Capítulo 12.

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¿SE PUEDE SABER QUÉ TE PASA?

Todo había ido perfecto, hasta que aproximadamente un cuarto de hora después un rugir de una moto nos despertó de la conversación en la que estábamos inmersos. Como Álvaro me había oído hablar con Christian tranquilamente, no tuve más remedio que empezar a hablar con él, comiéndome mi vergüenza. Eso sí, había cambiado de tema completamente, probando suerte con algo que a todos los chicos- según Chase- les gustaba: el fútbol. No le había dicho nada de lo que me había dicho Archibald, por cierto. Prefería pensar ingenuamente que si venía, era solo para sentarse tranquilamente con nosotros, aunque no entendía por qué narices se había puesto así antes.

-Y por eso soy del Liverpool.- Yo no le atendía, solo podía seguirle la corriente. La realidad era que no tenía ni idea de fútbol. Solo que eran partidos de uno contra uno, once personas de cada equipo, que perseguían un balón como si les fuese la vida en ello.

Todas mis esperanzas se fueron a la mierda en cuanto le vi a través del cristal, que no había podido parar de mirar desde el momento en el que hablamos por teléfono, bajarse de su moto, y, quitarse el casco viniendo hacia la pizzería. Con cara de pocos amigos. ¿A este qué le pasaba ahora?

¿No es obvio? Viene a darle a Álvaro su merecido por atreverse a salir contigo. Atención: con todos ustedes, la décima demostración de que a Archibald le gustas.

Me golpeé la cabeza, mientrás él abria la puerta del local, y Álvaro se percató de lo que yo estaba mirando. Christian no necesitó mucho tiempo para divisarnos, una vez dentro, y fue directo a nosotros. Álvaro le sonrió ferozmente.

-¿Qué pasa Archibald? ¿Tú también quieres una pizza?- Sonaba como si intentase retarle, y no era así como acostumbraba a ver a los amigos. ¿No lo eran acaso?

Di que sí. Marca territorio. Hazte el machote.

-No. Lo que quiero- señaló la puerta- es que te largues.

~¿Eh?~

Nunca había visto los ojos de Christian arder como lo estaban haciendo en ese justo momento. Y no podía perder detalle de sus movimientos. Ni siquiera sabía qué estaba pasando por su cabeza, ni por qué actuaban de esa forma.

-¿Por qué? Aquí el que sobras eres tú. ¿No ves que lo estamos pasando bien?- Álvaro miró hacia mí, seguramente porque parecía idota mirándolos a los dos alternativamente.- ¿Tú qué dices, Bianca?

Genial.

Oh, no. Yo no quería que me metieran en este asunto.

-Ella dice que se viene conmigo, como debe ser.- Christian tiró de mí, y entonces la realidad (y el dolor) me golpeó la cabeza.

Supe de un momento a otro qué era lo que estaban discutiendo. Archibald pensaba que podía hacer conmigo lo que quisiese. Me valía poco que la merienda estuviese yendo de mal en peor, que ni siquiera pudiese contestar a sus preguntas, o que hablásemos de un tema que realmente, no me importaba en absoluto. Era mi vida, y podía vivirla como quisiese. Y no lo estaba pasando del todo mal, de todas maneras.

-¡No!- Me quedé en el sitio, haciendo fuerza para que Archibald no me levantase del asiento.- Yo me quedo.

Christian me miró con fiereza, negando. ¿Quién narices se creía para hacer eso?

-De ninguna jodida manera, Bianca. Yo...

Y ahora es cuando dice...

-Yo te he metido en esto, yo te voy a sacar de esto.

¿PERO QUÉ ESTABA DICIENDO? ¿EN QUÉ ME HABÍA METIDO ÉL? ¡SERÍA ESTÚPIDO!

Lo que yo decía.

-No te la llevas a ninguna parte.- Álvaro hizo presión, agarrándome del brazo hacia el lado contrario a donde Christian tiraba.

¡ME ESTABAN HACIENDO DAÑO!

-¡PARAD JODER!- No pude evitar gritar, pero agradecí haberlo hecho, ya que casi al instante, los dos me habían soltado.

¡Eres libre! De verdad solo tú entras en estas situaciones. Están discutiendo por ti. A los dos les gustas, pero si me pides mi opinión... yo me quedo con Archibald.

¿¡Los dos!? ¿¡Archibald!? ¿Estaba de broma? ¡Ni en mil vidas me quedaría con ese idiota!

-Lo siento.- Sonó casi al unisono, pero ya no había nada que hacer. Estaba muy enfadada. Con ambos, aunque más con Archibald. Él había comenzado toda esta mierda.

-Me voy a mi casa. Álvaro, ¿cuánto te debo?

Busqué en el bolsillo del pantalón, pero Christian intervinó, y me impidió sacar mi monedero.

-Pago yo.- Hizo una pausa- ¿Te llevo?

Negué con la cabeza, y grite contestándole desde la otra esquina de la tienda ante la atenta mirada de los clientes. Habíamos montado un gran barullo, pero ahora ya me daba igual.

-No, muchas gracias.- El sarcasmo no era mi especialidad, definitivamente.

Sin embargo, y para mi desgracia, no pude llegar a ir mucho más lejos que la puerta de la tienda, pues fui arrollada por un cuerpo cayendo al suelo de cara. ¿POR QUÉ...? ¿QUÉ NO PODÍA ENTENDER DE "ME VOY A CASA"? ¡Todo esto había sido su puñetera culpa!

Archibald me tendió el brazo para ayudarme a levantarme, y yo aproveché la poca fuerza que me quedaba para impulsarme y tirarle a él. Pero no pude salir corriendo, antes de que se pusiera en pie de un salto.

Si no te conociera, afirmaría que no te has quedado mirándole embobada. Te gusta; yo lo sé, y él lo sabe. Solo faltas tú por saberlo.

-No voy a dejar que vayas sola a casa. Yo te llevo en la moto, no hay problema. Por mucho que estés cabreada conmigo, yo sé por qué lo hago.- Archibald me agarró nuevamente del brazo, pero sin presión. Sabía que no se iba a dar por vencido, pero no tenía ni idea de qué era lo que le llevaba a comportarse de manera tan extraña conmigo, como si le importase o algo. Yo sabía que no era así.- Bianca, el tío que has dejado ahí dentro es un cerdo.

No podía creer que hubiese dicho eso. ¿Cómo podría decirlo? ¡Él era peor!

-¿Más o menos como tú?- Mi poco orgullo salió a florecer.

Christian me pasó el casco de la moto, y como una verdadera idiota, lo acepté. No es como si me hubiese dado por vencida, no. Pero tenía un buen trecho hasta mi casa, y no lo había pensado antes, en la pizzería.

Nah, sabes perfectamente que no te queda otra opción. Va a insistir infinitamente.

~Ya. Lo. Sé.~

-Más que yo. Yo nunca me intentaría aprovechar de una tía que ha bebido.- Río, pero a mí no me hacía ni piza de gracia. Sabiéndolo bien, todos los chicos se aprovecharían de una chica en mal estado. - En parte, porque sé que soy tan atractivo que son ellas las que se aprovechan de mí.

Mis pies se quedaron clavados en el suelo, respuesta a tanto egocentrismo, e hipocresia; pero Christian tiró de mí hasta que quede montada en la moto, detrás. Luego, sin soltarme, se subió él encima también, arrancando a alta velocidad. ¡Ese imbécil sabía que odiaba las motos! Con él había superado parte de mi fobia, más que nada siempre obligada, pero daba igual. No tenía derecho a subir la velocidad como si estuviera en una puñetera carrera de competición.

-Puedes agarrarte si quieres. Sé que te encanta hacerlo.

Pero solamente por eso, no me agarré. Y pasé el peor viaje de mi vida.

Sin duda, esta era una experiencia que no quería repetir.

Y todo por una Nerd.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora