no podía ser cierto. ¿Christian me estaba diciendo que lo tenía mal? ¡¿A mí?!

-No, no lo estoy haciendo.- Puse los ojos en blanco, y seguí para terminar cuanto antes.

Su mano se posó encima de mi respuesta, una vez que ya la tenía recuadrada. Puede que fuera un poco maniática con eso, pero no podía evitarlo. Estaba más que acostumbrada en los exámenes.

-¿Qué?

.

-Que has jodido el problema.

Soplé, y arrojé el bolígrafo encima de la mesa, con fuerza. Ni siquiera los profesores se había atrevido a hablarme así, ni en un solo examen. Las matemáticas eran mi jodido fuerte, nunca me equivocaba con ellas.

-Mira la solución, no tiene sentido.- Con toda la calma del Mundo.

Solo por no enfadarme más de lo que ya estaba, y ponerme a gritar como una histérica miré el resultado. Pero en mi interior, me puse a soltar barbaridades aún más fuerte al verlo.

Y ahora es cuando me toca decir a mí: enhorabuena, maestra matemática. Enhorabuena por cargarte el ejercicio. Si esto hubiese sido un examen, me gustaría haber visto la cara que se te hubiera puesto. Bueno, verla ahora también está bien.

-OH, JODER.- Solamente por encima, y ya me había impactado.

¿Un 2030 por ciento? ¡¿UN 2030 POR CIENTO?! ¡¿ME HABÍA VUELTO SUBNORMAL O QUÉ? ¡Eso no existía ni en las películas!

No. Me negaba totalmente a que fuera verdad, a que le tuviera que dar la razón a tal idiota.

-¿Te has dado cuenta ya o qué?- Archibald carraspeó llamándome la atención.- Bianca, estoy aquí para que me enseñes matemáticas, no para que yo te las enseñe a ti.

Cuando me paré a mirarle un solo momento, ya tenía una maldita sonrisa egocéntrica en la cara. Nunca hubiese podido pensar esto, de verdad. No sabía cómo había podido pasar.

-Ya... Lo sé, ¿vale? Todos... Todos podemos equivocarnos.- Aún estaba en trance.

No sabía cómo actuar... Yo, YO, me había equivocado en unos simples cálculos de niños de primaria. Y eso no tenía ningún tipo de sentido. Mi peor nota en matemáticas había sido un 9,75, por un error ortográfico, y a los doce años. Y porque la profesora me odiaba, por supuesto.

-¿Te afecto que te abrazara, eh?- Soltó una carcajada, rompiendo el silencio. Y yo no pude por más que levantarme del sitio de un salto.

Santo cielo, ¡sí!

¿QUÉ? ¿A MÍ? ¿QUIÉN SE CREÍA? ¡NO ME HABÍA AFECTADO EN ABSOLUTO!

-¡¿Eh?! ¡¿A mí?! Por supuesto que no. Por favor...- esto último no salió muy convincente. Mierda.

-Reconócelo. Fue un acto reflejo, pero te ha transformado completamente.

De pronto, me entraron unas ganas inmensas de sacarlo de mi casa. Suerte que era una persona decente y respetable... Que se estaba quedando a pasos gigantes sin la parte paciente.

-No ha pasado nada. Estoy perfectamente, ¿no lo ves?- Respiré lentamente, intentando calmarme.- Solo ha sido un error de cálculo.

Archibald miró al suelo repetidamente, sonriendo. ¿Disfrutaba riéndose de mí o qué? ¡Maldito idiota!

-Está bien... Está bien.- Cogió las hojas de la mesa, y las agrupó con sus manos.- No importa, ya lo he pillado.

Guardó las hojas en su mochila, y me miró fijamente.

-¿Quieres hacer algo?- Parpadeé. ¿No venía solo a que le explicara lo de matemáticas? Yo quería estar sola para estudiar, y mucho más después de que me insinuara que el abrazo me había importado.

-¿Cómo qué?

Christian puso sus pies encima de la mesa del salón, y yo los retiré rápidamente. ¿Podía dejar de tomarse esas malditas confianzas?

-Ensucias la mesa. No vuelvas a poner los pies ahí.- Otra vez demasiado brusca, e incluso podría jurar que se notaba un tanto mi enfado.

-Vale, vale, mandona.- Bromeó, y reconozco que fue extraño. Miró su reloj.- Es pronto. ¿Tienes alguna peli?

Esto. Es. Lo. Más. Raro. Que. Has. Vivido. Nunca. Ten el valor de reconocerlo.

No éramos amigos. No éramos nada, y esta vez tenía que darle la razón a mi estúpida y manipuladora conciencia.

-¿Una... Película?- ¿Por qué no podía hablar sin balbucear?

-Sí, como hacen los amigos.- Puso los ojos en blanco.- ¿Qué te parece si ponemos Pesadilla en Elm Street? La tienes ahí. ¿Te van las de terror?

Y, como siempre, ya le acababa de dar la vuelta a todo.

Y todo por una Nerd.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora