Capítulo 24.

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TENGO DERECHO A EQUIVOCARME.

Una sensación desconocida. Caricias en la punta de los labios, dientes instándome a abrir la boca. Por mucho esfuerzo que opusiese contra ello, no podría separarme.

A los pocos minutos, pude notar como sus dedos se posaron delicadamente en mi cintura. Era algo nuevo, sin embargo no me arrepentía para nada de no haberle rechazado.

Christian era tan... Magnífico.

¿Eh?

~¿Eh?~

¿Eh?

Abrí los ojos inmediatamente, y vi los ojos marrones parados enfrente de mí, su frente pegada a la mía, y sus labios... Aún besándome.

¿Qué narices acababa de pasar? No era posible que me hubiese estado pensando en él. No. No, ¡joder!

Yo te lo repito: Christian Archibald. Estabas pensando en Archibald, nena.

¿Qué? No, ¡mierda! ¡No! ¿Dónde estaba mi maldita cabeza?

¿Pues no te lo estoy diciendo ya?

Sabía que iba a empezar a hiperventilar de un momento a otro.

Porque le quieres a él, y no a este 'medio-hombre' que tienes enfrente de ti. ¿Ves como siempre tengo razón?

No. No, esto era de broma. Yo no había pensado en Christian... Ese idiota. Yo no lo había hecho. Ni ahora, ni nunca. Solo había debido de ser un error... De concentración. ¡Eso era! ¡No podía concentrarme! Un momento de debilidad lo podía tener cualquiera, ¿no?

¿No?

-¿Pasa algo?- Ni siquiera me había dado cuenta de que Álvaro había roto el beso cuando lo sentí mirándome extrañado.

¿Cómo debía contestar? ¿Eh?

Algo así como: 'no me pasa nada, solo que en vez de pensar en ti cuando me has besado, se me ha venido a la cabeza, por casualidad, tu peor enemigo que al principio me parecía que era tu mejor amigo.... Bueno, ya sabes.'

~Já. Já. Já. No tienes ni puta gracia.~

-Eh... No, nada.- Atisbé un rastro de su sonrisa, e intente sonreír de vuelta.

-Guau.- Puso cara de impresionado.- Eso ha estado bien, ¿no?

No pude evitar sonrojarme. Mucho, tal vez demasiado. No sabía ni como podía mirarle a la cara después de besarle.

-Sí... Sí.- En serio, a pesar de mi desliz, había sido... Sí, guau.

Álvaro me tendió su mano, y dudé unos segundos antes de cogérsela. Al final entrelacé sus dedos con los míos, lo que me resultó extrañamente reconfontarte.

Un momento... ¿por qué aún ni siquiera me había precoupado por lo que acababa de pasar, y le había dado más importancia a pensar en Christian? ¡Álvaro me había besado! ¡Me había besado!

Si, uh. Te ha besado, ¿y?

Mi mente no llegaba a entenderlo, pero me daba igual. Este era sin duda uno de los momentos más importantes de mi vida: acababa de tener mi primer (el otro, si es que realmente hubo, no contaba) beso.

Respiré hondo, y noté una leve vibración en el bolsillo trasero de mi pantalón, y luego sonido. Mi móvil. La maldita música que tenía puesta para... No, ahora no.

-¿No lo coges?- Hasta Álvaro lo había notado. Parecía que el maldito móvil sonaba cada vez más alto, totalmente en mi contra.

-No...- Cogí el teléfono y lo colgué. 

Seguí andando, y la estúpida canción de The magnetic zeros volvió a retumbar en mis oídos. Nunca supe por qué había puesto ese tono, porque realmente me gustaba. Y no pegaba para... bueno, él.

-Cógelo.- Esas palabras me detuvieron en mi misión de volver a cortar la llamada.

Maldijé por lo bajo y pasé el dedo por la pantalla para contestar. Esto era una tonteria, ni siquiera quería oirle.

-¿Dónde estás?- Ni un "hola", claro que sí. Muy propio de Archibald.

La mano que tenía en el teléfono comenzó a sudarme. No podía permitir que descubriera que estaba nerviosa... o sospecharía. Y si sospechaba, probablemente se diera cuenta de que estaba pasando algo, y...

Sí, y llegará por ciencia infusa a la conclusión de que estabas pensando en él mientras besabas al suplemento del Hola éste.

Vale, quizás mi conciencia tenía razón y estaba siendo un pelín neurótica.

-¿Y a ti qué más te da?- Murmuré poniendo los ojos en blanco.

En serio, tenía que dejar de llamarme para recriminarme... o para nada. Era exasperantepara mí que a veces simulase que le importaba, y luego sus actos demostrasen todo lo contario. 

-¿Estás con él?- ¿Quién demonios se creía?

Como por arte de magia, Álvaro me apretó la mano más fuerte.

-Eh, no.- Me hice la tonta.

-Vale.- Noté como suspiraba aliviado. ¿QUÉ NARICES...?- Tengo que contarte algo cuanto antes. Es importante.

Parecía mentira, pero eso había sonado como algo ridículo.

-Ah.- Suspiré.

-¿A qué hora llegas a tu casa?

Ah, no. No quería verle hoy. Las noches de los días de diario estaban reservadas para Eddard Stark, y eso solo cambiaría si emitiesen capítulos nuevos de Gossip Girl, lo que era sencillamente imposible. 

-Esta noche no puedo, lo siento.- Mi mente gritaba que le diese una excusa mejor, pero no se me ocurría ninguna. Como había mencionado ya en numerosas ocasiones, mentir no era mi fuerte.

-Mañana entonces, ¿en tu casa? Me debes bastantes clases ya, que un trato es un trato.- Suspiré, porque ya en parte me imaginaba lo que me iba a decir. Llevaba escaqueándome desde el sábado.

Quid pro quo, dr Hannibal. 

 

Y todo por una Nerd.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora